Contra la insensibilidad: ¡Gaza somos todos!

Es asombroso que dirigentes sociales, deportivos y políticos no perciban con un mínimo de claridad que una situación humanitaria tan espeluznante como la que se está viviendo en Gaza, y en Palestina en general, no puede eludirse con esquemas escapistas y formales, pretendiendo ignorar una realidad que hiere a toda la humanidad.
Aunque la política esté en la base del problema, nunca puede justificarse un genocidio, que imposibilita cualquier atisbo de solución objetiva del conflicto. Cuando se prescinde del derecho humanitario, del derecho internacional y de los derechos humanos desaparece todo rasgo de convivencia y de vida social.
Estamos ante un conflicto de más de 75 años y el hecho de que una acción violenta determinada de una parte, tan lamentable como tantas otras de la otra parte, produzca un efecto espectacular, como ocurrió el 7 de octubre de 2023 con la acción de Hamas, no puede dar luz verde a una masacre de la población civil y ahora a una expulsión de su territorio. Los conflictos bélicos tienen también sus reglas para que siempre se pueda buscar acuerdos de paz hacia el futuro.
Pero Israel se ha saltado todas las condiciones mínimas para buscar salidas a la situación. Y ahora ha convertido su proyecto de destrucción del enemigo en un genocidio que pone en la picota a la comunidad internacional en su conjunto, pero sobre todo a países como EEUU y a la UE, los únicos capaces de aplicar medidas que podrían frenar a Netanyahu en su deriva criminal y llevarle a una mesa de negociación. Pero cuidado, que hasta ese mecanismo se lo ha saltado para intentar asesinar a los representantes de Hamas en la negociación de un alto al fuego inmediato.
Dadas estas circunstancias, las sociedades civiles de los países más democráticos han promovido una respuesta ciudadana contundente contra el estado de Israel y su gobierno, procurando activar un boicot a todas sus actividades en el ámbito internacional.
Ya la presencia de Israel en la anterior edición del Festival de Eurovisión produjo una tensión importante, a pesar de que la situación todavía no era tan inminente. Pero sin duda en la edición del próximo año habrá boicot si participa Israel y las cosas no han cambiado radicalmente.
Cuando llegó la noticia de que un equipo israelí iba a correr en la Vuelta Ciclista a España, muchos tuvimos la evidencia desde ese mismo instante de que la ronda española iba a sufrir un descalabro social y moral ante su público tan fiel. Lógicamente, no es lo mismo una competición cerrada en un espacio deportivo, donde la relación con los deportistas es más lejana, que una carrera ciclista en la que los corredores sienten el aliento del público en su cuello. Creemos que el boicot hay que aplicarlo en ambos casos, pues existe la misma causa, sin embargo el riesgo de interferencia es muchísimo mayor.
No es concebible que los dirigentes de la Vuelta, las autoridades de la UCI e incluso el propio Gobierno de España no hayan cortado a tiempo esa participación injustificable, tanto por la nacionalidad del equipo como por su dependencia del estado judío y de dirigentes sionistas significados.
No hubiera pasado nada si eso se corta en origen: se ha hecho recientemente con equipos y deportistas rusos y anteriormente con sudafricanos en la era del apartheid. Lo contrario, ha sido una auténtica provocación, que ha concluido de la mejor manera posible: que el pueblo movilizado ha parado la competición de forma pacífica y solidaria, dando una prueba de madurez democrática y de compromiso con la causa palestina, que fijará historia entre los dos pueblos. Afortunadamente, nuestro gobierno reaccionó a tiempo y supo ser coherente.

Abogado asturiano y presidente de la asociación PUEDO de la ONCE. Miembro de la Coordinadora Estatal de Redes Cristianas