Sí, reivindiquemos la utopía de la fraternidad
De visita a casa de unos amigos, me veo ante un felpudo con un lema que me deja un tanto perpleja. «Mi casa, mis reglas». ¡Toda una declaración de intenciones! Me he confundido de piso. Por un lado me tranquiliza, pero ante esta frase, solo me sale dar un paso atrás.
Me siento incómoda, cuestionada, rechazada. Demasiadas prevenciones ante quien llega a tu puerta. Y me vienen a la memoria, muros, barreras, rechazo… solo si piensas como yo y cumples «mis reglas», puedes entrar en «mi casa».
Igual voy demasiado lejos. No sé. Una imagen vale más que mil palabras. Un cartel de prohibido el paso que rompe la posibilidad de relaciones de vecindad y vivirnos desde el «nosotros-universal», de plantearnos la acogida, la hospitalidad. Lo comento con mis amigos. Hablar de cómo hacer del mundo «casa común», tal vez resulte en nuestro contexto, demasiado utópico, sin mucho sentido, ante estos toques de «realismo».
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Militante de la HOAC.
Responsable de la Pastoral Obrera de la diócesis de Bilbao y miembro del Consejo Asesor de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal Española.