La fe que se hace justicia: Cardijn y el centenario de la JOC

La fe que se hace justicia: Cardijn y el centenario de la JOC

Este verano, en Bruselas, tuvimos la oportunidad de visitar la tumba de Joseph Cardijn (1882-1967) en el barrio de Laeken, a las afueras de Bruselas. Y justo este año, resultaba ser una visita especial, pues se cumple el centenario de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), el movimiento que Cardijn fundó en 1925, justo en ese barrio. Justo en esa parroquia.

No figura en el circuito turístico de Bruselas, pero de aquel barrio obrero rodeado de altas chimeneas, donde estuvo aquel pobre párroco, surgió una experiencia de vital importancia para la historia del movimiento obrero y de la Iglesia.

La parroquia de Nuestra Señora de Laeken, era la parroquia de un barrio marcado por la dureza de la vida fabril en la Bélgica de principios del siglo XX. Allí, Cardijn, nacido él mismo en una familia trabajadora, fue nombrado vicario.

Pronto descubrió que la misión pastoral no podía reducirse a la catequesis y al culto: debía responder al sufrimiento de aquellos jóvenes que entraban a las fábricas siendo niños y salían agotados, tempranamente envejecidos. “La Iglesia no puede ser indiferente al destino de millones de jóvenes que cada mañana van a la fábrica, a la mina o al taller. Su vida es nuestra misión.” (Discursos, 1925).

Fue en este contexto donde creó primero la Juventud Sindicalista, la KAJ (Kristene Arbeiders Jeugdy, en flamenco), y en 1925, nació la Juventud Obrera Cristiana (Jeunesse Ouvrière Chrétienne, JOC), con una originalidad radical: no sería un movimiento dirigido por sacerdotes, sino por los propios jóvenes trabajadores.

Pero la idea de Cardijn no venía de la nada. Su propuesta se alimentaba de una rica tradición de catolicismo social belga, que había sabido dialogar tempranamente con la modernidad. A finales del siglo XIX, el sacerdote flamenco, Adolf Daens (nacido en Aalst, a escasa media hora de Bruselas, y cuya parroquia también visitamos) había denunciado desde los púlpitos las condiciones de los obreros.

Daens se había enfrentado al Partido Católico, dominado por la burguesía conservadora. Defendía que los obreros cristianos no debían quedar atrapados en una política que traicionaba sus intereses de clase. El movimiento obrero cristiano no podía ser un apéndice de la burguesía, sino un actor autónomo y transformador capaz de unir fe y justicia social.

En un famoso discurso parlamentario de 1894, Daens advirtió: “No se puede servir a Cristo y al capital al mismo tiempo. El Evangelio está con el obrero.” Estas palabras le valieron la persecución de algunos obispos y de muchos políticos católicos, pero sembraron un camino que Cardijn recogería: un cristianismo que no se conforma con la beneficencia, sino que exige organización obrera y justicia social.

El método “Ver, Juzgar, Actuar”

La genialidad de Cardijn fue convertir la pastoral obrera en un método pedagógico y de acción. Inspirado en el sociólogo francés Frédéric Le Play, y su método inductivo (de la realidad concreta a la globalidad) Cardijn desarrolló el tríptico “Ver, Juzgar, Actuar”:

Ver: conocer la realidad concreta de los obreros, mediante encuestas, testimonios y diálogo directo. Partir de hechos concretos, incuestionables, pues eran experimentados vivencialmente por los protagonistas: los y las jóvenes obreras. “Antes de hablar, hay que escuchar. Antes de juzgar, hay que observar. El joven obrero tiene derecho a describir su propia vida” (Cardijn, 1935)

Juzgar: confrontar esa realidad con el Evangelio y con la tradición social cristiana, especialmente en aquellos años con la encíclica Rerum novarum (1891) de León XIII, que había supuesto un aldabonazo a la conciencia social de la Iglesia.

Actuar: organizarse y transformar las condiciones de vida y de trabajo, empezando por acciones muy pequeñas, que podían ser llevadas a cabo por cualquier grupo pequeño, en cualquier lugar por pequeño que fuera.

Este esquema, que hoy puede parecernos evidente, fue revolucionario en su tiempo. Dio a miles de jóvenes la capacidad de analizar críticamente su entorno y de reconocerse como protagonistas de su historia. El método “Ver, Juzgar, Actuar” trascendió los márgenes de la JOC.

El Concilio Vaticano II lo adoptó como esquema de reflexión pastoral y numerosos documentos posteriores lo asumieron como propio. Pablo VI nombró a aquel párroco de barrio cardenal de la Iglesia Universal. Cuando tomó posesión, Cardijn diría que su diócesis sería “todos los jóvenes obreros del mundo”.

El papa Francisco, en documentos como Evangelii gaudium y Laudato si’, cita explícitamente el método Ver, Juzgar, Actuar, mostrando su vigencia para abordar tanto los problemas sociales como los desafíos ecológicos. Así, lo que nació en aquel barrio obrero belga ha llegado a ser un método de acción pastoral universal en la Iglesia.

De Bruselas al mundo

La JOC se expandió rápidamente más allá de Bélgica. Tempranamente pasó a Francia y a otros países centroeuropeos. Su fuerza estaba en que era internacional y autónoma. Un movimiento obrero juvenil cristiano que se implicaba en las luchas sindicales, comunitarias y políticas.

En muchos países, como España, la JOC se convirtió en escuela de militancia, y su influencia fue decisiva, no sólo en la juventud, sino en otros movimientos como la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) y en otras asociaciones apostólicas.

Durante el franquismo, por ejemplo, la JOC y la HOAC fueron espacios de formación crítica, lucha sindical clandestina y resistencia democrática. Sus militantes fueron claves en el relanzamiento del sindicalismo democrático durante la transición. En Iberoamérica, donde la JOC llegó a tener mucha fuerza, la militancia jocista ha inspirado muchas experiencias de liberación.

Pero el legado de la JOC no es solo memoria. La JOC sigue viva como tal, o, en movimientos que, con otros nombres o formas, continúan defendiendo la dignidad del joven trabajador.

El grito de Cardijn un joven obrero, una joven obrera, vale más que todo el oro del mundo sigue resonando hoy en un mundo marcado por la precariedad laboral, el desempleo juvenil y las desigualdades globales.

La voz de Cardijn y de Daens son hoy tan actuales como ayer: la fe cristiana solo puede ser auténtica si se compromete con la justicia en el mundo del trabajo.