Camila, precaria y luchadora frente a una gran empresa: «Solo quería hacer mi trabajo y cuidar de mi hija»

Camila, precaria y luchadora frente a una gran empresa: «Solo quería hacer mi trabajo y cuidar de mi hija»
Foto | charlesdeluvio (unsplash)
La precariedad laboral se ha instalado en el puesto de trabajo de un gran sector de la población española. Los bajos salarios, la proliferación de horas extras sin pagar o los obstáculos a la conciliación de la vida laboral y familiar están a la orden del día.

Estos abusos de las empresas se han convertido en algo cotidiano para muchas personas que ven condicionadas sus vidas familiares. La precariedad alcanza cotas muy altas entre las mujeres. Más aún entre las que han emigrado a nuestro país y, con muchos sacrificios personales y esfuerzos, se han instalado para lograr una vida mejor.

Camila (no es su nombre verdadero) es una de ellas. Con experiencia de trabajo en labores administrativas, llegó a nuestro país desde Perú en diciembre de 2021. Trabaja como dependienta en turnos semanales rotatorios para una de las empresas de perfumería a bajo coste más punteras del mercado.

Comenzó a trabajar en una de las tiendas de la cadena en el verano de 2022. Tenía que vivir con unos ingresos de poco más de mil cien euros por 36 horas semanales. La situación se le complicó a finales de 2023, cuando nació su hija Adartza (nombre ficticio) y necesitó de más tiempo para dedicarle sus cuidados.

Su madre se desplazó desde Perú y permaneció con ella hasta el mes de noviembre regresando posteriormente a su país.

«Me quedé sola y no tengo un apoyo económico para poder llevar a la niña a una guardería», explica Camila, que disfrutó de poder estar todo el tiempo con su bebé durante el periodo de baja por maternidad y lactancia.

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Con el paso de las semanas, aumentó la incertidumbre sobre cómo podría atender a la pequeña cuando le tocara reincorporarse a su puesto como dependienta. Fue un tiempo de muchas dudas. Los turnos rotatorios de trabajo no le iban a permitir cuidar de su hija. Podía intentar organizarse por las mañanas, pero le resultaba imposible por las tardes.

Las perspectivas no eran muy esperanzadoras, era muy consciente de las malas condiciones laborales en la plantilla. «Allí no se tenía respeto a los trabajadores en general. De un día para otro, te decían que tenías que hacer horas extras y las pagan a seis euros. Todo el mundo lo acepta. Los contratos son de ayudante de dependienta por tres meses, pero luego los prolongan. A través del sindicato ELA-STV fui descubriendo cosas».

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