El delirio reaccionario contra el arraigo

El delirio reaccionario contra el arraigo

Dedicar diez minutos a escuchar a la diputada ultra Rocío De Meer es un ejercicio de paciencia infinita –lo reconozco: lo hice–. Paciencia para soportar una intervención plagada de bulos, de símbolos nacionalistas huecos y de odio contra las personas migrantes.

Además, tres de esos minutos los dedicó a ensalzar a Charlie Kirk, líder juvenil del movimiento MAGA (Make America Great Again) y estrecho aliado de Donald Trump, recientemente asesinado en Estados Unidos. Un crimen violento que no tiene ninguna justificación, pero cuya memoria es instrumentalizada en las sede de la soberanía popular para reforzar un discurso de odio ajeno a nuestra realidad.

“Numancia, Covadonga, Lepanto, León o las Navas de Tolosa son símbolos”, proclamó la diputada, como si el arraigo fuera una batalla medieval. Se escudó en la épica guerrera para negar un hecho elemental: El arraigo es una herramienta jurídica consolidada en España desde hace casi dos décadas, que permite regularizar la situación de personas migrantes tras un periodo de residencia continuada y la acreditación de vínculos laborales, familiares o de inserción social.

Gracias a esta figura, miles de personas trabajadoras han podido acceder a un empleo en condiciones, cotizar a la Seguridad Social, pagar impuestos y contribuir al sostenimiento de los servicios públicos, garantizando derechos básicos para ellas y sus familias, y formar parte de nuestros barrios y pueblos.

Nada que ver con asedios heroicos ni epopeyas nacionales. La retórica nacionalista hueca de VOX no ofrece soluciones: solo pretende fabricar enemigos internos.

Bulos y criminalización

“El arraigo es un coladero de regularizaciones masivas”, “trajisteis a sus violadores”, “ni un hiyab más, ni un machetazo más”. Estas frases, literales, resumen el veneno de su discurso.

Pero los datos oficiales cuentan otra cosa: la tasa de criminalidad de personas extranjeras es proporcional a su peso en la población, según el Ministerio del Interior. La Seguridad Social advierte que sin trabajadores migrantes sería inviable el sistema de pensiones. La OCDE y el Banco de España subrayan que la migración es esencial para sostener el PIB y cubrir necesidades laborales esenciales.

Lo que colapsa no son los servicios por la presencia de personas migrantes, sino por la precariedad estructural y la falta de inversión pública –alimentada por políticas que prefieren una menor financiación bajando las aportaciones económica vía impuestos–, responsabilidad también de gobiernos en los que, hasta hace poco, participaba VOX.

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Propuestas incompatibles con la democracia

De Meer reclamó “suprimir el arraigo”, “deportaciones masivas” y “prohibir las regularizaciones”. Lo dijo sin matices: “Es urgente, al menos tres cosas son urgentes…”. Pero esas tres medidas –a modo de limpieza étnica– son incompatibles con la democracia, la Constitución y los compromisos internacionales de España en materia de derechos humanos. Además, eliminar vías legales de integración solo alimentaría la economía sumergida y la explotación laboral.

Un delirio de proposición de ley que presentó VOX y que apoyó el PP, –se aleja así de las bases del consenso democrático en torno a la gestión de la migración y asume la agenda de la ultraderecha– adornado de un espectáculo ideológico que montó Rocío De Meer: nacionalismo trasnochado, bulos y odio.

Estas intervenciones no buscan convencer en sede parlamentaria, sino convertirse en munición para redes sociales, recortadas en vídeos que circulan como gasolina en los ecosistemas digitales de la extrema derecha. Ahí refuerzan sus lógicas de odio y xenofobia, presentando a las personas migrantes como amenaza existencial.

Mientras tanto, miles de hombres y mujeres trabajadoras migrantes sostienen con su esfuerzo el campo, los cuidados, la hostelería, la construcción… Son parte esencial de nuestro presente y nuestro futuro. Negar su contribución o demonizarlos no solo es injusto e inhumano: es un suicidio social.