Los pobres en el corazón del Evangelio

En un mundo marcado por crecientes desigualdades y crisis humanitarias, el papa León XIV presenta su primera exhortación apostólica Dilexi te como hoja de ruta para una Iglesia que busca responder a los signos de los tiempos. El documento, firmado el 4 de octubre en la festividad de san Francisco de Asís, establece los cimientos teológicos y pastorales de un pontificado que promete continuar y profundizar el camino iniciado por Francisco.
El grito de los pobres como llamado urgente
La exhortación no llega por casualidad. León XIV sitúa el documento en el contexto de una crisis global donde “los pobres son cada vez más numerosos” mientras “crecen algunas élites de ricos que viven en una burbuja muy confortable”. Frente a esta realidad, el Papa es contundente al afirmar que “la inequidad es raíz de los males sociales” (94).
Entre las múltiples formas de pobreza que describe el documento, dos tipologías destacan por su crudeza y actualidad. La exhortación señala de manera explícita la feminización de la pobreza, afirmando que son “doblemente pobres las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos” (12).
Igualmente contundente se muestra al denunciar la situación de “millones de personas —niños, hombres y mujeres de todas las edades— privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud” (61). Mención especial merecen “los reclusos que se encuentran en los distintos centros penitenciarios de preventivos y de penados. A este respecto, cabe recordar las palabras que el papa Francisco dirigió a un grupo de ellos: «Para mí, entrar en una cárcel es siempre un momento importante, porque la cárcel es un lugar de gran humanidad […] (62). Concluye el Papa destacando cómo estas realidades representan formas contemporáneas de exclusión que claman al cielo.
El texto revela que esta obra fue iniciada por el papa Francisco en los últimos meses de su vida, concebida como un mensaje donde Cristo dice a cada persona pobre: “yo te he amado” (3). León XIV hizo suyo este proyecto, completándolo con sus reflexiones personales y lanzándolo como el primer gran documento de su ministerio.
Objetivo y claves del documento
El núcleo del documento se articula alrededor de tres ejes fundamentales que buscan generar una conversión tanto personal como estructural.
En el plano teológico, la exhortación recuerda que “no estamos en el horizonte de la beneficencia, sino de la Revelación” (5). Esta afirmación cambia radicalmente la perspectiva: el pobre no es objeto de caridad sino lugar teológico de encuentro con Dios. El texto enfatiza que en “el rostro herido de los pobres” está impreso “el sufrimiento de los inocentes y, por tanto, el mismo sufrimiento de Cristo” (9).
En el ámbito ético, León XIV denuncia sin ambages las “estructuras de pecado que perpetúan la exclusión” y critica “la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera”. Frente a lo que denomina “la dictadura de una economía sin rostro”, propone una economía al servicio del ser humano donde “la dignidad de cada persona sea respetada ahora, no mañana” (92).
La dimensión espiritual completa este tríptico con un llamado a la conversión interior. El Papa invita a los fieles a liberarse de “la ilusión de una felicidad que deriva de una vida acomodada” (11) y a abrazar una pobreza evangélica que permita encontrar la verdadera riqueza en el servicio a los demás.
Continuidad y profundización del magisterio de Francisco
El análisis del texto revela una sintonía casi perfecta con el magisterio del papa Francisco. León XIV retoma conceptos centrales de su predecesor como la “cultura del descarte”, la “economía que mata” y la Iglesia como “campo hospitalario”. Particularmente significativa resulta la continuidad con la encíclica Dilexit nos de Francisco, dedicada al amor de Cristo.
Esta conexión no es meramente conceptual sino también lingüística. El nuevo Papa emplea el mismo lenguaje directo y provocador que caracterizó a Francisco, especialmente cuando señala que allí “donde se levantan muros, la Iglesia debe construir puentes” (75). La opción por los pobres aparece así no como una moda pastoral pasajera sino como una constante del magisterio reciente.
Conclusión: Un camino por recorrer
“Cuando la Iglesia se inclina hasta el suelo para cuidar de los pobres, asume su postura más elevada” (79). Esta afirmación sintetiza el espíritu de Dilexi te y marca el rumbo del pontificado de León XIV. Lejos de ser un documento más, la exhortación se erige como brújula para una Iglesia que quiere ser fiel al mandato evangélico de servir a los más pequeños.
En un mundo fracturado por la inequidad, el mensaje del Papa resuena con fuerza profética: la auténtica renovación eclesial pasa necesariamente por el reconocimiento de la dignidad sagrada de los pobres. El desafío queda planteado y la hoja de ruta, trazada. Ahora nos corresponde a la comunidad cristiana y a la sociedad en su conjunto transitar este camino de conversión integral.

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