Lenguaje que divide, mensaje que no evangeliza

Lenguaje que divide, mensaje que no evangeliza

El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, ha avivado la polémica sobre la libertad religiosa de la comunidad musulmana con un mensaje publicado en la red social X el 13 de agosto:

El contexto es la moción aprobada por el Ayuntamiento de Jumilla (Murcia), impulsada por Vox y respaldada por el PP, que prohíbe el uso de polideportivos municipales para celebraciones religiosas, afectando de forma directa a las festividades musulmanas.

La medida ha sido calificada por la Conferencia Episcopal Española (CEE) como una “discriminación que no puede darse en sociedades democráticas” y ha sido recurrida por el Gobierno al entender que vulnera el artículo 16 de la Constitución.

Lenguaje peyorativo e incompatible con la misión pastoral

El uso del término “moritos” es un insulto racista, cargado de connotaciones históricas que reducen a una comunidad religiosa a un estereotipo despectivo. Más grave aún cuando procede de un obispo, cuya misión es, según el Concilio Vaticano II, ser “signo de unidad” y no de división.

La Doctrina Social de la Iglesia y el magisterio del papa Francisco insisten en el respeto mutuo y en el diálogo interreligioso. Francisco lo expresó con claridad en la encíclica sobre la fraternidad y la amistad social: “La violencia no tiene fundamento religioso, sino ideológico, que tergiversa la religión” (Fratelli tutti, 285).

En este sentido, la referencia global y genérica a las personas musulmanas como corresponsables de persecuciones a personas cristianas en terceros países incurre en una culpabilización colectiva que alimenta la islamofobia.

La “reciprocidad” no es condición para la libertad

Plantear la libertad de culto en España como algo supeditado a una supuesta reciprocidad en países de mayoría musulmana es incompatible con el principio de derechos humanos universales.

La Constitución no reconoce derechos condicionados por las prácticas de otros Estados, sino que protege a todas las personas –sin distinción de credo, conviene subrayar– dentro del territorio nacional.

Defender el derecho de la comunidad musulmana a celebrar sus festividades en espacios públicos no es “ponerse estupendos”, sino cumplir con el mandato constitucional y con el compromiso cristiano de amar al prójimo.

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Contrastes dentro de la Iglesia

Mientras Sanz Montes se distancia de la posición de la CEE, otros prelados como el arzobispo de Tarragona, Joan Planellas, han defendido públicamente la libertad religiosa como valor no negociable.

El cardenal José Cobo, vicepresidente de la CEE, ha subrayado que “el respeto fundamental hacia las creencias y convicciones no puede sufrir retrocesos”.

Esta diferencia interna refleja dos visiones contrapuestas: la que prioriza la convivencia y la que, amparándose en agravios externos, apunta a justificar restricciones a los derechos de minorías religiosas.

Responsabilidades en tiempos de polarización

En un momento de creciente tensión social y auge de discursos de odioque son contrarios al Evangelio–, las palabras de un obispo no son neutrales: pueden reforzar estigmas o abrir caminos de encuentro.

En este caso, el mensaje público de Sanz Montes no aporta a la construcción de una convivencia pacífica, sino que legitima la exclusión –solo hay que seguir y leer el hilo de comentarios generado en su texto en X–.

La libertad religiosa no se negocia en función de la geopolítica ni se administra según el credo del otro. La Iglesia está llamada a ser puente, no muro; a proclamar la dignidad de toda persona, pues todos somos hermanos y hermanas.

Y el lenguaje, más que un detalle, es parte esencial de ese testimonio.