Noviembre, dichoso mes…
Que empieza por Los Santos y acaba con san Andrés. Pues vaya comienzo más revolucionario, qué soplo fresco de Evangelio para cuantos tenemos hambre y sed de justicia, lloramos junto al que sufre, tratamos de vivir la misericordia, queremos ser pobres para compartir nuestra vida, bienes y acción con los demás…
El primero de noviembre escuchamos nuestra «carta fundacional», el «Estatuto de los trabajadores del Reino», las bienaventuranzas. Que a nadie deben dejar indiferente porque no son poesía, aunque sí utopía que invita a caminar y a embarrarse…
Y al día siguiente, entre nuestros difuntos, pediremos que «los obreros muertos en el campo de honor del trabajo y de la lucha descansen en paz».
Cambiando de tema, cómo nos complicamos a veces la vida en cuestiones inútiles: discusiones estériles, negociaciones que no llevan a ningún sitio, palabras huecas de retórica aprendida… En el mundo del trabajo y en la vida de la Iglesia. Que si uno se ha casado con siete mujeres, con cuál de todas va a resucitar… Y Jesús recuerda que Dios no resuelve trabalenguas, sino que ama la vida. Y por tanto, la persona es lo primero. Lo demás sobra, despista.
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Consiliario en la HOAC de Burgos