Invitados a ser buena noticia

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Se acaba este año extraño, gracias a Dios. Gracias a Dios porque, aunque estamos llamados a habitar el presente que vivimos sin huidas hacia adelante, o retornos distópicos a un pasado que ni podemos ni queremos recuperar, este año el presente pesa más de la cuenta.

Pesa la enfermedad, la incertidumbre, el miedo, la muerte que nos ha arañado mucho o poco; pesa la soledad, la imposibilidad del encuentro. Pesa la precariedad agudizada, la pobreza extendida, como pesan los horizontes difusos hacia los que tenemos que seguir caminando. Pesa la incompetencia negligente de tantos políticos, incapaces de incluir el bien común entre sus prioridades.

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