Construimos el futuro con los migrantes y refugiados en Vigo

Construimos el futuro con los migrantes y refugiados en Vigo
Alberto Montes Delgado, delegado de Migraciones de la Diócesis de Tui-Vigo, presbítero de varias parroquias, describe en esta entrevista, publicada en la revista Migraciones para la campaña 2022-23 de la Subcomisión Episcopal para las Migraciones y Movilidad Humana, su experiencia de acogida de personas migrantes y reflexiona sobre cómo construir el futuro con migrantes y refugiados.

Alberto, describe tu servicio en la parroquia y en la diócesis de Tui-Vigo.

El pasado mes de septiembre el obispo de mi diócesis, Mons. D. Luis Quinteiro Fiuza, me pidió que atendiera dos parroquias de la ciudad de Vigo (Santa Marta y Santo Tomé de Freixeiro). Entre las dos suman una población de 13.000 habitantes. Por curiosidad, una de ellas, Santa Marta, se encuentra a escasos metros del estadio del Real Club Celta de Vigo, por lo que cada 15 días es fácil escuchar los gritos de la grada cuando el Celta marca un gol.

El obispo a su vez me pidió ser delegado diocesano de Migraciones. Su propuesta en un principio resultó sorpresiva, pues con anterioridad me había dedicado a los jóvenes al frente de la Delegación de Pastoral Juvenil y, más recientemente, en el Seminario Menor. El trato con la realidad migrante de mi diócesis no me resultaba muy cercano.

No obstante, como leemos en el Evangelio de san Juan «el pastor conoce a sus ovejas y ellas lo conocen» (Jn 10, 14), D. Luis sabía que yo soy hijo de la madre emigración. Mis padres como tantos gallegos, emigraron a México en la década de los 70. Allí pasé mi infancia y juventud, hasta ingresar en septiembre del 2000 en el Seminario Mayor de  Vigo. Por lo tanto, ante la petición del obispo y la satisfacción de saber que mi vocación sacerdotal se forjó siendo parte de la realidad migrante, gozoso acepté el encargo como nuevo delegado diocesano de Migraciones de Tui-Vigo.

Tu parroquia ha sido una de tantas donde la guerra de Ucrania supuso un antes y un después. ¿Qué es lo que habéis vivido?

Efectivamente, al ser delegado de Migraciones, las dos parroquias que atiendo se convirtieron en el punto de referencia en Vigo, para atender desde finales de febrero lo que la guerra de Ucrania demandó y demanda. Esto supuso empezar a vivir, de un día para otro, de forma muy intensa, las obras de misericordia. Fue un revulsivo sin parangón para tocar y vivir el Evangelio de la Misericordia.

En un principio fue el envío de alimentos, medicinas y ropa. En la actualidad seguimos haciendo acopio de estos productos, pero además se imparten clases de español, atención emocional a las familias, acompañamiento personalizado para facilitar la incorporación de los miembros de las familias al colegio, cursos de formación, empadronamiento, etc. Y finalmente, y no menos importante, integrar a esas personas a que vivan su fe en la
comunidad ortodoxa existente en una de mis parroquias.

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¿Qué debe cambiar para que nuestras parroquias se conviertan en comunidades acogedoras y misioneras?

Creo que esta premisa per sé está ya latente en el corazón de cada una de nuestras comunidades parroquiales. Ahora bien, eso ciertamente ha de manifestarse. Para ello, considero fundamental mimar el primer encuentro, ya sea este casual o concertado, con las personas migrantes de nuestras calles o parroquias. Esto ayudará a que nuestras parroquias se conviertan en otras Betanias para estas personas. Tras este primer encuentro es importante hacerles partícipes de la vida parroquial. La parroquia acoge como un miembro más de la misma, a los que han venido
de lejos para vivir la alegría de la fe. En ella son varios los grupos donde de un modo transversal podemos encontrar migrantes participando: coro parroquial, pastoral de la salud, grupos de catequesis, Cáritas parroquial.

Cómo construimos el futuro con migrantes y refugiados desde Vigo?

La ciudad de Vigo, como tantas localidades de Galicia, lleva en su ADN el gen migrante. A mediados del siglo pasado, el puerto de Vigo ha visto partir hacia América numerosos barcos llenos de hijos de esta tierra. Por ello, el futuro con migrantes y refugiados se construye, siendo conscientes de que somos, en gran parte, hijos de la migración. Esta realidad nos lleva a comprometernos y entusiasmarnos por acoger, acompañar e integrar en nuestra sociedad a las personas migrantes que llegan a nuestra diócesis.

Sin olvidar que de la misma forma que nuestros antepasados migrantes contagiaron allá por donde iban todo lo bello, bueno y hermoso de nuestra tierra. Nosotros hemos de valorar e integrar en nuestras vidas todo lo bello, bueno y hermoso que los migrantes aportan a nuestra sociedad. Uno de esos aspectos es la vitalidad de la fe. El futuro con fe, el futuro con Dios, se afronta sin miedo. Las personas migrantes suponen para nuestra sociedad y nuestras comunidades de fe un elemento catalizador que no podemos obviar en la construcción del presente y la proyección del futuro.