La Resurrección: un relato feminista

La Resurrección: un relato feminista

Primero, exponer el texto evangélico de Marcos 16, 1-7 que se proclamó el Sábado Santo donde afirmábamos de nuevo que Jesús había resucitado y que la última palabra en la historia no la van a tener los poderosos, los que se consideran los dueños de la vida y de la muerte, sino el Dios de la vida y de la fraternidad.

«Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”. Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él les dijo: “No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo”».

La Resurrección de Jesús es el gran acontecimiento cristiano, junto a su nacimiento, porque Jesús ha resucitado y son tres mujeres las que viven primeramente esta experiencia trascendental y fundamental. Tres mujeres quienes desde su fe, como seguidoras de Jesús, como discípulas de Jesús, van al sepulcro para embalsamar el cadáver de Jesús, para despedirse de él de una manera digna desde el desgarro por su muerte terrible en la cruz.

Es un relato feminista porque el protagonismo lo tienen estas mujeres que se atrevieron a desafiar al poder de los sumos sacerdotes y del poder romano yendo al sepulcro y no se escondieron como sí hicieron sus discípulos. El gesto supone guardar sus miedos porque podía caer también sobre ellas la represión a ir a embalsamar el cadáver de un rebelde, de un revolucionario que había puesto en jaque al poder religioso-económico y al poder político. Podían ser detenidas, violadas, torturadas y ejecutadas. El amor a Jesús, su fe en el mensaje de Jesús les hizo ponerse en marcha y dio paso al inicio de la gran esperanza cristiana. Fueron las mujeres, estas creyentes las que abrieron nuevamente ese camino de salvación y liberación, que había quedado sepultado con la muerte de Jesús. Los hombres estuvieron ausentes.

¿Cómo es posible con este protagonismo de las mujeres tan decisivo en el desarrollo de la fe y todo lo que supuso posteriormente no haya tenido una repercusión coherente con lo que se vivió? Se nombra muy poco este papel fundamental de la mujer en la Resurrección y enseguida se da todo el protagonismo a los hombres, a los que estaban escondidos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Las mujeres fueron a buscar a Jesús, en cambio, los hombres huyeron.

Desde la lógica evangélica deberíamos haber llegado ya al sacerdocio de la mujer porque Dios da el mismo protagonismo en la fe tanto a las mujeres como a los hombres. El machismo eclesiástico ha impedido esta realidad, basada tristemente en la desigualdad entre hombres y mujeres, en considerar que las mujeres no tienen el pleno derecho en nuestra Iglesia, con lo que conlleva de inferioridad y desvalorización.

Desde aquí mi apoyo a ese movimiento de “La Revuelta de las Mujeres en la Iglesia” y que se consiga pronto la plena igualdad. Y, pedir perdón por nuestros macro y micromachismos tanto en la vida social como eclesial.