Vivenciar los cursos de verano

Vivenciar los cursos de verano

Esta pasada semana acababan los cursos de verano de la HOAC. Para la militancia, esta cita viene a ser la última actividad general del curso. Es un tiempo dedicado a la reflexión tranquila en la que nos encontramos con los amigos y amigas, nos ponemos al día, charlamos y conocemos lo que hacen los demás en sus diócesis, lo que viven y animan allí.

También aprovechamos para mantener ricos diálogos, a veces con una gran carga de profundidad que te hace consciente de la hondura y coherencia de vida de nuestra militancia. Este año hemos comprobado además como la fe en Jesucristo nos permite aceptar las dificultades y los dramas de nuestra vida con serenidad, cómo nos apoyamos en los otros cuando la tragedia familiar o diocesana nos toca de cerca.

En esta ocasión hemos hablado de nuestro compromiso en la precariedad laboral, de cómo acompañamos a las personas y los ambientes donde se sufren estas realidades para ayudar en el análisis y la estrategia. En cómo hemos de reclamar derechos haciendo a las personas protagonistas de sus vidas y luchas. El comunicado final recoge en síntesis lo vivido estos días y los retos que nos plantean para subrayar, denunciar, llamar y anunciar.

Son días que nos permiten llegar a los medios de comunicación, extender y difundir lo que somos y hacemos. Lo que anunciamos es un tiempo de esperanza. Nos lo decía Lola Contreras al acabar su intervención. Tenemos esperanza, necesidad de estar cerca de la precariedad y ganas de trabajar por el bien común. José Luis Fernández nos animaba a continuación a disponernos a la danza trinitaria y reconocer que no todo está perdido, que el sistema no nos impide optar por el bien, ni olvidar la dignidad de cada persona que nadie tiene derecho a quitarle.

¿Cómo estamos colaborando la militancia hoacista a hacer esto posible?

Nos lo contaban nuestros compañeros y compañeras cuando hablaban de sus experiencias de compromiso con las trabajadoras del hogar, las personas migradas, la participación en las movilizaciones universitarias en lucha por un colectivo de trabajadores vulnerables, la experiencia de vida con la precariedad, el empobrecimiento y la exclusión de un sindicalista y la de otro militante en la plataforma por el derecho a una vivienda digna. Todas ellas nos hablan de cómo hacer presente hoy que es posible una sociedad diferente. También nos hablan de la necesidad de convertir todo esto en un problema político, de emprender la tarea común que la convierta en un tema de agenda política, de manera que cada realidad llegue a las instituciones que deben generar soluciones para el pueblo.

Acabada la tarea, el papa Francisco nos pide que en este mes de agosto recemos para que los líderes políticos estén al servicio de su pueblo, atendiendo a los que han perdido su empleo y dando prioridad a los más pobres. Habla de “una política que escucha la realidad”. “Sólo podemos avanzar –nos dice– hacia la fraternidad universal con una buena política. La que se preocupa de los desempleados trabajando por el desarrollo humano integral y por el bien común”. Como siempre, nos va marcando el camino, animando nuestra misión.

Han sido días regalados, en los que hemos tenido en cuenta a aquellos militantes que no pueden venir. También a otros que les queda descubrir la importancia de vivir juntos estos días. Seguro que sus compañeros y compañeras que se llevan esta experiencia les harán caer en la cuenta de lo necesario que es vivenciar unos cursos de verano.

Descubrimos que necesitamos este tiempo para contemplar y reflexionar sin prisas, confirmar que estando a la escucha de lo que Dios-Padre-Madre nos pide siempre podemos hacer más –Rovirosa insistía que el Padre no nos pide que lo hagamos todo, sino todo lo que podamos–. Estos cursos nos ayudan a seguir en la entrega que da sentido a nuestras vidas.