Comunidades cristianas de San Francisco de Bilbao apuestan por las comunidades de acogida

Comunidades cristianas de San Francisco de Bilbao apuestan por las comunidades de acogida
Foto | fb.com/barriodesanfran
Las comunidades cristianas del barrio de San Francisco de Bilbao han elaborado un comunicado en el que llaman a la vecindad, las confesiones religiosas, organizaciones sociales y las instituciones a trabajar por una sociedad más equitativa y solidaria y se comprometen a seguir configurándose como “comunidades de acogida”.

No les pasa inadvertida a los grupos de ADSIS, Claretianos, Hermanas Pasionistas, ITAKA Escolapios, La Salle, Oblatas y Pohuvipre-Nora la similitud de tantas personas y familias con las dificultades que afrontaron María y José a la hora de encontrar “un espacio digno en Belén para el nacimiento de Jesús”.

Estas siete comunidades cristianas que viven y desarrollan su compromiso en el barrio de San Francisco de Bilbao denuncian “el aumento de personas y familias que duermen en la calle, a las que se les niega el acceso a recursos públicos de urgencia social, que no pueden pagar rentas de usura o que son amenazadas con la expulsión y el desahucio de su vivienda actual”.

En muchas ocasiones se define el barrio muchas veces como pobre, marginal, inseguro…, como ocurre con tantas otras zonas urbanas del Estado. Sin embargo, las entidades cristianas aprovechan para anunciar que “otro futuro es posible y está al alcance de nuestras manos” y destacan los muchos signos de esperanza que también presenta este barrio.

En especial, citan la aparición de “redes de autoorganización, solidaridad y apoyo mutuo”, el compromiso comunitario con los más excluidos y las iniciativas del tejido asociativo como la creación de Ehunka, la Red Comunitaria de Bilbao la Vieja, San Francisco y Zabala o la reivindicación de la creación de un Centro Comunitario.

Es más, reivindican “el derecho a la resistencia, a la alegría y a la esperanza”. “Como seguidoras de Jesús, creemos en un mundo nuevo y, por ello, no cejaremos en nuestro empeño de construir y sostener propuestas e iniciativas que, desde la solidaridad, la cercanía con las personas —especialmente las más excluidas— y la defensa del bien común, construyan un futuro mejor para nuestro barrio”.

Derechos humanos vulnerados

Las comunidades cristianas han querido hacer un llamamiento “desde la perspectiva de la fe que compartimos en el Jesús de Nazaret”, en vísperas de la llegada de la Navidad, a cultivar la esperanza, en medio de la “emergencia social” en la que vive una parte importante del vecindario debido en gran parte a “la vulneración o el no reconocimiento de los derechos humanos y sociales”.

En este contexto, apuntan que “la intervención institucional es claramente insuficiente y no es capaz de revertir estas problemáticas” y critican que muchos de los programas no cuentan con “la participación de las personas y de la comunidad a la que se dirigen”.

También se sienten obligadas reconocer que las propias entidades sociales, a pesar del enorme esfuerzo solidario que realizan, “no siempre cuentan con herramientas adecuadas para hacer frente a esta realidad”.

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Igualmente muestran su preocupación por “la segregación que nuestro barrio” en relación “al resto de la ciudad y “la fragmentación social que existe en su propio interior”, que se expresa en “procesos crecientes de gentrificación, turistificación y especulación inmobiliaria”, creando un “caldo de cultivo para la peligrosa aparición de discursos y actitudes excluyentes y autoritarias que, sin ser todavía relevantes, pueden contribuir aún más a la división social y vecinal”.

A pesar de considerar San Francisco como “un barrio eminentemente multicultural, el mayor de la ciudad”, advierten que los servicios públicos, las organizaciones sociales y la propia comunidad eclesial, no siempre son reflejo esta situación, lo que juzgan “imprescindible para tejer una comunidad con una identidad común compartida, a la vez que enraizada en la rica diversidad existente”.

Ante “el pesimismo y el fatalismo”, reivindican la esperanza, que “nace, en primer lugar, de la lectura que hacemos de muchos signos presentes en la realidad de nuestro barrio” que apuestan por construir, desde la diversidad, proyectos comunes e identidad comunitaria, muestras de la “vitalidad de un barrio que resiste y persiste en su anhelo de un futuro mejor. Un futuro que todas esas personas y organizaciones construyen cada día, mostrando el rostro más ilusionado y esperanzado que no siempre es reconocido social e institucionalmente ni se menciona en los medios de comunicación”.

Las comunidades cristianas han querido mostrar su compromiso con “toda iniciativa que ofrezca herramientas útiles para hacer frente a la pobreza y para construir un tejido  comunitario vivo y solidario” a través de las organizaciones que impulsan y con su participación en las que ya existen y forman parte de las redes asociativas de carácter vecinal y social.

Desde su experiencia comunitaria quieren sumarse a la construcción de comunidades acogedoras e inclusivas, comprometidas con el bien común y con las personas más excluidas y negadas en sus derechos, pero también apuestan por “trabajar en la construcción de lugares de encuentro interreligioso junto a otras comunidades de otras confesiones” , así como de espacios de articulación comunitaria con otras organizaciones e identidades sociales y culturales.

“Nuestra vocación es la de la fraternidad y sororidad humanas, que no conoce de fronteras de ningún tipo”, insisten, y hacen una petición a la comunidad eclesial, para que, “atenta a los signos de los tiempos y comprometida con la esperanza del tiempo de Adviento, renueve su compromiso con las personas y comunidades preferidas por Dios, las empobrecidas y olvida das, y sea capaz de acompañar sus procesos de autoemancipación”.