Gustavo Gutiérrez, amigo y maestro
Conocí a Gustavo cuando tenía alrededor de 10 años. Mis padres me llevaban a los retiros que el Movimiento de Profesionales Católicos (MPC-Perú) –fundada por Gustavo– organizaba en Semana Santa. En esos retiros, me unía a los demás niños y niñas que como yo acompañábamos a nuestros padres y, mientras ellos mantenían un silencio –el cual no entendí hasta mucho tiempo después–, nosotros jugábamos al aire libre. Recuerdo que Gustavo se acercaba a nosotros, rompía el silencio del retiro, nos saludaba por nuestro nombre a cada uno y nos hacía alguna broma.
Años posteriores, al ingresar a la universidad y a la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC-Perú) –fundada también por Gustavo– conocí finalmente a ese hombre tan agradable que se acercaba a saludarme en esos retiros “silenciosos”. En los encuentros nacionales, los retiros de Semana Santa, los cursos de teología de verano…, Gustavo aparecía en la mitad del encuentro y nos daba una de sus charlas magistrales que empezaba, casi todas las veces, con tres puntos en la pizarra, cada punto tenía otros tres subpuntos que Gustavo desarrollaba con una claridad y lucidez –acompañada siempre por algún chiste– que dejaba a todos perplejos.
¡El cuaderno me quedaba pequeño para todos mis apuntes! La cena o almuerzo seguida a la charla de Gustavo servía de debate entre los jóvenes que nos preguntábamos cómo poner nuestras carreras al servicio de los más pobres. En la UNEC, junto a Gustavo, tuve, aún tengo, la dicha de tener grandes amigos y maestros, discípulos de Gustavo, como Andrés Gallego, Luis Fernando Crespo, Consuelo de Prado, Rosa Castro, y Felipe Zegarra de quienes aprendí:
La opción preferencial por el pobre (OPP). En mi primer año en la universidad, en el curso de teología –dictado por Gustavo muchos años antes–, conocí la OPP. Ese mismo año ingresé a la UNEC y aprendí la OPP de la mano de Gustavo, Andrés, y Luis Fernando. Las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano (Medellín, Puebla, Aparecida) eran lecturas obligatorias en la UNEC.
Entender que la pobreza tiene causas estructurales, que la pobreza es muerte temprana e injusta –como decía Gustavo– fue algo tan revelador que aprendí ese primer año, más que los modelos econométricos de la carrera. Más revelador aún fue entender que la razón primera de la OPP viene del Dios en quien yo creo. La OPP viene de Dios, es teocéntrica. Como decía Gustavo en sus innumerables charlas magistrales, el pobre es amado preferentemente por Dios no porque sea bueno, sino porque es pobre.
Entonces, el gran desafío de nosotros, los cristianos, –decía Gustavo– es saber anunciar un mensaje de vida desde el mundo del pobre. En otras palabras, ¿cómo hacer teología desde el sufrimiento?, ¿cómo anunciar el reino de vida en una realidad humana marcada por la pobreza?
Un saber con corazón. Formarse para servir mejor. Saber escudriñar los signos de los tiempos, conocer la realidad social de la pobreza, requiere instrumentos (conocimiento). En la UNEC entendí mi carrera como una herramienta de transformación social. Aprendí a poner mi profesión al servicio de los demás, especialmente de los pobres. Aunque Gustavo se burlaba de los abogados y los economistas porque decía que eran “gente de temer”, decidí estudiar economía, pero una economía al servicio de la vida.
Durante mi militancia en la JEC-España, PX-España, y actualmente, en el MPC-Perú, entendí que las cuestiones de la pobreza y desigualdad no son del Perú ni de Latinoamérica son un problema global. En la actualidad, la pobreza, la educación, y la fiscalidad son los temas de mi trabajo.
Finalmente, Gustavo me enseñó a vivir mi fe no de manera aislada o individual sino en medio del mundo, interpelada por los acontecimientos actuales que me rodea (sean políticos, sociales o económicos). Como él decía, “el quehacer teológico no es ahistórico”. Gustavo me enseñó a ser Iglesia en el mundo y para el mundo.
Desde entonces, en cada país en el que he vivido, lo primero que coloco en mi maleta es mi Biblia Latinoamericana (que recibí al pasar a la militancia en la UNEC) y el libro Teología de la liberación. Perspectivas. Lo segundo que hago al llegar es buscar una comunidad de vida.
Mi militancia en la UNEC, la JEC, el PX y el MPC me enseñó la importancia de la vida comunitaria en el seguimiento a Jesús. Aprendí a vivir mi fe en comunión, y a discernir mi vida y los signos de los tiempos en compañía de otros. Hoy en día, no concibo mi vida sin una comunidad con la que caminar. Como dice Fratelli tutti, “nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. […] Los sueños se construyen juntos”.
Como decía Gustavo en ocasión del fallecimiento de algún compañero o compañera, “que su muerte no nos haga olvidar la buena noticia que fue su vida”. Hoy podemos aplicarlo también a él. Gustavo no estará presente entre nosotros, pero sigue vivo y presente en nuestras vidas, en nuestras comunidades.
¡Hasta pronto, profeta!
Doctora en economía e investigadora en la University of Melbourne. Movimiento de Profesionales Católicos (MPC-Perú)