Chipola, un genio del dibujo y de la amistad

Se nos ha ido “Chipola”, un verdadero artista que con su gran obra gráfica engrandeció distintas publicaciones de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y con su generosidad embelleció, consoló y animó la vida misma de todas aquellas personas que se han asomado a su obra.

Joaquín García Abellán “Chipola” ha sido un genio del dibujo, la ilustración y la pintura, con un talento excepcional que en nada desmerece el de las figuras más grandes de este oficio y de este arte.

En modo alguno, es una exageración propia del cariño que le profesamos, ni de la emoción que sentimos al saber que ya no nos acompañará en este mundo terrenal.

Nos deja, en nuestro caso, huérfanos de su talento y de su buen talante. Nos queda trabajo el compartido y todo un mundo gráfico que nos ayudará a convertir su dolorosa ausencia en un recuerdo agradecido.

Cuando le pedíamos un trabajo, le hablábamos de una “ilustración”, que él llamaba humildemente “chistes” y “monigotes”. Nos preguntaba invariablemente, si nos habían gustado y si se entendían. A veces, nos proponía algo que nos sacaba de nuestras rutinas y nuestras inercias, pero lo defendía con tanta coherencia y convicción que no podíamos sino hacer un esfuerzo más.

Aprendió a dominar las técnicas de la profesión y experimentó con total libertad y creatividad, permaneció fiel a su vocación y atendió humildemente las opiniones ajenas en lo que podían ayudarle a ser todavía más él mismo.

Dibujó, pintó y diseñó para los demás, sin renunciar a su propio espacio creativo para expresar su interior más íntimo y plasmar su mirada más original.

Entregó puntualmente, como el trabajador concienzudo que era, las ilustraciones encargadas por la HOAC tanto para su publicación en las revistas Noticias Obreras y ¡Tú!, además de la desaparecida Nuestro rollo, como para los libros, cuadernos de reflexión y carteles.

Se implicaba incluso en la elaboración del periódico de las asambleas generales de su movimiento, donde sacaba a relucir su ironía y socarronería con la que relajaba a la militancia de la intensidad del programa oficial.

Compartió sus diseños tanto para las publicaciones impresas como para productos promocionales, a veces incluso hasta exigir la mayor destreza posible de artesanos y trabajadores, siempre con la vista puesta en encarnar los más altos ideales, valores y esperanzas en objetos simbólicos de acabados exquisitos.

Disfrutaba retratando a sus amigos y compañeros a los que les regalaba sus creaciones con la ilusión de un niño travieso que espera la reacción de los mayores para prolongar las risas.

Se entregó, ya liberado de los ritmos del día a día, también de la exigencia de seguir la alocada evolución tecnológica, a la pintura, con todo su entusiasmo, para crear cuadros llenos de expresividad, de detalles y de energía para compartir su genial mirada de la realidad.

Aunque suene a tópico, no nos queda otro remedio que reconocer que, si ha sido grande como artista, no ha sido menos como persona. Su familia, sus amigos, sus compañeros y quienes han tenido la suerte de tratarle lo saben bien. Siempre fue honesto e insobornable, afectuoso y abierto, rebelde pero comprensivo. Un enamorado del ideal cristiano, de la utopía compartida, especialmente con los últimos y más necesitados, capaz de sacar una sonrisa en las circunstancias más adversas, de cultivar la alegría más profunda, de inspirar los sueños de una humanidad mejor.

No nos cuesta nada imaginarle, en estos momentos, dibujando a mano alzada un retrato de san Pedro, que está sentado pacientemente ante él como si no tuviera nada mejor que hacer, mientras comenta jocoso con Dios Padre Madre el resultado de cada trazo, y de vez en cuando, dirige miradas sueltas y furtivas en dirección a una paloma traviesa que vuela hacia los preferidos y las preferidas de su amigo Jesús, con el que está deseando charlar sobre posibles reivindicaciones para que se cumpla plenamente la justicia eterna.

Jose Luis Palacios

Redactor jefe de Noticias Obreras