El silencio en la ciudad
Puede que sea una costumbre familiar inveterada. A mi madre, las mil novecientas doce aves le llevaban noticias de su hija allende los mares. Lo cierto es que, en el frío continental o la plácida primavera, me sumaba festiva al comadreo ruidoso que descendía de los árboles.
Mis primeras noticias reportaban su llegada a la capital apenas un par de décadas atrás, a manos de castizos curiosos, que sumaban a sus familias los graciosos periquitos. Y los dejaban, menos de un quinquenio después, en el olvido de cualquier arboleda. No sabían entonces que estos exóticos alados eran tan prolíficos como los legendarios conejos y que su plasticidad increíble, más la cuidada y generosa construcción de sus nidos, les permitirían tomarse la Hispania urbana.
Ahora se les tiene por invasores ruidosos, acaparadores de espacio, victimarios de murciélagos. Nada de esto parece estrictamente cierto, pero, sí suficiente para que la política municipal haya multiplicado por veintitrés la partida económica dispuesta para su merma.
Bloqueada ante la duda de la mejor política, vuelvo a mis jornadas matutinas de asombro, a mis coloreados itinerarios prelaborales, cuando encontraba a estas afanosas paisanas sudamericanas haciendo, ramita a ramita, su nido, alborotadoras de una ciudad que, siendo ajena, nos ha servido, a ellas y a mí, de lugar privilegiado para vivir el mundo. •
Más información y recursos
Vídeos:
Planet of the humans, de Jeff Gibbs y Michael Moore.
Población de cotorras en ciudades
Noticias:
«Sobre el ruido sísmico durante el confinamiento».
«Para combatir la pobreza, devolver la dignidad a los excluidos y cuidar la naturaleza».
Instituciones:
Comisión Diocesana de Ecología Integral de la Archidiócesis de Madrid.
Sugerencias para la conversión ecológica de las parroquias católicas.
Escuela Superior Franciscana