La siniestralidad laboral se cuela en la opinión periodística

La siniestralidad laboral se cuela en la opinión periodística
La alta siniestralidad laboral en España ha logrado, por fin, abrirse paso en la agenda mediática, como demuestra el reciente editorial de El País. como evidencia la reciente toma de postura del diario. Esta toma de postura puede interpretarse como una grieta en la espesa capa de indiferencia que suele cubrir esta tragedia silenciada.

También confirma el largo camino que queda por recorrer para acabar de una vez por todas con el drama de las muertes y enfermedad en el trabajo, que hasta ahora solo concita la atención puntual cuando la desgracia alcanza una magnitud imposible de soslayar.

“Es un hito importante que  un periódico como El País se se ocupe de esta cuestión”, resalta el integrante de la Asociación de Víctimas de Accidentes y Enfermedades Laborales de Andalucía, (AVAELA) José Luis Molina.

El titulo del artículo que recoge la opinión institucional del diario del grupo Prisa, “Demasiadas muertes en el trabajo”, es ya una toma clara de postura ante lo que considera  un fenómeno social de una magnitud que reclama una respuesta social urgente. Sin embargo, no conviene olvidar que incluso una sola muerte en el trabajo también sería “demasiado”.

El editorial, publicado este martes 21 de octubre, recordaba el siniestro en un edificio en obras de Madrid, que se segó la vida, el pasado 8 de octubre, de Moussa, Jorge, Diallo y Laura, “una de las últimas tragedias que vuelve a poner dramáticamente nombres a un problema en el que España sigue lamentablemente lejos de los países europeos más avanzados”.

No cita la concentración del 16 de octubre por CCOO y UGT y sus federaciones de industria y construcción ante sede de la CEOE, precisamente, para reclamar mayor implicación de las empresas en la acción preventiva, el refuerzo de labor de vigilancia de las Administraciones y un compromiso de las fuerzas políticas por alcanzar un pacto de Estado en esta materia crucial.

Lo que sí recoge El País es la relevante diferencia estadística con respecto a nuestros vecinos europeos:

“la tasa de accidentes mortales se sitúo en España en 2023 en 1,71 por cada 100.000 trabajadores, frente a una media europea de 1,76. Es una tasa mejor que la de Italia, pero lejos de economías como Países Bajos o Alemania, el nivel que hay que ambicionar”.

Además, insiste en el trágico aumento de muertes en el sector de la construcción en España:

“Los fallecidos en la construcción subieron un 21,5% hasta sumar 113, más de un muerto cada tres días y la cifra más alta desde 2020 en este sector”.

El periódico vincula este lamentable dato a “los altos niveles de subcontratación, los crecientes ritmos de trabajo o la falta de mano de obra”.

De ahí se extraen unas primeras conclusiones obvias: “resulta necesaria más prevención cuando la construcción vive un nuevo auge, en particular en el sector inmobiliario”; “igualmente son precisas más inspecciones”.

El texto se limita a utilizar los datos que sustentan sus ideas fuerza, por lo que no aparecen otras causas de fondo, como las particularidades de nuestro sistema productivo, muy vinculado todavía a actividades de bajo valor añadido con un fuerte componente estacional.

Desde AVAELA, Molina va más allá de la subcontratación, para referirse también a “los altos ritmos de trabajo, la temporalidad, la parcialidad, el trabajo precario…”, sin olvidar el escaso número de inspectores de trabajo en proporción del número de trabajadores que existe en nuestro país”.

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Entre la obstrucción empresarial y la lentitud institucional

Aunque a la dirección de El País le parece que “la regulación española siempre ha hecho un esfuerzo en la defensa de los derechos de los trabajadores”, no tiene más remedio que plantear una objeción: “pero en materia de prevención de riesgos ha quedado claramente desfasada”.

Así, recuerda que “la vigente ley está a punto de cumplir 30 años y cada vez se hace más urgente su reforma para adaptarla a las nuevas realidades del mundo laboral del siglo XXI” y afea que la negociación con sindicatos y patronales no haya dado ningún fruto en estos 20 meses transcurridos desde que se abrió esta mesa de diálogo social.

Eso sí, en este caso, el editorial que, en general tiene un tono muy contenido, no oculta una de las razones de la infructuosa negociación: “la oposición empresarial a extender a las pequeñas empresas la figura del delegado de prevención”, a pesar de que “esas pequeñas empresas son precisamente las más expuestas a siniestros”.

“La cultura empresarial considera a la persona trabajadora como una herramienta más al servicio de la producción, por lo que la prevención sigue siendo un coste y no una inversión”, completa Molina.

Con mucha frecuencia, añade, “las empresas, sobre todo las microempresas o empresas muy pequeñas donde se da el verdadero problema, externalizan sus planes de prevención y estos no recogen los riesgos específicos de cada actividad empresarial”. Para AVAELA, “esta es la clave junto con la falta de formación en prevención”.

Hacia el final, el editorial de El País plantea que “el diálogo social, cuyos frutos estos años son evidentes, tiene que recuperarse para ajustar el mundo del trabajo a las constantes transformaciones, retos y riesgos que implican la crisis climática, la salud mental, el envejecimiento de la población o la perspectiva de género”.

“Aumentar la prevención y reducir la siniestralidad deben ser imperativos cotidianos para empresas, agentes sociales y administraciones”, concluye el editorial.

“Aumentar la prevención y reducir la siniestralidad deben ser imperativos cotidianos para empresas, agentes sociales y administraciones”, concluye el editorial.

Es de desear que no caigan en saco rotos estas reclamaciones, ni se desvanezca la preocupación por esta trágica realidad, que como conviene recordar se cobra la vida de dos personas trabajadoras al día en España, hasta lograr, efectivamente, que ocupe el espacio que merecen dentro de la agenda pública y se convierta en una prioridad política.

La indiferencia ante las muertes y enfermedades causadas por el modelo de relaciones laborales no puede entenderse más que como una forma de violencia estructural que despoja de dignidad a las personas, además de cuestionar la legitimidad y la función de las instituciones.

Cuidar el trabajo implica, ante todo, cuidar la vida de quienes lo desempeñan. Es una cuestión de justicia y de humanidad que mide la decencia de una sociedad. “El trabajo es para la vida”, “ni una muerte más”.