«No he venido a traer paz, sino división»

«No he venido a traer paz, sino división»

Lectura del Evangelio según san Lucas (12, 49-53)

He venido a encender fuego a la tierra; y ¡cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que pasar por una terrible prueba y estoy angustiado hasta que se cumpla.

¿Les parece que he venido a traer paz a la tierra? Pues les digo que no, sino más bien división. Porque de ahora en adelante estarán divididos los cinco miembros de una familia, tres contra dos, y dos contra tres. El padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

Comentario

Hay palabras claves en este texto, fuego, que en la tradición bíblica habla de la presencia divina, y del Espíritu, se habla de prueba o bautismo y, al final, de división.

Este párrafo, parece, y sobre todo en Mateo (10, 34), como una isla dentro del Evangelio. Un texto que tiene dureza dentro de todo el discurso de fraternidad que Jesús hace. Pero la imagen de ese Jesús caminando rodeado de discípulas y discípulos que le acompañaban, ese maestro con una pasión en su corazón: devolver el verdadero rostro de Dios a un pueblo explotado por aquellos que tenían el monopolio de Dios y de la salvación. Y explotado porque era una religiosidad cargada de normas que, para cumplirlas todas, el ferviente judío tendría que ser rico y si la riqueza era signo de ser agraciado por Dios el círculo quedaba cerrado.

Y si lo religioso estructuraba toda la vida de Israel no es difícil de entender que Jesús suponía un problema para el orden establecido, y no por pretensiones políticas, no, sólo la propuesta de Dios que hacía desde su experiencia, solo su propuesta de reino y reino de un Dios que es Abba hacía temblar los cimientos de la religiosidad judía.

Uno no puede dejar de imaginar la pasión de aquel hombre que experimentaba en sus entrañas al Dios Padre del que hablaba con seguridad y entusiasmo, con la convicción de que ese Dios Padre, de que ese reino era liberación para su pueblo, para los hombres y mujeres que le rodeaban, para los y las excluidas… y quienes le escuchaban se quedaban anonadados con sus palabras; las personas empobrecidos escuchaban atentas, porque ellos y ellas eran los preferidos de un Dios al que podían llamar Padre; las mujeres se sentían importantes, reconocidas por el maestro; la gente pecadora y los marginada podían reclamar a Dios «su entrañable misericordia», con la seguridad de que la tenían.

Y, el texto que hoy hemos leído muestra el esfuerzo de Jesús por contagiar su pasión, el fuego que ardía en su corazón. Su experiencia de Dios era especial y apasionante.

Cuando uno se sitúa en el lugar, en el tiempo de Jesús puede entender como sólo esa pasión, que era fuego, podía hacer que su palabra fuera una auténtica buena noticia, su mensaje impactaba, transformaba, llenaba de alegría, pero también dividía a quienes lo escuchaban. Optar por Jesús para aquella gente también era vivir en las fronteras, en los límites… y así también lo experimentaron las primeras comunidades cristianas que eran perseguidas.

Y hoy defender a migrantes y refugiados; hoy, denunciar las situaciones de precariedad laboral, la explotación de quienes no tienen papeles, denunciar como demagógicos, populistas y racistas los anuncios de deportaciones, expulsiones, como se hace ya en EEUU y se anuncia en España. Denunciar la institucionalización de la mentira como sistema de desinformación permanente del pueblo, de la gente sencilla… es traer fuego, incomodidad… actuar en favor de las personas que lo necesitan desde una opción creyente, cristiana es generar violencia para las personas situadas.

Hoy, seguir a Jesús sin convencionalismos, despertar la radicalidad que existe en el Evangelio, recuperar la frescura de Jesús; asumir el riesgo de ir al centro del conflicto, a los más alejados con una propuesta como la de Él requiere esa pasión por el reino que tanto hoy necesitamos porque creemos y estamos convencidos que ya, hoy, por encima de la ciencia, la economía, el Estado del bienestar, las ingenierías financieras, la inteligencia artificial, las filosofías esencialistas y ontológicas, las propuestas políticas y los líderes que la representan… la salvación viene por otro lado y Jesús quiere ser, es y así lo vivimos y lo anunciamos nosotros, una propuesta de sentido, de liberación integral para el hombre y la mujer de hoy.

El fuego del Espíritu que no deja a nadie indiferente tiene que tocar a cada creyente, y dejarnos romper por dentro. Estamos convencidos que sólo la pasión, desde nuestra propia experiencia de salvación, desde el seguimiento apasionado al Señor, es capaz de hacer relevante el cristianismo hoy; un cristianismo con los «ojos fijos en Jesús», lleno de testigos que estamos dispuestos y dispuestas hacer presente, con obras y palabras, el «fuego del Reino» que en boca de Jesús sonaba a revolución y en nuestra vida, la nuestra… y hoy, expresamente hoy, hacerlo desde la vivencia de la fraternidad como alternativa a la polarización instalada en nuestra sociedad, es también revolución.

 

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