Análisis del mundo en que vivimos y posturas a tomar
Por lo que estamos viendo, ha caído la modernidad fundada en el mecanicismo de Newton, la concepción de la ciencia, y de la realidad, que ha sido fundamento de la Revolución Industrial y del capitalismo.
Vivimos en una época de escepticismo, apenas se cree en nada, se duda de todo, se va a lo práctico, no hay lugar para las ideologías sean de tipo que sean: políticas, religiosas y de cualquier otro tipo.
Se están desintegrando todas las tradiciones culturales occidentales, africanas, asiáticas y culturas indígenas menores. Tanto las realidades y grupos religiosos, como las culturales, tienden a fosilizarse, a hacerse legalistas y dogmáticas, dentro de ellas la humanidad tiene pocas cosas a las que agarrarse, las abandona y busca sus experiencias profundas humanas.
Hasta hace unas décadas la ciencia era la primera y la última palabra. Ahora también está siendo cuestionado el racionalismo científico.
Hay en la sociedad una fascinación por los vampiros, por la magia, lo oculto, lo misterioso. Hay muchos curanderos, brujos, adivinos, maestros de yoga, y otras espiritualidades.
Pero el hecho de la fascinación no quiere decir que la gente crea en estas cosas, simplemente que le gustan, les llaman la atención.
Una cosa muy de nuestro tiempo –y puede ser que de todos los tiempos– es la inseguridad, que está alimentada y promovida por los acontecimientos actuales: guerras, asesinatos, atentados terroristas, violencia institucional, destrucción del medioambiente. Y no digamos de los terremotos, los tsunamis, los huracanes y otras catástrofes naturales, y las fuertes crisis económicas. Y cuando menos nos lo esperamos aparece la covid.
Nos estamos hundiendo lentamente. Hay quien se refugia en la bebida, en las drogas, la pornografía… Otras personas recurren al suicidio. En todo el mundo, cada año se suicidan entre 800.000 y un millón, en España se suicidan alrededor de 4.000 personas al año.
En muchos ambientes de la sociedad y partes de la humanidad, se observa un retorno al pasado. Están apareciendo con fuerza el fundamentalismo cristiano, el islámico, el hindú y el judío. Estos fundamentalismos son utilizados por algunas corrientes políticas, todos ellos tienen, como uno de los recursos principales, la violencia.
Otra respuesta a las aterradoras inseguridades es la aparición de los movimientos neoconservadores. Dejadas a un lado las aspiraciones renovadoras, nuestras sociedades emprenden la vuelta al pasado.
Otra cosa que va apareciendo es la búsqueda de nuevas espiritualidades, tanto en los creyentes, como en los no creyentes. Uno de sus representantes fue el norteamericano Thomas Merton que, después de refugiarse en la espiritualidad monacal y despreciar el mundo en el que vivía, volvió a retomar su compromiso en la construcción de otro mundo distinto. Fue el gran promotor de movimientos pacifistas.
La gente, más que dogmas y contenidos religiosos lo que busca son experiencias humanas de mucha profundidad. Podemos contar con los grupos que optan por el yoga y otras espiritualidades orientales, los movimientos carismáticos y ciertos movimientos evangélicos. Se separa lo que es espiritualidad de la religión, aunque las espiritualidades tienen expresiones religiosas.
Otro de los fenómenos de nuestro mundo es el individualismo, el individuo autodidacta, el estilo de vida autónomo, el tener dinero para desenvolverse de forma autónoma. Se piensa que solo se mantiene la identidad separándose de los demás. Libertad y felicidad se identifican con independencia y autosuficiencia. No se cree que una persona llega a ser persona a través de otras personas: familia, amigos, comunidad a la que se pertenece, sociedad de la que forma parte…
Muchos consejeros, a nivel mundial, orientan a cultivar el ego como el ideal de autorrealización, cuando el único resultado es el egocentrismo que hace perder el contacto con la realidad y ve el bien común como un peligro, como una realidad contraria a los intereses del individuo.
Asistimos actualmente a una globalización del individualismo. El individualismo está destruyendo las culturas más comunitarias. Y, en ciertos ambientes, se va tomando conciencia de que el individualismo narcisista es destructivo. El individualismo produce el súper dogma de la libertad privada y la opción por el disfrute personal por encima de la protección del planeta tierra y del medioambiente.
El individualismo está provocando muchas enfermedades mentales como la angustia existencial, la imposibilidad de mantener relaciones humanas enriquecedoras, y todas las consecuencias del aislamiento y la soledad.
El individualismo globalizado lleva al imperialismo, que no tiene que ver nada con el bien común de una nación, o de una comunidad de naciones. Es el individualismo colectivo.
Nuevas voces
Sin desconocer todo lo positivo de la vida y la historia de la humanidad, toda su belleza, sus avances y su dignidad, podemos concluir que, en la historia de la humanidad, para la mayoría de sus componentes, ha sido la historia del sufrimiento, de la de la opresión y de la destrucción. Le ha ido bien a unos pocos.
Ni las religiones, ni las ideologías, ni los regímenes políticos dan respuesta a la situación en la que se ha vivido y a la que vivimos, y muchas veces lo agravan. Sin embargo las revoluciones, aunque arreglaron muy poco, nos descubrieron que el sistema puede y debe cambiar.
Se han desarrollado las estructuras democráticas, la creencia en los derechos humanos y la lucha por la justicia social, aunque estamos asistiendo a un momento de la historia, de baja conciencia, de insensibilidad y de poca participación, en general. Miramos con alegría el movimiento estudiantil actual por la paz en Palestina, aunque vemos muchas ambigüedades.
Se están superando las estructuras patriarcales, se hacen fuertes acciones para superar el racismo y el apartheid. Hay nuevas voces de campesinos, mujeres, negros, indígenas, pobres, incluso niños. Voces y acciones por el cambio climático, la agenda 2030 y muchas otras realidades y organizaciones que aspiran a otra humanidad.
También en el mundo religioso ha dejado una huella importante y un precedente de peso, la teología de la liberación. Un promotor, más que de la teología de la liberación, de una humanidad nueva, es el papa Francisco de Roma.
Es verdad que miles de millones de personas se quedan fuera de la economía y de la participación en el bienestar de la humanidad. El capitalismo neoliberal ha impuesto su cosmovisión materialista basada en la supervivencia de los más aptos, y fomenta el poder del dinero y de las armas. Estados Unidos tenía en el 2013, 745 bases en 120 países, ahora será posiblemente más. Su pretensión es globalizar su poder imperial.
Pero el imperio está generando una gran oposición y se está desarrollando la valoración y el poder de la paz, la lucha por la justicia, la compasión, las campañas contra la pobreza, el seguimiento de las víctimas del sistema y el movimiento de las mujeres. Hay movimientos mundiales contra la globalización neoliberal. Se exige una globalización desde abajo, desde el bien común universal.
Se camina hacia un desmantelamiento de las estructuras imperiales, del poder y de la dominación a nivel mundial.
Ha cambiado la mentalidad científica mecanicista y dualista que separa la materia del espíritu. Contamos con las aportaciones de la física cuántica, la nueva concepción de la materia y del universo.
Parece ser que el camino iniciado proporciona nuevos horizontes de esperanza. Lo cierto es que nos tenemos que situar de otra manera. Estamos pasando a otra época muy diferente a la que se acaba.
Camino a seguir
Lo hemos hablado varias veces entre nosotros. Parece que el camino a seguir, que se deberá completar con las sorpresas que la vida nos va dando, es el siguiente:
- Acompañar personas y grupo respondiendo a sus necesidades, inquietudes, y tomando nota de hacia dónde apuntan. (Amistad, cercanía, confianza, vivencia de la fraternidad…)
- Emprender procesos de cambio de mentalidad, procesos educativos, en nosotros y en las personas que acompañamos, de acuerdo con los nuevos tiempos y horizontes que va abriendo la nueva época, en esta etapa de la historia de la humanidad.
- Acentuar nuestro compromiso orientado al cambio de estructuras que nos piden los nuevos tiempos.
- Generar experiencias humanas nuevas, dejando a un lado las inercias y los esquemas del pasado.
Consiliario diocesano de la HOAC