Las “kellys”: “La santa indignación se apoderó de nosotras”

Las “kellys”: “La santa indignación se apoderó de nosotras”

Hotel explotación: Las kellys
Dirección y guion: Georgina Cisquella
Cámara: Pere Joan Ventura
Sonido: Sergio Madridano
Montaje: Gemma Alfós y Roger La Puente
Género: documental, España, 2018

Turistas en Barcelona observan entre sorprendidos, molestos e incluso conmovidos la manifestación de las limpiadoras de los hoteles, las kellys, las que-lim-pian nuestras habitaciones.

Hasta que no comenzaron a movilizarse –y hasta qué punto, como podremos ver en el documental– casi nadie nos habíamos fijado en las camareras de piso.

Eran invisibles, o como mucho anónimas: “la que limpia”, porque la política de empresa –el propio hotel o incluso empresa externa a él– es que “no se note que has pasado por allí” pero… ¡ay si no pasasen por algunas habitaciones…!

No somos tantas las personas, y no siempre, que quitamos trabajo a quienes limpian porque se piensa que “para eso están; total, no me conocen, ni las conozco: ya me ocupo yo de no saludarlas, de hacer como que no las veo, para que no me relacionen con mis miserias de desorden, residuos que voy dejando…”.

El colchón de una cama puede llegar a pesar 40 kilos: cada vez que remeten el pico de una sábana por debajo de la esquina del colchón están levantando 10 o más kilos. Si multiplicamos esto por 30 o 40 camas al día… ya no hace falta ir al gimnasio a levantar 160 veces una pesa de 10 o más kilos.

Como en tantos otros trabajos, desde que las kellys entran al hotel desarrollan su trabajo contra el reloj, porque la clientela que se va sale a las 12 y la que entra ya quiere su habitación a esa hora, si puede ser, aunque en el contrato diga una hora posterior.

“Te llaman a la habitación, sube la gobernanta, qué pasa con la habitación, …” ¿Pues qué va a pasar? Que la persona anterior se ha marchado apurando el tiempo que la dirección del hotel le da y que la que viene sencillamente se cree que esa habitación ha estado siempre disponible para ella (ja, ja, ja…) o simplemente no piensa en las que limpian.

“Parece que se hace con una varita mágica: no es consciente el cliente del trabajo que hay detrás”, como si la limpieza de su casa se hiciese sola; las personas no podemos salir de vacaciones y olvidarnos de la responsabilidad que tenemos hacia las demás personas: parece que cuando viajamos –quienes pueden viajar, que esa es otra–, como descansamos de nuestro trabajo y además pagamos por esos servicios, toda persona a nuestro alrededor se convierte en nuestra esclava, todo son exigencias de un servicio perfecto, sin descuidos, como nos pasa a veces cuando vamos a un bar y no tenemos espera ni paciencia hacia quien nos atiende.

Sin que esto pretenda ser una disculpa de nuestro comportamiento, trasladamos las exigencias que sufrimos en nuestro trabajo –o que incluso hacemos sufrir a las personas subalternas a nosotros– a las personas que nos atienden en nuestros lugares de asueto consumista –porque las personas verdaderamente viajeras no actúan así–.

El documental tiene destellos de “sonido industrial” (tercer minuto) durante un silencio de la narradora, así como de imágenes repetidas que no son para rellenar, sino para hacernos conscientes del trabajo tan repetitivo que sufren estas trabajadoras.

Son muchas trabajadoras, prácticamente todas mujeres, pero precisamente por eso son invisibles, porque son las que menos importan, porque el rol de la limpieza se les tiene social y culturalmente asignado y es de los menos valorados. Al ser un trabajo tan rápido, se tarda poco en “desaparecer” de una habitación una vez limpia, y así parece que se ha hecho solo.

También puedes leer —  ¿Vulnerable, yo?

“Es bonito que venga el turismo porque de esto se mantiene la ciudad y lo que quieras, pero resulta que esto oculta la cara fea, que somos nosotras” cuando la fealdad es lo poco cuidadosas que somos las personas cuando salimos de casa.

Si ellas no desarrollasen ese trabajo, nadie querría alojarse en ningún sitio, porque lo primero que miramos cuando llegamos al lugar o incluso antes en las páginas de reserva de alojamientos en internet es la valoración de la limpieza, e incluso si no coincide esta última con lo que encontramos nos sentimos engañadas y nos rebelamos como nunca nos hemos levantado por nuestras propias condiciones laborales, por poner un ejemplo sin ir más lejos.

Este es de los trabajos por los que debería pasar toda persona durante alguna época de su vida, para empatizar más con las personas que lo realizan, con quienes desempeñan todos esos trabajos que nadie queremos y que precisamente por eso se convierten en el medio de vida de estas personas durante décadas de su vida laboral, por la necesidad vital de lograr ingresos para ser una persona autónoma y atender las responsabilidades familiares.

Y quienes limpian los alojamientos turísticos dispersos, ¿estarán en mejores condiciones? Claro que no, porque sus centros de trabajo son aislados, y ellas trabajan en soledad, además con desplazamientos que aumentan su jornada laboral, y si no la aumentan la aprietan más todavía en un margen horario que se extiende solamente entre las 11-12 de la mañana y las 15 horas, normalmente.

Hasta aquí las reflexiones suscitadas por el tráiler y los 10 primeros minutos de este documental.

Me dejaré algo para verlo, reflexionarlo, interpelarme y comentarlo comunitariamente en el momento previsto durante los cursos de verano de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), que este año celebramos en Madrid, para abordar nuevas sensibilidades y respuestas ante las vulnerabilidades en el mundo de trabajo.

Como siempre, en estos cursos se habla de lo que a casi nadie importa, aunque la mayoría lo suframos o conozcamos a personas cercanas que lo padecen, porque este sistema capitalista consigue convertirnos en personas ensimismadas que apenas nos planteamos que pueda haber salida a nuestra realidad y que bastante tenemos con la nuestra como para empatizar con la de otras personas en igual o peor situación.

Nos hace negacionistas de que podemos humanizar nuestra sociedad humanizando nuestros trabajos y sus lugares y de que se puede conseguir con otras personas, solidaria y comunitariamente.

En la HOAC sí creemos en cuidar el trabajo y cuidar la vida según la buena noticia de Jesús, y para muchas y muchos militantes, estos cursos de verano son sus únicas vacaciones, unos días privilegiados para formarse desde la realidad, el testimonio, la reflexión y la acción transformadora compartida en la gran familia hoacista.