La juventud precarizada y empobrecida precisa medidas concretas

La juventud precarizada y empobrecida precisa medidas concretas

El “Informe Juventud en España 2024” recoge la realidad de la realidad de las personas jóvenes, sus problemáticas, inquietudes y realidades. No es algo que nos resulte ajeno, ni está basado en ideas preconcebidas de otros sectores de la población, como suele ocurrir tantas veces al hablar de la juventud.

El estudio, que se actualiza cada cuatro años, lleva por título, esta vez, “Entre la emergencia y la resiliencia” y es que a pesar de ser llamada “la generación de cristal”, que nos vemos obligadas a desarrollar nuestros proyectos vitales en una sociedad marcada por la emergencia y las crisis: Crisis económica, con su impacto en las relaciones laborales y en la educación; crisis sanitaria por la Covid, crisis climática que trae un futuro incierto y un presente devastador. La juventud responde de manera solidaria, crítica y consciente de su papel en la sociedad.

La promesa de un futuro estable se ha desmoronado y hay que recurrir con “creatividad y esfuerzo” a las consecuencias de decisiones de otras generaciones, mientras se nos juzga, infravalora y desacredita. Nos tratan como “la generación del futuro”, no como verdaderos ciudadanos del presente que formamos el 21,7% de la población española.

El informe conceptualiza a la juventud como un grupo diverso y plural, fruto de un cúmulo de orígenes, formas de ver la vida, nacionalidades, experiencias, realidades geográficas y socioeconómicas influyen en nuestras vidas.

El país de origen, el sexo, la identidad sexual, el tamaño poblacional de dónde vivimos o el nivel socioeconómico de nuestras familias afecta a nuestra vida, a nuestra capacidad de estudiar, de independizarnos, de empezar un proyecto de vida o de sentirnos seguras y libres.

El retraso de la emancipación y el acceso imposible a la vivienda

Pero lo cierto es que la realidad sociopolítica, económica y de acceso a la vivienda nos impide transitar hacia la vida adulta. La dificultad para emanciparnos, la sobrecualificación y “titulitis” que se nos exige para los primeros trabajos, y la falta de respuestas institucionales y legislativas a nuestras necesidades y preocupaciones, hace que mantengamos la condición de “juventud” (o más bien precariedad y falta de autonomía y oportunidades reales) más allá de los 30 años, estando la edad de emancipación en 30,4 años y la edad media de la primera maternidad en 31,6 años según el informe.

En cuanto a la vivienda, el informe muestra las consecuencias de “una prolongada crisis de acceso a la vivienda”, donde las principales afectadas volvemos a ser las personas jóvenes. Nos vemos forzadas a vivir en pisos compartidos o en casa de nuestros padres, siendo más del 60% de las personas jóvenes las que aún residen con sus progenitores.

Nos hemos convertido en una “generación inquilina” que se enfrenta a la especulación constante de la vivienda, a la falta de medidas concretas en este ámbito, y a la incapacidad de ahorrar o de formar una familia ya que dedicamos en torno al 92% de nuestro salario a pagar el alquiler (sin tener en cuenta consumo, alimentación u ocio).

Esto genera una situación de precariedad y desigualdad, que se ve agravada en hogares jóvenes vulnerables, familias monoparentales o personas que residen en las grandes ciudades.

Precariedad laboral

Todo ello, a pesar de la hiperformación. Cada vez más las personas jóvenes terminan estudios superiores. Por más que se hable de “ninis”, el 23% de las personas jóvenes compatibilizan estudios y trabajo, siendo la generación de los “sisís”.

Dedicamos mucho esfuerzo para acceder al sistema laboral y por cumplir con los requisitos (muchas veces imposibles) de un mercado que no busca el talento joven, sino personas hipertituladas con muchos años de experiencia, jóvenes precarizados que acepten contratos temporales o de becarios y contratos fijos discontinuos o temporales no deseados.

Aunque los sueldos hayan subido, el índice de precios de consumo se ha incrementado un 8,32% por encima de lo que lo ha hecho el salario de las personas jóvenes. Nuestra capacidad adquisitiva, nuestras posibilidades reales de llevar una vida digna, se ve comprometida. La precarización se agrava para las mujeres jóvenes que cobran en 894 euros menos al mes que los hombres, en casi todas las modalidades de contratación laboral.

La educación

Una de las grandes necesidades de las personas jóvenes es la atención específica al alumnado con necesidades especiales, siendo el aspecto peor valorado del sistema educativo actual, así como la integración e inclusión social en el aula.

La formación cuesta los ahorros a nuestras familias. La educación superior no es accesible para todas las personas, y supone una barrera económica que muchas jóvenes no son capaces de superar.
Según el informe, “los principales motivos para dejar de estudiar son trabajar (46,7 %) y las necesidades económicas (17,8 %)”, situación que condiciona sustancialmente las oportunidades laborales que tendrán en el futuro, y el nivel de bienestar al que podrán acceder.

Participación política

Pero, a pesar de las dificultades y precarización a la que nos enfrentamos, y de la infantilización a la que nos someten las instituciones y el resto de la sociedad, nuestra implicación y participación política sigue siendo destacable.

Según el informe, nos mostramos críticas con el funcionamiento de la democracia, pero no con el propio concepto de democracia, y entendemos la importancia de votar y de mantenernos informadas, entre otros.

No obstante, fruto de la desconfianza hacia las instituciones y administraciones públicas, también de la falta de tiempo para participar en asociaciones de carácter social o político, la forma de participar es distinta.

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En la introducción la Ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, comentaba que “existe una juventud que se ha apartado de los canales tradicionales de la política porque ha perdido la confianza en un sistema que no cumple sus promesas y que perpetúa las desigualdades”.

La realidad es que las personas jóvenes participan y se comprometen con las causas de injusticia y desigualdad, y prueba de ello son las iniciativas pro-palestina que surgen en las universidades españolas, o las muchas manifestaciones y huelgas que están teniendo lugar en las universidades españolas en defensa de la financiación de la educación pública universitaria.

Después del voto (62,2%), las formas de activismo político preferidas por las personas jóvenes son las huelgas (41,2%), las manifestaciones autorizadas (39,4%), o las peticiones o campañas online y offline (37%).

Igualdad y ecología

No obstante, las inquietudes sociopolíticas son distintas entre la juventud, y aunque la mayoría consideramos cruciales temas como la situación económica, el trabajo, la vivienda, la educación, la guerra, el matrimonio igualitario o la salud mental, otros temas de vital importancia como la igualdad o el compromiso medioambiental están perdiendo fuerza.

La polarización ideológica entre las personas jóvenes se manifiesta en las respuestas que dan los hombres y las mujeres. En este ámbito, son ellas las que apoyan y defienden los derechos de los colectivos LGTBIQ+ (47% ellas frente a 27%), el cambio climático (55% frente a 45%) o el feminismo (67,64% frente a 40,96%), aunque en menor medida que en informes anteriores.

No es de extrañar el bajo porcentaje de importancia que dan a estos temas los hombres: si analizamos los referentes que tenemos las personas jóvenes hoy en día, y los medios que utilizamos para informarnos, nos damos cuenta que las redes sociales articulan e influyen en la vida de las personas jóvenes, pero, ¿qué mensaje estamos recibiendo?

En los últimos años muchos influencers muestran un modelo de masculinidad centrado en el hombre cis-heterosexual blanco, fuerte y que “conquista” mujeres, lanzando a su vez mensajes de odio y criminalización hacia las mujeres, las luchas feministas y los logros conseguidos en materia de igualdad.

Pero este no es el único problema de las redes sociales. Es verdad que el entorno digital ofrece grandes oportunidades y beneficios para la sociedad, y para la juventud en concreto, pero también supone una serie de retos y riesgos que se deben tener en cuenta (desinformación, acoso y violencia, adicciones…).

El 90% de los jóvenes españoles nos conectamos a Internet un mínimo de dos horas al día, nos informamos a través de redes sociales o internet, y utilizamos el espacio digital como herramienta clave en la construcción de nuestra identidad, en nuestra forma de relacionarnos y socializar, y para el ocio o entretenimiento.

No obstante, a pesar de ser un ámbito clave en nuestra vida y desarrollo, los sistemas educativos no nos forman ni nos ofrecen las herramientas suficientes para hacer un buen uso de este nuevo “mundo virtual”: muchas hemos crecido al mismo tiempo que iban apareciendo estas nuevas oportunidades digitales, y eso nos sitúa como la primera generación joven que se enfrenta a este reto.

Salud mental

Por último, el informe también recoge la realidad a la que se enfrentan las personas jóvenes en materia de salud mental. De 2011 a 2022 la tasa de problemas psicológicos ha aumentado un 590% en la población joven, uno de cada tres jóvenes se encuentra en situación de soledad no deseada, y el 17% de las muertes en este tramo es por suicidio (sin tener en cuenta el 15% de jóvenes que presenta riesgo alto de comportamiento suicida).

Esta situación no puede entenderse sin tener presente las dificultades antes mencionadas, a las que cabe añadir los discursos y comportamientos enfocados en criminalizar a determinados colectivos como migrantes, LGTBIQ+ o mujeres

Es imposible conseguir el estado de bienestar y salud que define la OMS, si no atajamos y solucionamos las problemáticas y situaciones que llevan a las personas jóvenes a padecer esas enfermedades, y si no dotamos de recursos reales y efectivos en materia de salud mental a la sanidad pública.

En definitiva, la realidad de la juventud precarizada y empobrecida requiere medidas reales que respondan de manera precisa y concreta a las reclamaciones de esta generación. No podemos pensar en la “generación del futuro” si no cuidamos a la generación del ahora.

Como jóvenes estamos mostrando, con compromiso y participación, lo que necesitamos de las instituciones, administraciones públicas y sectores sociopolíticos, para poder desarrollarnos plenamente. Ahora es momento de ver si realmente quieren trabajar por la juventud con nosotras y nuestras problemáticas, o simplemente hablar de juventud sin la juventud.