Elecciones #23J: que los últimos sean los primeros

Elecciones #23J: que los últimos sean los primeros

Se habla de desprestigio de los representantes políticos, de los partidos políticos y, en consecuencia, de la política misma. Pero, en un sistema democrático, cada país tiene la “política” y los “políticos” que quiere, porque los ciudadanos son los electores.

Es muy necesaria una formación política y una cultura política más objetiva y profunda. Su carencia es una de los mayores y más graves déficits en España. Una formación que contenga tanto los principios fundamentales de la vida y acción política como la capacidad de valorar la idoneidad óptima de las distintas propuestas políticas de los partidos. Es muy común escuchar que todos los políticos y partidos políticos, al final, son lo mismo; y, aun peor, que no merece la pena votar. Es esta una mentalidad equivocada —no todas las líneas políticas y actores políticos son iguales— y gravemente irresponsable, pues la participación en la votación es un deber ciudadano primordial.

Sí es verdad que existe mucha manipulación e incluso descaradas mentiras por parte de los propios partidos políticos y sus representantes, de los medios de comunicación social atrincherados a uno u otro lado y, especialmente hoy, de las redes sociales. Prueba de ello son los gravísimos acontecimientos relacionados con las derrotas de Trump y Bolsonaro, alimentadas en gran parte por los medios digitales.

¿Quiénes padecen mayormente la desinformación política, el desencanto político y el consiguiente abstencionismo político? Son, sin duda, los sectores sociales más precarios, pobres y excluidos. Los sectores de clases media y alta, además de disponer de un nivel mayor de formación académica y/o profesional, se definen más ideológicamente y, por supuesto, lo suelen hacer en consonancia con su estatus económico y social. Con su abstencionismo los grupos sociales más vulnerables favorecen indirectamente el mantenimiento de proyectos políticos de menor sensibilidad y acción social hacia ellos mismos.

Pero el sistema capitalista neoliberal se ha convertido también en sistema cultural y de valores existenciales para todos, incluidos los sectores bajos (empobrecidos) de la escala social, que son precisamente las víctimas de dicho sistema. Los principios fundamentales del capitalismo neoliberal son: la libertad individualista y de mercado —también de “mercado laboral”—; la responsabilidad personal exclusiva del propio rol y estatus social y empleo en función del propio esfuerzo y creatividad, sin tener en cuenta los condicionamientos determinantes del desigual nivel económico, cultural y social especialmente de la familia de origen, de tal manera que si uno está desempleado o en precariedad laboral es por culpa suya; los valores absolutizados del tener, poder, consumir, gozar. Todo ello configura un proyecto de vida personal, familiar y social acríticamente generalizado y normalizado, asumido e interiorizado también por los sectores empobrecidos y excluidos.

Da la impresión de que los programas políticos de todos los espectros, aunque presenten líneas de acción diferentes y de diversa incidencia en los valores antedichos, no terminan de promover la transformación estructural efectiva del ordenamiento sociopolítico-económico-laboral, sino que se limitan simplemente a “poner parches” en los “agujeros” más fragrantes que afectan más duramente a la vida de las personas. Y en bastantes casos esas medidas parciales que podemos denominar de emergencia humana o social son incluso cuestionadas o rechazadas por determinados partidos políticos y parte de la opinión ciudadana. Podemos nombrar al respecto temas como el problema “sangrante y letal” (literalmente hablando) de los inmigrantes y refugiados, los desahucios y la imposibilidad de acceso a una vivienda, el porcentaje tan alto de familias incapaces de satisfacer económicamente sus necesidades básicas, etc.

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Una cuestión muy importante a nivel de conciencia ética es la de mantener y promover la defensa de la vida humana desde su inicio en el seno materno hasta la muerte natural. Parece que el aborto y la eutanasia activa se han normalizado en la opinión mayoritaria de partidos políticos y de la ciudadanía. Pero, además de preservarla desde su comienzo hasta su final, la vida se ha de mantener y cuidar también a todo lo largo de la misma, de modo que toda persona pueda disponer de una vida digna. Es necesario también promover una política que permita y propicie la natalidad, a favor de los matrimonios o parejas de jóvenes.

La incultura, la marginación o discriminación socioeconómica de tantos ciudadanos, el desencanto y el resentimiento hacen que en Europa hayan ido brotando y extendiéndose e incluso ya gobernando partidos de ultraderecha, que presentan en su agenda política objetivos que significan una verdadera regresión en aspectos de derechos personales, económicos, sociales o simplemente humanos que parecían ya consolidados.

Se tiende a equiparar la ultraderecha a la ultraizquierda, como polos opuestos de carácter extremista. En estos momentos ya no hay prácticamente una ultraizquierda en España y los proyectos políticos considerados más de izquierda tienen como meta avanzar en una mayor implementación de los derechos humanos y sociales, la dignidad y reconocimiento de la mujer en todos los aspectos y una economía verdaderamente social que dignifique la vida de los sectores más desfavorecidos.

Las Elecciones Generales 2023 no son una cuestión baladí. Cada ciudadano debiera informarse, formarse, discernir las distintas propuestas o programas políticos y votar en coherencia con todo ello; sí, votar todos, como primer deber, teniendo en cuenta el bien común, en primer lugar las necesidades —de todo tipo— de los sectores más empobrecidos y vulnerables. Procurando que se haga efectivo el dicho evangélico de que “los últimos serán los primeros”.