La COP30 entra en su recta final con la presión moral de pasar de las palabras a los hechos

Los líderes políticos aterrizan en Belém con un mensaje reiterado: el tiempo se agota y la justicia climática ya no admite más aplazamientos. La COP30 llega a su tramo decisivo con una doble exigencia: garantizar un acuerdo que responda al consenso científico y demostrar que el multilateralismo climático aún es capaz de resolver desafíos históricos.
La 30 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) encara sus últimos días con una percepción compartida: el margen para actuar se estrecha rápidamente y la justicia —largamente reclamada por los pueblos más vulnerables— debe ocupar por fin el centro de la agenda. Con la llegada de los líderes políticos, los equipos técnicos ceden espacio a la diplomacia de alto nivel, en un clima donde aumenta la presión por evitar otro acuerdo insuficiente.
Cada aplazamiento tiene consecuencias para las comunidades ya golpeadas por el impacto climático (sequías, inundaciones, pérdida de cosechas, desplazamientos…). El tiempo político ya no coincide con el tiempo de la naturaleza, y esa brecha amenaza la credibilidad de la diplomacia climática.
El secretario de ONU Cambio Climático, Simon Stiell, describió la tensión del momento. Existe, dijo, “una profunda conciencia de lo que está en juego, y de la necesidad de demostrar que la cooperación climática se mantiene firme en un mundo fracturado”. El mensaje fue directo: “No hay tiempo que perder, con demoras tácticas o bloqueos”, advirtió. Sus palabras reflejan la creciente desconfianza hacia los retrasos estratégicos que han lastrado demasiadas COP.
La presidenta de la Asamblea General, Annalena Baerbock, recordó, en la misma línea, que los negociadores “no tienen el lujo de estancarse cuando la gente cuenta con ellos”. Señaló además los “vientos en contra” y los “vaivenes” históricos de la gobernanza climática, un reconocimiento implícito de las dificultades políticas que acompañan a cada cumbre.
Baerbock reforzó ese diagnóstico recordando que “las energías renovables son imparables”, las innovaciones se aceleran y “el dinero existe, aunque necesita ser redirigido”. Su argumento desmonta la idea, repetida hasta la saciedad, de que la transición energética carece de recursos financieros. Los números son contundentes: solo el año pasado, los países en desarrollo pagaron 1,4 billones de dólares en servicio de su deuda externa, fondos que podrían transformar, si se reorientaran, la mitigación, la adaptación y la resiliencia.
De las metas al cumplimiento: el giro que pide Brasil
El vicepresidente brasileño, Geraldo Alckmin, reclamó un cambio de época: “dejar de debatir metas y comenzar a cumplirlas”. Es, en cierto modo, un reproche al ciclo permanente de compromisos abstractos, hojas de ruta y revisiones periódicas que rara vez se traducen en acciones proporcionales a la gravedad de la crisis.
Esa transformación implica pasar de la negociación a la implementación, abriendo mecanismos efectivos que aceleren la descarbonización global. Alckmin defendió el “Compromiso de Belém”, cuyo objetivo es cuadruplicar el uso de combustibles sostenibles para 2035 y que ya cuenta con 25 países adheridos. Además, insistió en la necesidad de explorar soluciones creativas en ámbitos estratégicos como la bioeconomía y la innovación en energías limpias, reafirmando la voluntad de Brasil de liderar una transición basada en “la energía limpia, la innovación y la inclusión”.
Negociaciones hasta la madrugada
Las delegaciones se preparan para una recta final intensa. Fuentes del Gobierno brasileño confirmaron que se han autorizado dos paquetes de decisiones: uno centrado en los mandatos del Acuerdo de París y otro que engloba cuestiones adicionales surgidas en las negociaciones. Brasil elaborará el borrador del primer paquete, que podría aprobarse a mitad de semana.
El presidente de la COP30, André Corrêa do Lago, anticipó la necesidad de ajustar la agenda para habilitar sesiones nocturnas, un indicador claro de que las diferencias aún no están del todo resueltas.
62 instituciones religiosas rompen con los combustibles fósiles
Por otra parte, el Movimiento Laudato si’ anunció hoy que 62 instituciones religiosas han decidido desinvertir en empresas de combustibles fósiles, enviando “un mensaje contundente” a los negociadores de la COP30 sobre “la urgente necesidad de eliminar gradualmente” estas fuentes de energía por sus efectos sobre “el clima, la biodiversidad y los derechos humanos”.
La lista incluye cinco diócesis católicas (cuatro italianas y una canadiense), congregaciones de varios países europeos y norteamericanos, bancos confesionales en Alemania y 42 entidades del AKI, la red de inversores institucionales de la Iglesia Protestante Alemana.
Por primera vez, una diócesis de Canadá anuncia su desinversión. El movimiento es significativo ya que desde 2015, Canadá, Estados Unidos, Australia y Noruega han incrementado su producción de combustibles fósiles un 40%, mientras el resto del mundo la redujo un 2%.

Director de Noticias Obreras.
Autor del libro No os dejéis robar la dignidad. El papa Francisco y el trabajo. (Ediciones HOAC, 2019). Coeditor del libro Ahora más que nunca. El compromiso cristiano en el mundo del trabajo. Prólogo del papa Francisco (Ediciones HOAC, 2022)



