El Papa: “Es un atentado el recorte a los recursos para la sanidad”
Francisco, al recibir a la Confederación italiana, “Federsanità”, les dijo que con su compromiso contribuyen a mantener la relación entre el centro y la periferia, tejiendo relaciones y promoviendo vías de integración sociosanitaria y socioasistencial. De allí la propuesta del Papa de tres antídotos para ayudarles a caminar por el surco trazado: proximidad, integridad y bien común
La Confederación “Federsanità” reúne a las autoridades sanitarias locales, a los hospitales y a los institutos científicos de hospitalización y tratamiento, junto con los representantes de la Asociación de Municipios Italianos, también tiene fuertes vínculos con el territorio, en una dinámica continua de intercambio entre lo local, lo regional y lo nacional.
En el discurso del Papa a la confederación, les propuso estos antídotos: proximidad, integridad y bien común, con el “ánimo”, dijo, de seguir trabajando al servicio de los enfermos y de toda la sociedad.
Y al abordar el antídoto del bien común, recordó que es un atentado contra la humanidad recortar los recursos dedicados a la sanidad.
La proximidad
Es el antídoto contra la autorreferencialidad, rompiendo las cadenas del egoísmo, viendo en cada paciente a “otro yo”, afirmó, derribando el “pedestal al que a veces tenemos la tentación de subirnos”.
La proximidad impulsa a reconocernos como hermanos, independientemente de la lengua, el origen geográfico, la condición social o el estado de salud, y añadió:
“Si en las personas que encontramos en las salas de los hospitales, en las residencias de ancianos, en los ambulatorios, logramos ver que son ante todo hermanos y hermanas, todo cambia: ‘hacerse cargo’ deja de ser una cuestión burocrática y se convierte en un encuentro, un acompañamiento, un compartir”.
Proximidad, como dijo el Papa, porque “el nuestro es el Dios de la proximidad, que ha elegido tomar nuestra carne, no es un Dios lejano e inalcanzable. Él camina con nosotros, por los caminos accidentados de este mundo, como lo hizo con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-32), escuchando el desconcierto, la angustia, el grito de dolor de cada uno. Nos pide que hagamos lo mismo”. Y esto, señaló, es aún más importante cuando nos encontramos en la enfermedad y el sufrimiento.
Estar cerca, es también “romper las distancias, hacer que no haya pacientes de clase ‘A’ y ‘B’, poner en circulación energías y recursos para que nadie quede excluido de la atención social y sanitaria”, aseveró el pontífice.
Y recordando lo que mencionó la presidente de la Confederación sobre la sanidad pública, el Papa dijo que “cuando un país pierde esa riqueza que es la sanidad pública, empieza a hacer distinciones entre la población; los que tienen acceso, los que pueden tener sanidad, de pago, y los que no tienen sanidad”.
Francisco alabó la sanidad pública italiana, que no hace distinciones entre la población, y les pidió que no pierdan esa “riqueza”.
La integralidad
Antídoto que se opone a la fragmentación y a la parcialidad. Como afirmó Francisco, al estar conectado todo, es necesario entonces, repensar en el concepto de salud, “desde una perspectiva integral, abarcando todas las dimensiones de la persona”. Considerando siempre todas las competencias específicas.
Para el santo padre, curar un enfermo es curarlo en su totalidad, no solo patológicamente, sino también su condición psicológica, social, cultural y espiritual, y agregó:
“Cuando Jesús cura a alguien, además de erradicar la enfermedad física de su cuerpo, le devuelve la dignidad, reintroduciéndolo en la sociedad, dándole una nueva vida. Por supuesto, solo Él puede hacerlo, pero su actitud, su acercamiento a la persona es un modelo para nosotros”.
Es necesario, dijo Francisco, contrarrestar la “cultura del descarte” teniendo una visión holística de la asistencia.
La cultura del descarte excluye a quienes, por diversas razones –señaló– no cumplen determinados estándares. La dignidad humana debe ser el centro –aconsejó el Papa– sobre todo cuando la sociedad corre el riesgo de “ver a los enfermos como una carga, un coste”.
La dignidad humana no tiene precio, dijo, no se puede comprar, ni vender:
“Las enfermedades pueden marcar el cuerpo, confundir los pensamientos, quitar las fuerzas, pero nunca podrán anular el valor de la vida humana, que debe ser siempre protegida, desde su concepción hasta su fin natural. Espero que la investigación y las distintas profesiones sanitarias tengan siempre este horizonte”.
El bien común
Por último, el santo padre les propuso el tercer antídoto: el bien común, como remedio a la búsqueda de intereses creados. El ámbito sanitario no se libra de la tentación de hacer “prevalecer las ventajas económicas o políticas de unos pocos grupos en detrimento de la mayoría de la población”, aseveró Francisco, y esto ocurre también con las relaciones internacionales.
“El derecho fundamental a la protección de la salud –y cito la Nueva Carta de los Agentes Sanitarios– ‘pertenece al valor de la justicia, según el cual no hay distinción entre los pueblos y las naciones, teniendo en cuenta sus situaciones objetivas de vida y desarrollo, en la búsqueda del bien común, que es al mismo tiempo el bien de todos y de cada uno’ (nº 141)”.
Por último, el Papa afirmó que la pandemia “nos ha enseñado que el ‘sálvese quien pueda’ se traduce rápidamente en el ‘todos contra todos’, ampliando la brecha de las desigualdades y aumentando los conflictos”, en cambio, aseveró, “debemos trabajar para garantizar que todo el mundo tenga acceso a la asistencia”, y sugirió que el sistema sanitario se apoye y promueva, y que siga siendo gratuito: “El recorte de recursos para la sanidad es un atentado contra la humanidad”.