Comprometidos por nuestro bautismo

El tema de nuestro seminario regional de las islas del Océano Índico es el siguiente: «El lugar del ser humano en la creación». El papa Francisco nos ha hablado de la situación de nuestra madre, la tierra, que se deteriora siendo nuestra casa común. ¿Qué podemos hacer, en virtud de nuestro bautismo, frente a esta realidad?
Todos los bautizados somos colaboradores de Dios en la construcción de la justicia y la paz; por eso debemos contribuir a su obra. La enseñanza de la Iglesia nos recuerda que hemos de comprometernos en todo aquello que favorezca la justicia y la paz en el mundo. Incluso en el bautismo de Cristo, la respuesta de Jesús a Juan Bautista antes de ser bautizado fue: «Déjalo ahora, conviene que cumplamos así toda justicia» (Mt 3, 13-15). Esto nos ayuda a tomar conciencia de nuestro papel como cristianos bautizados: no somos simples consumidores, sino actores en la creación. El bautismo nos hace responsables ante todo el universo.
Como enseña san Pablo, formamos un solo cuerpo con muchos miembros, cada uno con sus dones al servicio del mismo cuerpo (1 Cor 12, 12-31).
Los sacerdotes, por su parte, tienen la misión de pastores: hacer presente a Cristo entre los hombres y las mujeres, el mismo Cristo que «no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10, 45; Concilio Vaticano II, OE).
Hoy en día, pocos sacerdotes se comprometen a acompañar a los militantes; la mayoría se dedica más a los grupos de oración y a las comunidades carismáticas. Muchos han encontrado incluso una nueva vocación en el ministerio del exorcismo, lo cual refleja a veces una falta de confianza en sí mismos; por ello es necesario que reciban apoyo sacerdotal en cada etapa de su vida. Sin embargo, quienes se comprometen con la militancia suelen quedarse sin acompañamiento.
También hemos constatado que el número de militantes va disminuyendo: muchos prefieren integrarse a asociaciones carismáticas antes que a los movimientos de Acción Católica. Como cristianos, es lógico y bueno aferrarse a la oración, pero también es necesario comprometerse con las realidades temporales. En efecto, como bautizados, no basta con alimentarse de la Eucaristía: somos llamados a trabajar por la justicia y la paz, porque es nuestro deber como cristianos. Así lo dijo Jesús: «No basta decirme: Señor, Señor, para entrar en el reino de los cielos; es necesario cumplir la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7, 21).
La vocación propia de los laicos consiste en buscar el reino de Dios precisamente a través de la gestión de las realidades temporales, ordenándolas según Dios. Viven en medio del mundo, comprometidos en sus deberes familiares, profesionales y sociales. Allí mismo son llamados por Dios a santificar el mundo desde dentro, como fermento, ejerciendo su misión bajo la guía del Espíritu evangélico y manifestando a Cristo a los demás, sobre todo con el testimonio de una vida radiante de fe, esperanza y caridad (Lumen gentium, 31).
Por eso, es urgente para nosotros organizar cursos de formación para sacerdotes, religiosos y laicos que se dedican a acompañar a los militantes. Los militantes, asimismo, necesitan también formarse.

Sacerdote y acompañante del movimiento IRAY AINA
de Madagascar



