Esperanza

Esperanza
Imagen I Juan Manuel Sanchez (unsplash)

Por debajo de mi ventana pasaban personas arrastradas por el agua, la mayoría de ellas lograban ser rescatadas por los vecinos de los edificios más altos, porque las plantas bajas hacía tiempo que habían desaparecido bajo el agua turbia y violenta. Yo vivía en un segundo piso y unos vecinos con una cuerda llamaron a mi puerta. Me pidieron que abriera las ventanas y que les permitiera lanzar una soga a una persona que estaba encaramada a la copa de un naranjo. Yo me había quedado en shock y, al ver que no decía nada ni me movía, entraron sin más y se fueron directos a la ventana. La persona logró agarrarse a la cuerda y mis vecinos la izaron hasta mi piso. Resultó ser una mujer de unos setenta años delgada y temblorosa que repetía como una letanía la meua germana, la meua germana. La imagen de la mujer perdida en un salón extraño llamando entre murmullos a su hermana, me sacó del shock con la misma violencia que bajaban las aguas calle abajo. Me fui corriendo a mi dormitorio y volví con un par de toallas y mantas. Una de las vecinas que habían entrado en casa me ayudó a llevarla hasta el baño. Allí secamos a la mujer y le cambiamos de ropa. Después la dejé con mi vecina y fui a la cocina a prepararle un café a la mujer que había sido salvada de las aguas.

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