La esperanza como tarea histórica

La esperanza como tarea histórica

El libro Conversaciones con Rafael Díaz-Salazar. Del sufrimiento social a la esperanza (PPC, 2025) es el fruto de un diálogo prolongado entre el sociólogo Rafael Díaz-Salazar y el también profesor de sociología y editor Rafael Ruiz Andrés. No se trata de una entrevista periodística ni de un tratado académico, sino de una conversación profunda, en la que la memoria personal, la reflexión intelectual y la preocupación por el presente social y político se entrelazan.

Desde las primeras páginas, el lector percibe el tono cálido del encuentro. No hay solemnidad ni distancias; hay, quizás, una mesa, café, pastas y conversación —como insinúa el propio Ruiz Andrés en la presentación— para hablar de lo que realmente importa: el dolor del mundo, las posibilidades de esperanza y el papel de la fe en la historia.

El subtítulo, Del sufrimiento social a la esperanza, resume la intención del volumen: recorrer un camino desde el diagnóstico del malestar colectivo hasta la apertura de horizontes que inviten a seguir luchando, creyendo y transformando.

Diagnóstico del sufrimiento: las heridas del presente

El primer bloque del libro aborda las coordenadas existenciales y estructurales del sufrimiento. Para Díaz-Salazar, comprender el malestar contemporáneo exige mirar más allá del individuo y atender a los dispositivos económicos y políticos que producen exclusión.

Uno de los ejes analíticos es la persistencia de la clase trabajadora en medio del discurso neoliberal que proclama su desaparición. “La clase obrera sigue existiendo e incluso crece por el aumento de la precariedad laboral” (p. 144), afirma el autor, con una rotundidad que sintetiza su lectura del capitalismo actual.

A partir de ahí, el diálogo explora el fenómeno del precariado como categoría sociológica y experiencia cotidiana de millones de personas: “No —responde categóricamente—, en modo alguno. Este persiste como “precariado” (p. 151). La elección de esa palabra no es retórica: señala una mutación estructural de la injusticia. La explotación no ha disminuido; se ha fragmentado y dispersado, ocultándose bajo lenguajes de flexibilidad y emprendimiento.

El sufrimiento social no es, por tanto, una suma de dolores individuales, sino una red de opresiones normalizadas. Díaz-Salazar denuncia sin ambigüedades la connivencia de los consumidores del Norte global con sistemas de producción inhumanos: “Maldigo los productos que vienen de esas zonas asesinas” (p. 147). La frase, breve y áspera, condensa la indignación ética que recorre toda su obra. No es un exabrupto, sino una confesión moral: el reconocimiento de que todos participamos, de alguna forma, en las cadenas de sufrimiento que sostienen la economía mundial.

Una lectura moral de la economía

La conversación avanza del diagnóstico económico a la lectura moral del capitalismo. Para Díaz-Salazar, los datos no bastan: hay que recuperar una mirada ética capaz de indignarse y de actuar. Su sociología, como en otros libros suyos, es también una espiritualidad de lo real.

El autor insiste en que las desigualdades y la precariedad no son casuales ni inevitables, sino resultado de decisiones políticas, de estructuras financieras globales y de una cultura del descarte. En ese sentido, coincide con el magisterio social del papa Francisco, a quien acude reiteradamente, aunque su tono es más académico y militante. La esperanza, por tanto, no se fundamenta en un optimismo ingenuo, sino en la posibilidad de articular movimientos sociales que resistan y propongan alternativas.

Nueva geopolítica: imperialismo y rearme

Rafael Díaz-Salazar analiza con rigor el convulso escenario tras la victoria de Trump, la guerra de Ucrania y el genocidio de Gaza. Citando al Secretario General de la ONU, advierte que “La humanidad ha abierto las puertas al infierno” (p. 187). Retrata a Trump, rodeado de plutócratas, actuando como un “sheriff mundial” que aboca al desorden.

El autor sostiene que el imperialismo ha evolucionado, dejando de ser una mera dominación territorial para convertirse en una forma de subordinación económica y tecnológica. Desde esta perspectiva, denuncia el rearme generalizado promovido por la OTAN, al que califica de “sinsentido” (p. 204), y la “cultura del miedo” que consigue normalizar la guerra en la sociedad.

Frente a la actual crisis multilateral, el Díaz-Salazar señala una alternativa esperanzadora en la alianza de los BRICS+. Incluso afirma que, si la Unión Europea actuara con inteligencia y se uniera a este bloque, el grupo resultante no solo sumaría un enorme producto interior bruto y recursos, sino que se convertiría en “el grupo más fuerte del mundo” (204).

Como alternativa, Díaz-Salazar propone una política internacional de “paz activa” (p. 220), basada en el desarme, la justicia social y la solidaridad. Concluye con un mensaje esperanzado: la única salida es una nueva cultura política que subordine el poder económico y militar a la dignidad humana.

Religión y espacio público: la fe como presencia común

Uno de los temas más fecundos de la conversación es la dimensión pública de la fe. Díaz-Salazar lleva décadas insistiendo en que la religión no puede reducirse al ámbito privado. En el libro lo expresa con claridad: “La religión es un asunto público”, recordando que la izquierda laicista comete un error sociológico al considerar lo religioso como un residuo privado (p. 116 y ss.).

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Para el autor, la fe es fuente de sentido, pero también de compromiso. Su cristianismo no busca poder institucional, sino coherencia ética en la esfera pública. Por eso, reivindica un cristianismo comprometido y transformador, capaz de dialogar con la tradición de la izquierda sin complejos ni sumisiones. Su postura se resume en una afirmación humilde y paradójica: “Me considero un torpe e incoherente seguidor de Jesús de Nazaret”, confiesa en un momento de la conversación (p. 254). Esa autocrítica, lejos de restarle autoridad, lo humaniza y lo acerca al lector: el creyente que lucha por vivir su fe en medio de las contradicciones del mundo.

Laicidad, lo sagrado y la pluralidad religiosa

En otro bloque —Lo sagrado, la secularización y el futuro de la religión (P. 59 y ss.)— el diálogo aborda los retos culturales de la fe en una sociedad plural y secularizada. Díaz-Salazar defiende la necesidad de superar tanto el anticlericalismo militante como el clericalismo defensivo. La religión, dice, no desaparecerá, pero tampoco puede permanecer idéntica a sí misma: debe aprender a dialogar, a escuchar, a ofrecer sentido sin imponerlo.

El futuro de lo sagrado pasa por una espiritualidad que acompañe el sufrimiento y promueva la justicia. En ese marco, la esperanza se convierte en una categoría sociológica: no es mera virtud teologal, sino fuerza social que moviliza a individuos y comunidades hacia un bien común posible (p. 287 y ss.)

La esperanza como tarea histórica

El núcleo final del libro gira en torno a la esperanza (pp. 273 y ss.). El tránsito “del sufrimiento social a la esperanza” no es un salto mágico, sino un itinerario de transformación personal y colectiva. La esperanza se construye desde abajo, en la acción cotidiana, en la solidaridad, en la organización y en la belleza. El segundo bloque de la obra está dedicado justamente a la belleza, donde las artes, singularmente la poesía (p. 27 y ss.), ocupan una un lugar predominante en la espiritualidad del autor.

Díaz-Salazar subraya que la esperanza no se decreta: se cultiva en medio de la adversidad. Es una “virtud rebelde”, capaz de sostener la dignidad humana cuando las estructuras fallan. En este sentido, la conversación se convierte en una pedagogía del compromiso: no basta con creer, hay que actuar; no basta con indignarse, hay que organizarse (p.293 y ss.).

El libro incluye referencias a la educación, la cultura, la estética, la ecología y la espiritualidad como ámbitos donde se gesta esa esperanza encarnada. No hay escapismo ni resignación: hay un deseo profundo de re-encantar la realidad desde la fe y desde la ética.

Forma y estilo: la conversación como método

Más allá de su contenido, el formato del libro merece atención. La estructura dialogada —con preguntas incisivas de Rafael Ruiz Andrés y respuestas reflexivas y matizadas de Díaz-Salazar— crea un ritmo cercano y dinámico. No hay artificio académico: el pensamiento fluye entre anécdotas personales, referencias teóricas y confesiones vitales.

Esa mezcla de testimonio, análisis y espiritualidad convierte el texto en una especie de autobiografía intelectual del autor. La conversación muestra a un hombre que ha pasado por el campo y la universidad, por la militancia y la oración; que conoce perfectamente las múltiples caras de la sociedad y los Evangelios; que se ha cansado muchas veces, pero no ha renunciado a la esperanza.

Valor y alcance del libro

Del sufrimiento social a la esperanza no es un libro complaciente. Interpela, provoca, sacude. Requiere un lector dispuesto a pensar y a dejarse afectar. Pero ofrece también consuelo: la certeza de que el pensamiento crítico y la fe vivida no son incompatibles.

En tiempos de desánimo colectivo y discursos polarizados, esta obra propone un camino intermedio entre el análisis sociológico riguroso y la espiritualidad comprometida. Su valor reside, a mi modo de ver, en mostrar que la esperanza no es una emoción, sino una práctica personal y social que se construye cada día.

En definitiva, Rafael Díaz-Salazar —en diálogo con Rafael Ruiz Andrés— nos recuerda que la sociología sin compasión es ciega, y la fe sin justicia es vacía. Su conversación es una invitación a mirar de frente el sufrimiento del mundo y, sin negar su peso, apostar por la ternura, la solidaridad y la esperanza activa que nacen de la conciencia social y del Evangelio.