Carmen Madorrán Ayerra, filósofa: «Necesitamos relatos del mundo sostenible y justo que lo hagan deseable»
Carmen Madorrán Ayerra es profesora en el Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid, colabora con la revista Papeles de FUHEM. Ha escrito Necesidades ante la crisis ecosocial. Pensar la vida buena en el Antropoceno.
¿Qué se entiende por buena vida en una época en que la humanidad se está acercando a los límites biofísicos de la Tierra?
Esta es una de las grandes preguntas que es inevitable seguir haciéndonos: ¿cómo vivir vidas buenas en este contexto? En el contexto de un planeta finito, con recursos limitados, herido, en el que estamos exigiendo más energía, recursos y materiales de lo que se puede regenerar y generando deshechos muy por encima de lo que son capaces de absorber los sumideros. ¿Qué vidas buenas son posibles y para cuántos? ¿Qué cantidad de la humanidad puede aspirar a una vida buena, que merezca la pena ser vivida?
Hay distintos tipos de repuestas. Me interesa, más que definir sustantivamente qué es una vida buena para todos, como si hubiera una única manera de entenderla, operar indirectamente, apelar a las condiciones indispensables sin las cuales ningún tipo de vida buena es posible. Para esto, la noción de necesidades humanas, otros hablan de capacidades, bienes básicos y hasta de derechos humanos, podría servir. ¿Qué límites, qué mínimos tenemos que cumplir, qué no pueden faltar para que cada cual persiga luego su concepción de vida buena y cómo hacemos en un mundo finito con recursos limitados para que todo el mundo pueda alcanzarlo? Esta sería una aproximación posible.
¿Cómo se puede distinguir lo que es una necesidad de un deseo?
No es fácil hacer la distinción, hay muchas teorías que en realidad no sirven de mucho. Sí creo que es posible y conveniente hacer la diferenciación entre necesidades y deseos. Fundamentalmente, para deslindar los deseos de otra cosa que podrían ser privilegios. Basta pensar en que hay deseos que solo podemos satisfacer una parte exigua de la población mundial, y lo hacemos a costa de que haya otros que no satisfagan ni las necesidades más básicas. Somos seres necesitados, sin duda, pero también debemos cultivar otra faceta, la autocontención de la que habla muchas veces el filósofo Jorge Riechmann: ser capaces de poner en relación y bajarnos del pedestal, sobre todo en los países enriquecidos del planeta.
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Redactor jefe de Noticias Obreras