Resucitó

Resucitó
Foto | Friedrich (Cathopic)
«Y Jesús nos enseñó sus manos y el costado». «Del hombre miro siempre las manos», decía una canción de Raimon.

Contemplemos, pues, sus manos taladradas: son las manos trabajadoras del Dios-hermano. Miremos su costado: abierto para siempre en pasión de reino, por donde fluye su Espíritu que nos hace hijos del Dios-Amor.

Contemplémonos por un momento a nosotros mismos: veamos también nuestras manos… ¿taladradas por el reino, por la fraternidad universal…? Miremos nuestro costado: ¿abierto por la pasión de libertad, por la opción por los pobres, por implantar la justicia…? Los «Tomases», encerrados en nuestro egoísmo y nuestras cositas, hemos recibido del «aliento» de Jesús el poder de amar hasta el extremo, como Él. Y este poder tiene un inicio elemental: sacarnos voluntariamente del orden injusto que nos envuelve. Como también decía Raimon: «Nosotros no somos de este mundo».

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