Crónica de la tercera asamblea de cristianos y cristianas de Bizkaia

Crónica de la tercera asamblea de cristianos y cristianas de Bizkaia

El pasado martes, 16 de abril, más de medio centenar de cristianas y cristianos de la Iglesia de Bizkaia se reunieron convocadas por la HOAC de Bizkaia, Ostargi, Comunidad Andramari de Atxeta, Comunidad Cristiana de Ibarrekolanda, Berpiztu, Betania LGTBI y Comunidades Adsis de Bizkaia, y con el apoyo de otros movimientos apostólicos, comunidades y grupos de referencia.

Es el tercer encuentro en el último año de lo que poco a poco va a siendo un espacio con forma y sentido. En él se dialogó sobre una experiencia y once propuestas concretas para ir avanzando hacia una comunidad cristiana corresponsable, evangelizadora y sinodal, al estilo de la de Jesús de Nazaret.

El Centro Berri Ona

La experiencia que se presentó fue la del centro Berri Ona, ubicado en Vitoria-Gasteiz. Un centro diocesano que pretende ser una presencia de Iglesia más fresca y accesible en medio de la sociedad. No es una parroquia y no se administran en él sacramentos. Físicamente es una lonja a pie de calle en una zona de expansión de un barrio de la ciudad.

En torno al centro se ha constituido un pequeño grupo de personas –en el que participa un presbítero de la diócesis en pie de igualdad con el resto– que hacen de “motor” para su cuidado y funcionamiento y que promueve, junto a otras que acuden de forma habitual o esporádica, un programa anual con actividades variadas que surgen de intereses o necesidades expresadas por personas o colectivos sociales del entorno.

Algunas de esas actividades son del ámbito de la espiritualidad cristiana, otras tienen un planteamiento abierto a diferentes sensibilidades e identidades y un buen número son iniciativas plurales de reflexión, formación, lectura compartida de la realidad y promoción del diálogo desde la apertura y diversidad.

Mantienen una relación fluida con los espacios de dinamización social de la zona, unos públicos y otros generados por la ciudadanía, y las personas que acuden a él, aun siendo de origen variado, generalmente son de edad mediana, algunas participantes en espacios y movimientos eclesiales y otras, la mayoría, personas que se han ido alejando de espacios explícitos de Iglesia.

Berri Ona es, por lo tanto, una presencia de la Iglesia que se presenta de una forma diferente a la habitual, que pretende dialogar con la ciudadanía de hoy desde la cercanía, apertura y pluralidad, y que se organiza internamente en pie de igualdad a partir del encuentro de personas que asumen diferentes funciones y tareas.

Tras el dialogo sobre esta experiencia, se procedió a comentar y valorar por bloques el impacto pastoral y la viabilidad de las once propuestas presentadas por la comisión encargada de preparar y organizar esta III Asamblea.

El cobijo de los sin techo, pasar de parroquias a comunidades parroquiales y los diferenciados círculos de pertenencia comunitarios

El primer bloque, estuvo formado por las cuatro primeras propuestas que recordamos seguidamente:

1.- Dedicar una parroquia desocupada para cobijar personas sin techo.

2.- Poner en funcionamiento y primar comunidades de libre adhesión, sinodales y corresponsables,  dirigidas  por  equipos  de ministerios  laicales  elegidos  por  las  propias comunidades

3.- Desarrollar en estas comunidades diversos ministerios: ministerio o servicio laical de la evangelización, la palabra y el anuncio; el de la celebración, la oración y la liturgia y el de la caridad y la justicia.

Serían en régimen de voluntariado, por discernimiento y libre elección comunitaria y por tres años renovables a otros tres y serán nombrados y enviados por el obispo o su delegado. Además, dos personas coordinadoras, una responsable de coordinar el equipo, y las relaciones exteriores de la comunidad y otra responsable de la economía y la infraestructura necesaria.

4.- Pueden articularse diversas fórmulas para comunidades que estén en camino hacia esta fórmula con  su propio plan pastoral o para otro tipo de  relaciones que  conforman  los escalonados círculos de diferenciada pertenencia eclesial existentes: los dominicales, los ocasionales, la religiosidad popular, los alejados, etcétera

En la primera de estas propuestas se indicó que, quizá, sería mejor proceder de manera más modesta, como ya se estaba haciendo en algunas comunidades parroquiales. Según dicha experiencia, no era necesario profesionalizar este servicio ni dedicar una parroquia en exclusiva para ello. Bastaría con que algunas parroquias habilitaran algunos de los locales que tienen infrautilizados e implicar a un grupo de voluntariado.

Con respecto a las restantes propuestas de este primer bloque se indicó que la creación de tales equipos ministeriales no era algo ilusorio sino, más bien, algo que ya estaba haciéndose en otras diócesis europeas e incluso españolas. Y que se estaba haciendo de maneras diferentes y adaptadas a cada circunstancia eclesial. Se clarificó, igualmente, que la apuesta pretendía ir pasando de parroquias en decadencia a nuevas comunidades de matriz parroquial con diferentes círculos de pertenencia ya que la actual apuesta por las unidades pastorales se venía efectuando en función del reducido y decreciente número de presbíteros, apostando por impulsar colectivos celebrativos en los que no se garantizaba la creación y promoción de comunidades de libre adhesión y condenando a la extinción los pequeños núcleos comunitarios existentes en parroquias tradicionales, ya sea porque eran numéricamente pequeñas o con dificultades de pervivencia económica.

Nuevo modelo de cura y corresponsabilidad de los bautizados y bautizadas en el gobierno de la Iglesia

En un segundo bloque se presentaron y se dialogó sobre las siguientes cuatro propuestas que, nuevamente, recordamos:

5.- Nuevo tipo de presbítero, apostólico, misionero, e itinerante, a quienes se confían comunidades de libre adhesión, sinodales y corresponsables y sus equipos ministeriales y de coordinación.

Además, atenderán la comunión entre todas las comunidades y diversas fórmulas de pertenencia eclesial. El proceso formativo para estos presbíteros se hará en las nuevas comunidades y en espacios de encuentro y coordinación conjuntos.

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6.- Todos los consejos, tanto comunitarios o parroquiales como diocesanos, serán, no sólo consultivos, sino codecisivos, mediante mayorías cualificadas Se regulará la legítima objeción del obispo o del presbítero, referida a decisiones fundamentales que afecten a la unidad de fe y la comunión eclesial.

7.- Facilitar una mayor presencia del laicado y –cuanto antes, paritaria– de las mujeres en los puestos de gobierno y dirección no solo de las comunidades de libre elección, sinodales y corresponsables, sino también de la diócesis.

Se harán consultas claras y transparentes para los diversos cargos, incluidos vicarios o “delegados y delegadas del obispo”, en vicarías o “territorios pastorales”, hasta ahora reservados en exclusiva a los ministros ordenados.

8.- Se propondrá, debatirá y votará que el obispo diocesano presente ante la Santa Sede la voluntad de nuestra iglesia local de intervenir en el nombramiento de sus obispos, solicitando ser una de las diócesis a la que se aplique la segunda parte del canon 377 & 2: el Papa “confirma a los que han sido legítimamente elegidos”.

En el diálogo habido se enfatizó en la importancia y necesidad de un nuevo modelo de presbítero, tal y como se formula en la propuesta. Hubo quien recordó –enfatizando la importancia de la calidad y no del número– las palabras de un obispo de la década de los ochenta del pasado siglo: en mi diócesis sobran 100 curas y se necesitan 10. Y también se insistió en su formación en medio de la vida de las comunidades.

Igualmente se recordaron los nombramientos de religiosos, laicos y laicas en la diócesis de Lausana, Ginebra y Friburgo como vicarios territoriales o, mejor dicho, como representantes del obispo (no vicarios) en los territorios pastorales (no vicarías). No era una propuesta disparatada. Ya se estaba haciendo en esta diócesis. Pero no solo en ella.

E, igualmente se dialogó sobre la urgencia en que los diferentes consejos fueran codecisivos, salvando (y regulando) la legitima reserva del obispo y de los párrocos o moderadores pastorales por razón de su responsabilidad en garantizar y promover la unidad de fe y la comunión eclesial.

Asamblea diocesana, bendiciones de parejas LGTBI y homilías dominicales

Finalmente, hubo un tercer bloque en el que se agruparon las tres últimas propuestas, dialogándose posteriormente sobre las mismas:

9.- La diócesis celebrará cada cuatro años una asamblea diocesana codecisiva y deliberativa, regulándose la responsabilidad del obispo de cuidar la unidad de fe y la comunión eclesial.

10.- Las parejas LGTBI que así lo deseen, serán acogidas en nuestras comunidades, siendo posible que su unión sea bendecida mediante una celebración propia.

11.- Los laicos y las laicas –oportunamente capacitados y elegidos para ello por las comunidades de libre adhesión, sinodales y corresponsables– podrán  participar, con  el presbítero o solas, en la homilía dominical.

Las intervenciones habidas recordaron, con ironía y buen humor, que ya había llegado el tiempo de celebrar una, puesto que ya habían pasado 40 años desde la última asamblea celebrada. No estaría de más seguir, al menos en lo que se refiere a tal cadencia temporal, al Athletic de Bilbao… Esta diócesis necesitaba una Asamblea diocesana como agua de mayo. Solo faltaba que el obispo viera y asumiera esta necesidad.

También se informó del encuentro habido entre miembros del grupo LGTBI pertenecientes a cristianos y cristianas de Bizkaia con el obispo de Bilbao para precisar cómo pretendía implementar la Declaración Fiducia supplicans y su doble respuesta a esta solicitud: que se le denunciaran las personas, instituciones o colectivos con comportamientos o actitudes homofóbicas en la diócesis y que no iba a promover la bendición ritual de parejas homosexuales o divorciadas y casadas civilmente.

Finalmente, se comentó que ya había parroquias en nuestra diócesis, y en otras, en las que algunos laicos y laicas intervenían en la homilía dominical; que se trataba de reforzar y normalizar, allí donde se diera, esta praxis.

Votación, aprobación y encuentro con el obispo

Tras este diálogo y, una vez evaluadas personal y colectivamente, su impacto y viabilidad pastoral  con una singular metodología, las propuestas fueron sometidas a votación, siendo aprobadas todas ellas.

También se aprobó que la comisión organizadora de la III Asamblea contactara con el obispo de la diócesis para comunicarle el resultado de la misma y solicitar saber cuál de las propuestas, estaba dispuesto a apoyar y alentar proactivamente; cuáles se limitaría  consentir y tolerar y cuáles no estaba dispuesto a aceptar y por qué razones.

Latía en esta propuesta la última consideración recogida en el texto presentado por la Comisión organizadora de esta III Asamblea: “Algunas propuestas que se ofrecen son posibles no solo porque una buena parte de ellas se vienen realizando en otras iglesias locales, sino, sobre todo, porque, desarrollando el actual  Código de Derecho Canónico, pueden ser de Derecho Diocesano si el obispo de nuestra diócesis –según los casos– las ratifica, impulsa o gestiona ante la Santa Sede”.

Y tras otras informaciones, se dio por concluida, después de más de 2 horas y media, la III Asamblea, quedando en volver a vernos en la IV Asamblea.