Cerrar los ojos como gesto revolucionario

Vivimos inmersos en una cultura que nos exhorta a no perder nunca de vista lo externo: pantallas que emiten su luz como soles artificiales, ventanas abiertas al mundo que no dejan espacio para el misterio.
El imperativo social es el de la distracción permanente, la atención dispersa y dirigida a lo que ocurre fuera, el hambre de imágenes, el empacho de información y apreciaciones superficiales. El ojo abierto se ha convertido en metáfora de productividad, distracción, alienación e insensibilización.
Sin embargo, este afán por mirar incesantemente, por acumular visión exterior, nos priva del alimento esencial de lo invisible. «Lo verdaderamente importante sucede cuando cerramos los ojos»,
parece decirnos la voz interior; en la ceguera voluntaria, se revela el poder de la mirada silenciosa, la riqueza de lo sutil, el misterio que se esconde tras el telón de lo que vemos.
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Maestro. Formador. Escritor
Autor de “Dos minutos”