Dignidad en el centro

Dignidad en el centro
Foto:| Andres Ramos (vecteezy)

Es un día espléndido de finales del mes de mayo. El camino que lleva desde la plaza de la iglesia al edificio de los servicios sociales del ayuntamiento se hace demasiado largo. Camina cansado; cada tres pasos se detiene para recuperar el aliento. Percibo la desesperanza vital que manifiesta en sus ojos y en sus palabras. Me cuenta que lleva varias noches sin dormir. Se queja de todo y de todos con palabras duras. «Hasta Dios me ha abandonado» –me dice con tristeza. Es enorme su sufrimiento.

Me vienen a la mente las palabras de Jesús en la Cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mc 15, 1-39). Su dignidad social se encuentra profundamente herida, sin horizonte, sin esperanza. Escucho en silencio, conmovida por su estado. Pero, sin pensarlo apenas, me sale: «Tú eres el preferido de Dios». –¿Tú crees?–, me contesta, esbozando una tenue sonrisa.

Guerar tiene 57 años. Llegó a España en 1999. Durante años encadenó contratos precarios. Con lo que ganaba pudo alquilar una pequeña vivienda y vivir en condiciones dignas. En la pandemia pierde su trabajo y un amigo le ofrece una habitación a cambio de cuidar su jardín y limpiar la piscina. En diciembre de 2023 comienza a sentirse mal; ya no puede realizar las tareas que hacía. En febrero su amigo le comunica que debe abandonar la habitación que ocupaba y desde entonces se encuentra en la calle.

Hace 15 días le robaron su mochila con sus escasos enseres y documentos dentro.

En el nº 66 de la declaración Dignidad infinita, del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el papa Francisco nos dice: «A cada persona de este mundo le pido que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a quitarle». Y en el nº 65 afirma que es tarea social esencial «la realización concreta y efectiva de la dignidad humana».

Guerar no ha perdido su dignidad, porque nadie se la puede quitar. Pero, como a muchas personas trabajadoras (millones en todo el mundo) no le ha sido reconocida la realización concreta y efectiva de su dignidad por un sistema cuya prioridad es el beneficio y el bienestar de unos pocos a costa del trabajo y la vida de muchos. En medio de una sociedad de la indiferencia donde el rechazo a las personas empobrecidas alcanza su mayor expresión en la aporofobia cada vez más presente en medio de ella.

En la presentación de la Declaración se dice: «La Iglesia está profundamente convencida de que no se puede separar la fe de la defensa de la dignidad humana, la evangelización de la promoción de una vida digna y la espiritualidad del compromiso por la dignidad de todos los seres humanos».

«No apartes tu rostro del pobre» (Tob 4, 7) nos recordaba Francisco en la profunda reflexión con motivo de la VII Jornada Mundial de los Pobres 2023.

A Guerar le queda un largo y duro camino que recorrer. No estará solo. El verano será largo y tedioso, pero vislumbra la esperanza hacia la recuperación de su salud física, psicológica y espiritual a la que tiene derecho como demanda y exige su inalienable dignidad. Recuperar la alegría de volver a la casa del Padre (Lc 15, 22-23), sintiéndose profundamente amado por Él, le permitirá coger su camilla y echar a andar (Jn 5, 8-9) recuperando la confianza en sí mismo y en los demás; recuperar su salud física y mental le permitirá aportar sus dones a la sociedad y le dará fuerzas para luchar por sus derechos.

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Me animo y te animo, estimado lector, estimada lectora, a aprovechar este tiempo veraniego que se nos regala para contemplar, orar y profundizar en cuestiones esenciales para la vida: ser cada día más conscientes y agradecer y bendecir la realidad de ser portadores de una dignidad que nada ni nadie nos podrá quitar. Orar con Jesús para, con Él, mirar la realidad y descubrir los rostros de las personas que están a nuestro lado y no viven el reconocimiento efectivo de su dignidad, que necesitan brazos y corazones llenos de ternura que les ayuden a bajar de sus cruces y compartir con ellas nuestros bienes materiales, culturales y espirituales (tiempo, dinero, fe, esperanza…).

Profundizar lo que significa y lo que implica que «la defensa de la dignidad del ser humano no tiene su fundamento en la arbitrariedad individual, ni en el reconocimiento social sino en la naturaleza humana común». Y recuperar fuerzas, pasión y entusiasmo para seguir trabajando por el Reino. Para promover una política, una economía, una cultura, una sociedad que ponga en el centro la dignidad de todas las personas, empezando por las más empobrecidas, como hizo Jesús de Nazaret.

No te quitarán la esperanza!

Estás cansado y triste
Desfigurado, sin luz, sin alegría.
u cuerpo encorvado y dolorido
hastío de tu alma ensombrecida.
Duermes al abrigo de la noche
cada vez más oscura y más fría.
No encuentras consuelo.
Se han quebrado los sueños.
Se te desploma la vida.
¡Hasta Dios me ha abandonado!
¡Qué grande y profunda es tu herida!
Y se produce el milagro.
Permites que yo te acompañe
aceptas mi mano, conmigo caminas.
Escucho en silencio tus quejas
y acojo el regalo de dejarme encontrar.
De hacerme más humana, más pequeña
¡Eres preferido de Dios!
La bondad de tu rostro me habla de una Presencia.
De ti brota humilde la esencia
de belleza y de ternura
que toda la historia atraviesa
desde una cruz de madera
y un hombre que abraza el mundo
por amor, crucificado en ella.
La injusticia no puede ocultar
La inalienable dignidad que atesoras,
que nadie te quitará
Porque te viene de Aquél que te ama y que te sueña.
¡No te quitarán la esperanza!
Es duro y largo el camino, peligrosas amenazas
te harán difícil seguirlo.
No estás solo. Cuenta conmigo.

Materiales para orar y profundizar

Orar en el mundo obrero
Marcos 15, 1-39; Lucas 15, 22-23; Tob 4-7.

Publicaciones
Noticias Obreras, nº 1673, mayo 2024. ¿Dignidad infinita? Sí, pero menos (I parte).

Dicasterio para la Doctrina de la Fe
Declaración Dignidad infinita