Francisco Porcar: «Cuidar el trabajo es una expresión de amor a las personas trabajadoras»

Francisco Porcar: «Cuidar el trabajo es una expresión de amor a las personas trabajadoras»
El libro Trabajo humano, el reto pendiente. Por una cultura del cuidado en el mundo del trabajo, de Francisco Porcar, propone una reflexión profunda y actual sobre la necesidad de situar el cuidado en el centro del mundo del trabajo. Inspirado en el pensamiento social de la Iglesia, en especial en el magisterio del papa Francisco, esta publicación, que se presenta esta jueves 16 de octubre en Madrid, aborda la realidad laboral desde una perspectiva humana, social, política y espiritual que nos invita a mirar sus heridas y a comprometernos en su dignificación como una tarea personal y colectiva.

En la introducción citas con fuerza el mensaje del papa Francisco a la 109ª Conferencia de la OIT. ¿Por qué crees que ese mensaje es clave para repensar el trabajo humano hoy?

Ese mensaje sintetiza muchos de los aspectos que Francisco planteó insistentemente respecto al trabajo humano y constituye una valiosa propuesta sobre cómo situarnos ante el presente y el futuro del trabajo para que sea verdaderamente humano, que es de lo que se trata. Por eso he partido de lo que en él se plantea, que gira en torno a tres ejes: el empeño por construir un nuevo futuro del trabajo fundado en condiciones dignas y que promuevan el bien común, para hacer del trabajo un componente esencial del cuidado de la sociedad y del planeta; mirar y tratar el trabajo desde la perspectiva del cuidado, poniendo en primer lugar el cuidado de las personas trabajadoras; y dar prioridad a los trabajadores y trabajadoras precarios, vulnerables, empobrecidos, a quienes se encuentran en los márgenes del mundo del trabajo.

Planteas el libro como una propuesta para «cuidar el trabajo». ¿Qué sentido tiene aquí el verbo «cuidar» y por qué lo consideras tan necesario?

Planteo la necesidad social de promover una cultura del cuidado del trabajo y del mundo del trabajo. Es un reto pendiente en nuestra sociedad. Entiendo que en el corazón de toda cultura hay una forma de sentir, pensar y actuar que se considera la normal, la más humana. Cuidar es poner la vida en el centro y buscar hacer lo necesario para que subsista y se desarrolle plenamente. Una forma de sentir, pensar y actuar que sitúe la vida en el centro. Cuidar el trabajo es posibilitar que sea verdaderamente humano, colaborar con él al desarrollo de la vida personal, familiar, social, del planeta. Cuidar es una expresión de amar. Cuidar el trabajo es una expresión de amor a las personas trabajadoras. Puede sonar extraño para una mentalidad como la que predomina en nuestra sociedad, pero creo que es la clave de todo lo demás. Cuidar el trabajo es una necesidad porque en nuestro mundo hay un profundo descuido del trabajo que daña gravemente a las personas, a la sociedad y al planeta. Cuidar el trabajo es esencial para cuidar la vida, porque el trabajo no se puede separar de las personas trabajadoras. En realidad, no existe el trabajo en abstracto, existen personas que trabajan. El trabajo es una capacidad de las personas. Por eso, lo que se hace con el trabajo se hace con las personas: si se cuida el trabajo se cuida a las personas trabajadoras, si se descuida, se descuida a las personas, se cuida o se descuida la vida.

En esa propuesta para «cuidar el trabajo», ¿cuáles son los significados que quieres acentuar?

He intentado desarrollar lo que considero las cuatro dimensiones fundamentales para una propuesta integral de cuidado del trabajo. Cuatro dimensiones estrechamente relacionadas entre sí. Cuidar a las personas trabajadoras, que el trabajo se realice siempre en condiciones dignas, el trabajo digno. Que el trabajo se realice de tal manera que cuide la sociedad, colabore al desarrollo de una sociedad más justa y humana. Que el trabajo cuide el planeta, trabajar de manera que cuidemos el planeta y desarrollemos sus potencialidades, sin destruirlo. Que el trabajo podamos vivirlo según la dignidad que tiene y da, que podamos vivir y desarrollar el sentido y el valor humanizador del trabajo. Esta última dimensión, la dignidad del trabajo, me parece fundamental, porque sustenta todas las demás.

Cuidar el trabajo es combatir
las situaciones que tanto dañan
a
las personas y a la sociedad

Hablas del «economicismo» como raíz del descuido del trabajo, ¿qué entiendes por «economicismo» y qué por economía? ¿Cómo amenaza el economicismo la dignidad del trabajo?

La economía es una dimensión imprescindible de la vida social. Es cómo organizamos la producción y distribución de los bienes y servicios necesarios para la vida. El economicismo es una ideología, la propia del capitalismo, que da una determinada orientación a la economía. Sitúa en el centro de la vida social la economía y quiere hacer que todo gire en torno a ella. De ser un instrumento al servicio de fines humanos la convierte en un fin en sí misma. Su convicción central es que el crecimiento económico indefinido es igual a progreso social y humano. Se trata de tener siempre más entre todos. Por eso lo subordina todo a la rentabilidad económica. Para el economicismo el trabajo es una variable económica, un coste que hay que reducir el máximo posible para la obtención de la mayor rentabilidad del capital. Convierte el trabajo en una mercancía para la rentabilidad y con él a la persona trabajadora. Por eso está en la raíz de la deshumanización del trabajo.

Dices que el trabajo está profundamente herido y que eso afecta a las personas, las relaciones y la sociedad, ¿cuáles de esas heridas consideras más graves o extendidas hoy?

En el conjunto del mundo hay un grave deterioro del reconocimiento efectivo de los derechos laborales de las personas, una precariedad laboral extrema que sufren la mayoría de los trabajadores y trabajadoras, una enorme debilidad de la protección social y de los derechos sociales de las personas y familias trabajadoras. Y, sobre todo, como consecuencia de lo anterior, la enorme tragedia de las muertes, lesiones graves y deterioro de la salud. Son tres millones de personas las que mueren cada año en el mundo por la siniestralidad laboral y las enfermedades laborales. En nuestro país destacaría la precariedad laboral que precariza la vida, la discriminación que sufren jóvenes, mujeres, migrante y trabajadores mayores, el desempleo estructural de larga duración, así como la exclusión de los sectores más vulnerables del mundo obrero sin la debida protección social y el acceso cada vez más difícil a un bien tan básico como la vivienda. Y también el insoportable escándalo de la siniestralidad y el deterioro de la salud. En medio de una gran indiferencia social, solo por siniestralidad laboral en los últimos cuatro años han muerto en nuestro país 3.084 personas. Cuidar el trabajo es combatir situaciones como estas para que dejen de hacer tanto daño a las personas y a la sociedad.

¿Por qué señalas que el problema no es solo la precariedad y el desempleo, sino también una manera de concebir el trabajo que deshumaniza?

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El economicismo dominante en nuestra sociedad provoca graves heridas como las que he señalado respecto al trabajo y otras como, por ejemplo, en la destrucción del planeta. Eso es muy grave. Pero también lo es la profunda deformación que produce del sentido y el valor del trabajo humano. Nos roba la dignidad del trabajo, mata esa dignidad. Frecuentemente lo reducimos a una variable económica y acabamos identificándolo solo con un medio para obtener los ingresos necesarios, a veces, solo para sobrevivir y, en otras ocasiones, para poder consumir siempre más. Eso daña profundamente nuestra humanidad porque destruye el valor del trabajo humano, su sentido. Y ocurre no solo en el empleo, también en los trabajos que no son empleos, aquellos por los que no se paga un precio en el mercado, aunque son esenciales para la vida. Como no tienen precio de mercado se valoran muy poco socialmente. Recuperar el sentido de la dignidad del trabajo me parece fundamental para todo lo demás.

¿Qué aportaciones fundamentales hace la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) para el cuidado del trabajo?

Todo lo que planteo en el libro está basado e inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia. Creo que en la aportación de la DSI sobre el trabajo hay una propuesta muy consistente para el cuidado integral del trabajo. Una propuesta que, desde luego, es para la vida y el compromiso de la Iglesia y de las personas cristianas. Pero, también, para toda la sociedad y para todas las personas, porque es una propuesta profundamente humanista. De esa aportación destacaría cuatro cosas. Primero, que el trabajo humano hay que considerarlo siempre desde la dignidad de la persona trabajadora, como algo siempre unido a la persona. Segundo, la dignidad del trabajo como un bien de la persona y de la sociedad, su sentido y valor para el desarrollo de las personas y de la sociedad y el planeta; más aún, la necesidad de hacer posible el trabajo por amor y con amor, como servicio a los demás. Tercero, su enorme importancia en la construcción de la sociedad pues, como señaló Juan Pablo II, que el trabajo sea humano está «en el centro de la cuestión social» o, como decía Francisco, en la construcción de la sociedad «el gran tema es el trabajo». Y cuarto, que para avanzar en que el trabajo sea humano siempre hay que dar prioridad a las necesidades y derechos de los trabajadores y las trabajadoras más vulnerables, porque en el corazón del bien común está que no haya personas excluidas.

Defiendes el valor de las organizaciones de trabajadores y trabajadoras, en particular, los sindicatos, ¿por qué?

Porque han sido, son y están llamadas a continuar siendo un instrumento esencial en el cuidado del trabajo. La historia del movimiento obrero, particularmente de los sindicatos, es la historia de la defensa de la dignidad de las personas trabajadoras, de las condiciones dignas de trabajo y de vida, de la justicia y la solidaridad en la vida social. Sin idealizarlos, con sus luces y sus sombras, han jugado ese papel y necesitamos que así sigan siendo. En la DSI hay un gran aprecio y valoración de las organizaciones de trabajadores y trabajadoras. He intentado explicar lo que plantea la DSI en ese sentido y también las propuestas que hace para su siempre necesaria renovación. Y, también, cómo necesitamos cuidarlas desde dentro y desde fuera de ellas.

Afirmas que cuidar el trabajo es una tarea de todas las personas, ¿qué quieres decir?

Que cuidar el trabajo es una responsabilidad del conjunto de la sociedad y en ella todas las personas deberíamos preguntarnos qué podemos aportar en ese sentido. Muchas veces nos ocurre que no vemos claro qué podemos hacer. Por eso dedico un capítulo del libro a proponer algunas pistas sobre qué podemos hacer las personas en nuestra vida cotidiana para colaborar a cuidar el trabajo como componente esencial del cuidado de la vida.

La causa del trabajo digno
es
la causa de la Iglesia, porque en ella
lo que está en juego es la sagrada
dignidad de las personas

Pero planteas el cuidado como una propuesta política transformadora y no solo como una actitud personal, ¿por qué?

El cuidado es una tarea radicalmente política. También el cuidado del trabajo. Si entendemos por política lo que realmente es: todo lo que hacemos para construir la vida social de una u otra manera. En ese sentido, lo que podemos aportar cada persona no puede ser algo vivido de forma individualista, sino como la aportación personal a una tarea común. Cuidar el trabajo podemos hacerlo juntos y juntas. Necesitamos pasar del «yo» al «nosotros». Situar la vida en el centro, también en el trabajo, es algo profundamente transformador. Es situarnos en una lógica distinta a la que predomina en nuestra sociedad. Ese cuidado del trabajo como cuestión política incluye tres dimensiones interrelacionadas: los comportamientos de las personas, la transformación de la mentalidad social sobre el trabajo, y poner las instituciones y estructuras sociales al servicio de la dignidad del trabajo y del trabajo en condiciones dignas.

¿Qué relación ves entre cuidado, fe cristiana y compromiso social en el contexto actual?

Toda. Proponer el Evangelio de Jesús es inseparable de la propuesta y el compromiso en la construcción de la fraternidad. La construcción de la justicia es inseparable de la fe cristiana. Respecto del trabajo en la construcción de la fraternidad y la justicia, Juan Pablo II decía que la causa de la defensa de la dignidad del trabajo y del trabajo en condiciones dignas es la causa de la Iglesia, porque en ella lo que está en juego es la sagrada dignidad de las personas, central en la misión de la Iglesia. Y añadía que esa causa es fundamental para ser verdaderamente la Iglesia de los pobres, pues los pobres aparecen en muchos casos como resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano. La Iglesia necesitamos avanzar mucho en hacer vida y práctica eso que decía con tanta claridad el Papa.