El trabajo decente, cuidador de la creación, condición de fraternidad y amistad social

El trabajo decente, cuidador de la creación, condición de fraternidad y amistad social

I. La petición del departamento

Básicamente, lo que se me pedía para esta ponencia era, en el contexto de repensar y concretar la tarea a realizar en los próximos años por la Pastoral del Trabajo, señalar los retos que tenemos que incorporar desde las dos últimas encíclicas del papa Francisco: Laudato si’ y Fratelli tutti.

Vaya por delante que el Papa y yo vamos a ser poco originales. Quizá más originales en las expresiones que en el contenido, que es poco novedoso porque la DSI lo tiene asumido en una línea ininterrumpida desde hace muchos años; desde León XIII, por supuesto, pero con más continuidad desde Laborem Exercens.

Desde esta encíclica del papa Juan Pablo II hasta hoy, la DSI ha recorrido un camino vertiginoso de profundización y concreción de la centralidad del trabajo en toda la enseñanza social de la Iglesia, de su condición axial de toda la enseñanza social, porque se ha reconocido como el lugar humano en el que suceden todas las transformaciones producidas en la vida social, como si de su laboratorio de ensayo se tratase y, porque como ya señalara Benedicto XVI, la cuestión social se ha transformado en una cuestión antropológica[1]. Es decir: todo lo que vivimos en la cultura actual, en las relaciones sociales, en la configuración individualista y hedonista de nuestra sociedad, ha empezado por plantearse en el mundo del trabajo a modo de ensayo. Y desde ahí se ha convertido en cultura que conforma un estilo de vida concreto en nuestras sociedades, y una manera de pensar, de sentir, de vivir, que no es propicio a la dignidad humana.

Esto es muy importante, porque pone de manifiesto que solo retomar la dimensión colectiva de conciencia fraterna que el papa Francisco propone recuperar como camino de construcción de nuestra humanidad, posibilita la realización de la fraternidad y la amistad social. Y esto quiere decir que esa recuperación de la fraternidad y la amistad social ha de pasar, primeramente, por las relaciones de trabajo que han de revolverse hasta ser, de nuevo, lo que fueron originalmente en el proyecto creador de Dios: relaciones de fraternidad y cuidado.

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Hay otra razón –más allá de la petición concreta que se me hace– para plantearnos este tema, y es la que recogen las Orientaciones pastorales de la Conferencia Episcopal Española para el período 2021 a 2025[2].

En estas orientaciones y líneas de acción se indica que una de ellas ha de ser: Profundizar en el mensaje que aporta el magisterio social del papa Francisco (Fratelli tutti y la encíclica Laudato si’) de modo que se incorpore en los procesos formativos que habitualmente lleva a cabo la pastoral y enseñanza de la Iglesia. Es lo que nos proponemos ahora.

Vaya, también, por delante, mi asombro agradecido por la acción del Espíritu, por el hecho de que unas orientaciones de la CEE recojan, como hacen estas, cuestiones y propuestas concretas, relativas a la evangelización del mundo obrero y del trabajo –que no son nuevas en la vida de los movimientos apostólicos–. Nunca fue así en los años en que desempeñé el servicio de director del Departamento, con Antonio Algora, pese a nuestro empeño. Hoy creo que me volvería a dar, como en cierta ocasión, un codazo en las costillas diciendo: si me lo hubieran dicho, no me lo creo.

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