In memoriam en el Día de Todos los Santos

In memoriam en el Día de Todos los Santos
Foto | Cristina Gottardi (unsplash)

«Grábame como un tatuaje en tu brazo,
como un sello en tu corazón,
porque es fuerte el amor como la muerte,
la pasión más cruel que el abismo;
es centella de fuego,
llamarada divina.
Las aguas torrenciales
no podrán apagar amor
ni anegarlo los ríos»
(Cant 8, 6-7).

Orencio Gallego. Padre de Alfonso Gallego, León, 7 de marzo. Miguel Vega Betancor. Padre de Cristina Vega, Canarias, 15 de marzo. Purificación Zahonero, madre de José Fernando Almazán, Madrid, 15 de marzo. Asunción Andrés, madre de Pepa y Asun Lluch, Segorbe-Castellón, 12 de mayo. Huertas Díaz. Murcia, 13 de mayo. Víctor Mairal. Huesca, 29 de mayo. Gonzalo Vidal. Sevilla, 24 de junio. Marcos Díaz. Hijo de Esther y Pau y nieto de Ricardo, Valencia, 29 de junio. Teresa Navarro. Madre de Toni Alias, Córdoba, 3 de julio. Joaquín García (Chipola) Murcia, 6 de julio. Charo Martínez. Santander. 12 de julio. Ana Mari Martínez. Madrid, 19 de julio. Juan Mari Lechosa. Bizkaia, 21 de julio. José Manuel Ruiz. Getafe, 15 de agosto. Agustín Fernández. Padre de Isabel Fernández. Madrid, 22 de agosto. Julio Madrazo. Bizkaia, 1 de septiembre. Delfina Valero. Castellón, 10 de octubre. Emilio Moreno, Madrid, 14 de octubre. Jaume Agost. Castellón, 21 de octubre.

«Estamos conmocionados y aturdidos. Nos será muy difícil caminar sin ti. Ayúdanos. Consuélanos. Intercede por nosotros. Te deseo buen viaje… No te preocupes. Todo está bien. Cuidaremos en todo momento de aquello que amas. Le pido al Dios Padre-Madre que te cuide como te mereces. Sé que como siempre vas de avanzadilla. Que nos prepararás la morada. Sabemos que esta historia de amor no finaliza con tu muerte. Que al final de nuestros días se producirá el tan ansiado reencuentro. Que nos fundiremos en un abrazo infinito. Para siempre. Por siempre…».

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Alguien escribía estas palabras ante la muerte de un ser querido y cuando las leía me emocionaba saber que cualquiera de los familiares de esta lista podía subrayar frases…, una y otra vez.

Faltan palabras. Cuando miro los nombres, siento que están en el fondo del alma. «Señor, no entendemos nada», «quedaba tanto por decir, por hacer, por conocer, por conocernos…», «cuántos caminos que queríamos recorrer juntos, abrazos, silencios a romper, quedadas por hacer…».

Qué vulnerables nos hace la muerte, ladrona de sueños, de amaneceres y atardeceres, de lágrimas, risas y música, de abrazos, de danzas y besos…, pero hay un regalo que no puede arrebatar, que es el valor de las cosas que hacemos dando la vida. La muerte da valor a lo que hacemos, porque la vida es demasiado frágil y nada controlable, es un regalo, es don; nada es una conquista. Hay demasiados milagros detrás de cada persona a la que amamos y se nos ha regalado como compañera de viaje. Todo es don, todo es regalo, y tiene valor porque se escapa de nuestros programas…, somos como Dios, un misterio.

Conocer y entender a Dios es una larga historia de la humanidad; conocernos y entendernos es la misma historia…, porque somos misterio hasta para nosotras o nosotros mismos, somos imagen de Dios. Pero de Dios, lo que sí sabemos es de su pasión por la humanidad y de su pasión por llenarla de vida ahora para siempre.