Internet en manos de mastodontes. La brecha digital, reflejo del sistema mundial hegemónico

Internet en manos de mastodontes. La brecha digital, reflejo del sistema mundial hegemónico
FOTO | Una cineasta congoleña edita una película en su portátil junto a su casa en el campo de refugiados de Kakuma, en el norte de Kenya. ©ACNUR/Tobin Jones
Más teléfonos celulares y más conexiones de Internet. Sin embargo, el sueño de un planeta conectado al servicio de todas y todos parece irrealizable.

La brecha digital separa regiones y grupos etarios en una realidad global en la que tres de cada cuatro personas mayores de diez años poseen un teléfono celular. Sin embargo, solo un 65% logra acceder a la red.

En septiembre pasado, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) informó que 2.600 millones de personas, alrededor de un tercio de la población mundial, todavía en 2023 carecen de acceso a Internet. Según swissinfo.ch, la principal plataforma helvética de información, esta cifra supone una ligera reducción con respecto a los 2.700 millones el año anterior. En ambos casos, se trata aproximadamente de la mitad de los 5.400 millones que ya se encuentran conectadas, “el mayor número de personas con acceso en la historia”. Sin embargo, a pesar de este logro, las tendencias actuales no garantizan el objetivo de una conectividad “universal y significativa” para el año 2030.

A fines de noviembre, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), la organización de las Naciones Unidas dedicada al tema, comentó que “los últimos datos sobre conectividad mundial muestran un crecimiento, aunque persisten las brechas”. El análisis del tráfico de Internet y la cobertura de red 5G, la más veloz de uso doméstico, dejan al descubierto las marcadas diferencias entre los países de ingresos altos y los de ingresos bajos.

Según “Hechos y Cifras”, la publicación de referencia de la UIT, el “progreso constante pero desigual en el ámbito de la conectividad mundial a través de Internet” confirma la realidad de desigualdades significativas a nivel global.

En su análisis, pionero del uso de datos de Internet, la UIT comprobó que en 2022 los servicios de banda ancha fija (la que predomina en las oficinas y los hogares) representaron más del 80% del tráfico mundial, superando con creces las redes de banda ancha móvil. En los países de bajos ingresos, y debido a los elevados precios y la falta de infraestructura, la población solo cuenta con un abono de banda ancha fija por cada 100 personas.

Los costos siguen siendo un obstáculo importante a la conectividad y un factor fundamental de esta brecha digital mundial. En las economías de bajos ingresos, el precio medio de un abono básico de banda ancha móvil representa el 8,6% del salario medio, mientras que en los países de altos ingresos tan solo el 0,4%. En otras palabras: aproximadamente 22 veces más caro.

Tráfico de Internet: revelador de desigualdades

Por otra parte, según el informe de la UIT, en los países “pobres” el número de personas conectadas a la red no solo es menor; también utilizan menos datos, “por lo que no están aprovechando plenamente el potencial de la conectividad o los beneficios de la transformación digital”.

“Hechos y Cifras” 2023 subraya que esta desigualdad global también se verifica en el uso de la red telefónica móvil 5G, lanzada en 2019, y que en el presente cubre casi un 40% de la población mundial. Sin embargo, y al igual que lo que sucede con el tráfico de datos de Internet, mientras que en los países de ingresos altos abarca un 89% de la población, en los países de bajos ingresos es prácticamente inexistente. En gran parte de los países de menos recursos, la red móvil 3G, mucho menos potente que la 5G, suele ser el único medio para conectarse telefónicamente y acceder a Internet. La situación se agrava cuando se considera que la red 3G no es suficiente para acceder a todas las ventajas de la tecnología digital, como los diagnósticos médicos a distancia o el aprendizaje en línea. En cuanto al servicio 4G, aun cuando sigue ofreciendo una vía efectiva para la conectividad, solo llega al 39% de la población en los países de ingresos bajos.

Fractura regional profunda

Los 5.400 millones que utilizan Internet ejemplifican un mapa propio de las grandes desigualdades geográficas. En Europa, la Comunidad de Estados Independientes (9 de los que fueron parte de la Unión Soviética) y las Américas, alrededor del 90% de la población tiene acceso al internet. Porcentaje que se reduce a menos del 70% en los Estados Árabes, Asia y el Pacífico. Y que cae abruptamente a tan solo un 37% en África.

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Las diferencias de acceso no solo dependen de características regionales, sino también de género y edad. A nivel global, el 70% de los hombres utilizan Internet, frente al 65% de las mujeres (en ambos casos, estos porcentajes suponen un leve aumento con respecto a 2022).

Por otra parte, los jóvenes están más conectados que el resto de la población. En 2023, el 79% de las personas entre los 15 y los 24 años utilizó Internet, aproximadamente 14 puntos porcentuales más que el resto de la población. Por último, el 81% de la población urbana tiene acceso, aproximadamente 1,6 veces más que la población en áreas rurales.

Más allá de porcentajes y cifras

Mientras que la UIT le da seguimiento al desarrollo técnico de la conectividad mundial, la Conferencia Internacional sobre Teoría y Práctica de la Gobernanza Electrónica (International Conference on Theory and Practice of Electronic Governance, o ICEGOV), promueve la reflexión conceptual de fondo para avanzar hacia un conocimiento digital equitativo e inclusivo.

En septiembre pasado, el Programa Información para Todos de la UNESCO (PIPT) y el Centro Regional de Estudios sobre el Desarrollo de la Sociedad de la Información (Cetic.br|NIC.br), con el apoyo de la oficina de la UNESCO en Montevideo, organizaron conjuntamente una mesa redonda y un taller en Belo Horizonte, Brasil, en el marco de la ICEGOV 2023. El tema central de estos eventos simultáneos fue la necesidad de políticas basadas en evidencia para cultivar una sociedad del conocimiento digital equitativa e inclusiva, con especial atención a la región de América Latina y el Caribe.

En octubre de 2024 la ICEGOV realizará su próxima conferencia internacional, esta vez en África del Sur, bajo el título “Confianza y gobernanza digital ética para el mundo que queremos”. La misma será parte de un proceso de reflexión que en los últimos 16 años ya ha promovido encuentros similares en 13 países en todos los continentes.

Iniciativas y procesos en marcha que, si bien enriquecen la reflexión, siempre se confrontan con realidades condicionantes muy concretas, como el monopolio del tráfico global de Internet. En 2022, según la Revista Byte TI, más de la mitad (56%) de este tráfico estuvo en manos de seis gigantes tecnológicos: Google, Facebook, Netflix, Amazon, Microsoft y Apple. El blog especializado Cloudflare señaló que, a fines de 2023, y a pesar del decline en popularidad de Netflix, esta lista se ha expandido a diez debido a la incorporación de otros cinco gigantes: TikTok, YouTube, AWS, Instagram, e iCloud.

Dicha concentración es alarmante, y no solo por la cantidad de información en tan pocas manos. También por la enorme diversidad de sectores donde impera, ya que prácticamente abarca todas las categorías más críticas y relevantes de servicios en línea: desde la IA generativa (en plena expansión tras el lanzamiento de ChatGPT en noviembre de 2022) hasta las redes sociales, pasando por el comercio electrónico, la transmisión de video, noticias, mensajería, metaverso y videojuegos, así como servicios financieros y de criptomonedas.

De esta rápida radiografía surgen dos constataciones: el volumen fundamental y el control de Internet está en manos de un puñado de grandes empresas transnacionales (en su mayoría, monopólicas), las cuales controlan un abanico de actividades tan esenciales como decisivas para el funcionamiento diario de la humanidad, con énfasis en productos rentables. Por consiguiente, la brecha digital se corresponde con una forma de organizar la arquitectura económico-financiera mundial. De ahí, también, un punto de tensión irresoluble: ¿en qué medida se puede imaginar un Internet (y un mundo digital) equitativo e inclusivo, esencial incluso para la educación y la formación humana, si es controlado por actores monopólicos con sus propias lógicas y objetivos de rendimiento empresarial?