Nube de testigos
El 31 de marzo fallecía José, hermano de Manuel Martínez Alaminos, consiliario diocesano de Sevilla. También en marzo Ladislao Velasco Martínez, padre de Iñaki Velasco, militante de Canarias, que fue militante de la JOC de Bizkaia en su juventud.
El 21 de abril, moría el padre de José Andrés, militante de Burgos y el 14 de mayo moría la madre de Julio Ruiz, militante de Ciudad Real. También en este mes, el 22, Mari Luz, madre de Juan, consiliario diocesano de Santiago. Y el 29, el padre de Rafa Nogués, militante de Zaragoza.
El 30 de mayo, fallecía el padre de José Delgado, militante de Córdoba. El 16 de junio moría José Luis Gómez, militante de León, y el 27 Santiago Añó, que fue delegado de Noticias Obreras.
El 13 de agosto muere Eli, militante de Burgos, y también en agosto, el día 21, muere Joaquín Carrasco, antiguo militante en Sevilla y Badajoz.
En septiembre, el 8, muere Teresa Peña, madre de Maite Valdivieso, militante de Bilbao. El 21, Antonio Belgrano, antiguo militante de Málaga (con más de 90 años), el 24 Marysol Duarte, madre de Jorge Hernández, consiliario general de la HOAC, militante de Canarias. El 25, Rafael Castilla, padre de Paqui Castilla, militante de Ciudad Real. Y el 25, Santiago Alonso, militante de la diócesis de Palencia.
El 8 de octubre muere Rosario Blasco, madre de Juan Díaz, militante de Málaga y presidente de la Zona de Andalucía
Espontáneamente me sale del corazón darle gracias a Dios por sus vidas, regalo para la gente que les rodeaba, familia, la HOAC y la Iglesia. Quizás la serie El ministerio del tiempo nos ayude a entender que hubiera pasado si no hubieran nacido. Se me hace un nudo en la garganta, quienes nos rodean nos configuran, somos historia rodeada de personas que nos ayudan a hacernos. Agradecimiento al Dios de la vida, al Padre/Madre de la ternura y misericordia, al «Dios de vivos y no de muertos» (Mt 22, 32).
La resurrección hace cercana «esa ingente nube de testigos» (Heb 12, 1) porque viven y viven mucho más que en nuestra corta y precaria memoria, porque ese Dios enamorado de la humanidad tiene una memoria llena de nombres concretos, «porque somos del Señor» (Rom 14, 8). Toda esta esperanza no evita que suframos la muerte. Pero no nos paraliza, toda muerte se convierte en misión, nos recuerda que nuestra vida es un regalo para ser invertido «en las fábricas, en los talleres, en las minas…», en los sueños de Dios, y esa «nube tan ingente de testigos», «obreros muertos en el campo de honor, de trabajo y de la lucha», nos invita a seguir viviendo y luchando: «Corramos, con constancia, en la carrera que nos toca… fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús» (Heb 12, 1-2).
Reforzados con esta fe, y la fuerza de la Comunión de los Santos, seguimos con el compromiso de hacer que este mundo sea distinto. Si sabemos vivir así, seremos capaces de afrontar también nuestra muerte, como Jesús, y, cuando nos llegue el momento, sin prisas, no es urgente, podemos experimentar el abrazo cálido del Señor de la Vida. «Si con Él morimos, viviremos con Él» (2Tim 2, 11).
Y entonces vio la luz.
La luz que entraba
por todas las ventadas de su vida…
–José Luis Martín Descalzo •
Consiliario general de la HOAC