El Vaticano considera una obligación moral erradicar la pobreza y el hambre

El Vaticano considera una obligación moral erradicar la pobreza y el hambre
FOTO | Un mundo más caluroso dificulta la agricultura. Este año, India prohibió la mayoría de las exportaciones de arroz debido a los efectos del clima extremo. Vía AP
Roma y Nueva York han sido escenario esta semana de un doble llamamiento del Papa León XIV y del arzobispo Gabriele Caccia, representante de la Santa Sede ante la ONU, para que la comunidad internacional actúe con decisión frente al hambre y la pobreza. Ambos han coincidido en que no se trata de desafíos técnicos, sino de obligaciones morales que deben cumplirse sin demora.

En su intervención ante la FAO, el Papa denunció que más de 670 millones de personas sufren hambre crónica y más de 2.000 millones padecen inseguridad alimentaria. Lo calificó como un fracaso colectivo y una culpa histórica, y advirtió que quien pasa hambre no es un extraño, sino un hermano que exige ayuda inmediata. Reclamó que se pase de las declaraciones solemnes a una voluntad real y sostenida, capaz de transformar el sistema económico actual, al que acusó de estar sin alma y de desperdiciar alimentos mientras millones padecen necesidad.

El Pontífice también condenó el uso del hambre como arma de guerra, calificándolo como crimen, y criticó la indiferencia ante el sufrimiento humano. Afirmó que erradicar el hambre es condición para la paz y para el bien común de todas las naciones.

Desde Nueva York, el arzobispo Caccia recordó que la pobreza no es inevitable y que su erradicación es una obligación moral. Denunció que, tras una década de Agenda 2030, más de 800 millones de personas siguen viviendo en pobreza extrema. Subrayó que detrás de cada cifra hay vidas truncadas, y que la pobreza es una grave ofensa a la dignidad humana.

Ambos representantes de la Iglesia reclamaron una cooperación internacional efectiva, inversión en educación, trabajo digno y sistemas de protección social. Advirtieron del trastorno de prioridades que lleva a destinar recursos a instrumentos de muerte en lugar de al desarrollo humano integral.