Gaza en ruinas
A las cotidianas imágenes desoladoras de Gaza se le suman ahora las cifras que certifican la destrucción de esta región de Palestina, reducida, prácticamente, a escombros.
Diversas organizaciones internacionales contabilizan entre octubre de 2023 e inicios del presente abril 32.600 palestinos muertos (70% mujeres, niños y niñas), 75.000 heridos, 1,9 millones de desplazados y unos 17.000 menores separados de sus familias.
Un nuevo análisis conjunto del Banco Mundial y las Naciones Unidas, elaborado con el apoyo de la Unión Europea y publicado como Informe de Evaluación Provisional, cuantifica los costos resultantes de la acción militar de Israel en Gaza desde octubre 2023 hasta fines de enero de 2024: “unos 18.500 millones de dólares” de pérdidas, equivalente al 97% del Producto Interno Bruto (PIB) combinado de Cisjordania y Gaza para 2022.
Según este análisis, ese impacto negativo golpea a todos los sectores de la economía. “La vivienda representa el 72% de los costos. Las infraestructuras de servicios públicos, como el agua, la salud y la educación, representan el 19%, y los daños en edificios comerciales e industriales, el 9%”. El PIB de Gaza cayó un 86% en el último trimestre de 2023 y el nivel de desocupación oscila alrededor del 75%.
Dramático reconocimiento: “En varios sectores, el ritmo de los daños parece estar estabilizándose debido a que son pocos los activos que permanecen intactos”. Es decir, prácticamente ya no queda nada que pueda destruirse, como lo evidencian los 26 millones de toneladas de escombros producto de los incesantes ataques militares contra la Franja. Lo que supone que, una vez finalizada la agresión bélica, se necesitarán varios años para la remoción de escombros y la limpieza de terreno, punto inicial de cualquier plan de reconstrucción.
Sufrimiento a gran escala
Por otra parte, entre el 25 de febrero y el 15 de marzo más de 2 millones de gazatíes padecieron niveles agudos de inseguridad alimentaria, correspondientes a la fase superior (3) de la Clasificación Integrada de las Fases de Seguridad Alimentaria (CIF). De ese total, unos 677.000 experimentaron inseguridad alimentaria catastrófica (fase 5), definida por la falta de alimentos y hambre, así como por el agotamiento de las capacidades humanas para hacer frente a la situación.
La infraestructura ligada al agua y el saneamiento (con solo un 5% de funcionamiento respecto de los niveles anteriores a octubre de 2023) está prácticamente colapsada y la población depende casi exclusivamente de raciones limitadas para subsistir. Se calcula que el suministro actual disponible es de unos 3 a 7 litros diarios per cápita.
Según el Banco Mundial y la ONU, más de un millón de personas carecen hoy de una vivienda y el 75% de la población se ha visto obligada a desplazarse. “Los efectos catastróficos cumulativos sobre la salud física y mental han impactado con mayor dureza a las mujeres, los niños, los ancianos y las personas con discapacidades, y se prevé que los más pequeños padecerán consecuencias de por vida”.
Con el 84% de las instalaciones sanitarias dañadas o destruidas y la falta de electricidad y agua para el funcionamiento de las estructuras sanitarias todavía en pie, los habitantes de Gaza casi no tienen hoy acceso a atención médica.
En este escenario desolador, con la destrucción de más de un 90% de las principales carreteras, el apagón eléctrico casi total desde el inicio de las hostilidades y la constante presión militar israelí, se hace muy difícil la entrega de ayuda humanitaria a la población.
Una infancia martirizada
En cuanto al sistema educativo, el Informe señala que el mismo se ha derrumbado por completo, afectando a sus 625.000 estudiantes y 22.564 profesores. Para un estudiante gazatí de 15 años, el actual conflicto es el quinto que ha debido soportar en su vida y el más devastador de todos.
Los daños a la infraestructura educativa ascienden a 341 millones de dólares. Cincuenta y seis escuelas quedaron totalmente destruidas y otras 219 sufrieron daños parciales. Muchos de los centros escolares restantes se están utilizando como refugios para desplazados internos.
De mal en peor
La conmoción actual de la economía de Gaza como consecuencia del conflicto agrava una historia por demás compleja. Antes de esta última fase del conflicto, los bloqueos israelíes contra Gaza y las recurrentes crisis económicas ligadas a la situación de dependencia de esa región causaron niveles persistentemente altos de pobreza, desempleo y bajo desarrollo económico.
En vísperas de este último conflicto, 63% de la población vivía en la pobreza y 8 de cada 10 personas recibían algún tipo de ayuda. Las alarmantes tasas de desempleo alcanzaron el 45,1% en septiembre de 2023 (59.5% de los jóvenes afectados). El régimen de bloqueos impuestos por los israelíes limitó gravemente el flujo de personas y mercancías, la actividad del sector privado y el acceso a la financiación.
Aun cuando la agricultura seguía ofreciendo oportunidades de empleo y proporcionando alimentos a una parte substancial de la población, de todos modos, ya enfrentaba numerosos retos, como el acceso limitado a tierras cultivables, recursos hídricos, fertilizantes y otros insumos, así como restricciones a la circulación.
Aun antes del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás atacó a Israel, más de la mitad de sus habitantes ya dependían estructuralmente de ayuda alimentaria externa. Alrededor de 1.5 millones en la Franja cuentan con el estatuto de refugiados e históricamente han recibido educación, sanidad, beneficios por pobreza, empleo y otros servicios de la Agencia de Naciones Unidas para la Población Refugiada de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, su sigla en inglés), hoy fuertemente cuestionada por Israel.
A fines de enero, las autoridades israelíes denunciaron que una docena de empleados de la UNRWA había participado en los ataques terroristas de Hamás el 7 de octubre con el saldo de más de 1100 muertes y 120 secuestrados.
Aunque la UNRWA los cesanteó de inmediato, Israel continuó aumentando su presión internacional para que los Estados miembros de la ONU suspendieran sus contribuciones monetarias a esta agencia. La UNRWA vivió entonces un verdadero calvario. En las últimas semanas dicha sanción se ha ido destrabando debido a que varias naciones de la Unión Europea, además de Canadá y Suecia, reiniciaron su asistencia financiera luego de una suspensión temporal desde fines de enero. El 2 de abril Japón anunció que reinicia su contribución a la UNRWA. De esta manera se ha ido consolidando la tendencia internacional a renovar el apoyo financiero a la agencia onusiana aun cuando se continúa investigando la presunta participación terrorista de doce de sus empleados.
Drama humanitario
Según un reciente informe de UNRWA España, entre el 1 y el 30 de marzo un promedio diario de 159 camiones con ayuda humanitaria ingresó a Gaza. Cifra que sigue muy por debajo del objetivo de 500 camiones por día. Debido a la presión militar israelí, este flujo de ayuda humanitaria es muy insuficiente en relación con las necesidades reales.
“Los impedimentos al acceso siguen comprometiendo gravemente la capacidad de los agentes humanitarios de llegar a la población de la Franja”, acota el informe. Por su parte, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) estima que, desde el 1 de marzo, las autoridades israelíes han rechazado el 30% de las misiones de ayuda humanitaria al norte de Gaza.
A pesar de los cuestionamientos de Israel, el desempeño de la UNRWA, que cuenta con 30 mil empleados, impidió que el enorme drama humanitario empeorara. Desde el 7 de octubre, esta organización distribuyó harina a más de 1.8 millón de personas y paquetes de alimentos de emergencia a otras 600.000. Además, brindó atención a casi 3.6 millones de pacientes en centros de salud. El último año, 173 empleados y funcionarios de esta agencia onusiana murieron debido a los ataques militares israelíes. Hacen parte de los más de 200 funcionarios internacionales muertos por las acciones militares israelíes desde el inicio del conflicto. El último caso que continúa a conmocionar a la comunidad internacional fue el asesinato el pasado 2 de abril de siete cooperantes internacionales de la organización humanitaria World Central Kitchen (WCK) abatidos por bombas del ejército israelí, a pesar de estar debidamente identificados y haber comunicado el trayecto del convoy a los jefes militares que controlan la zona.
Al 30 de marzo, casi 1.7 millón de personas desplazadas se encuentran alojadas en refugios de emergencia de UNRWA o en las proximidades de los refugios y sitios de distribución de UNRWA.
¿Acaso una Gaza en ruinas significa el fin de una Palestina independiente? La historia resistente de la población palestina desde hace décadas no augura que la opción bélica de Israel pueda ponerle fin a un histórico proceso de autodeterminación en marcha. Aún a pesar del tono exacerbado y la agresión continua de miles de colonos israelíes –con el apoyo oficial– cuyo fundamentalismo obstaculiza aún más la solución negociada.
Aunque la situación actual se proyecta apocalíptica sobre la Franja es probable que a mediano plazo prevalezca un nuevo horizonte. De hecho, en paralelo al enorme drama humanitario que Gaza vive hoy, están resurgiendo con más fuerza voces de la comunidad internacional que insisten en la necesidad de una solución política para esta zona conflictiva. Y que también exigen el respeto a los acuerdos de Naciones Unidas que reconoce la existencia de un Estado palestino en un Medio Oriente donde haya lugar para todos.
Periodista