Del bulo al odio: cómo la desinformación incendia la convivencia

Del bulo al odio: cómo la desinformación incendia la convivencia
FOTO | Reuters
Lo que ha sucedido y se ha vivido en Torre Pacheco ilustra una peligrosa cadena: agresión, manipulación en redes, discursos de odio, disturbios racistas y hostigamiento a periodistas

Lo ocurrido en la localidad murciana de Torre Pacheco no es un caso aislado ni espontáneo. A partir de un suceso real —la agresión injustificable a Domingo, un vecino de 68 años—, se ha desplegado un arsenal de desinformación que ha servido como catalizador de disturbios ultraracistas y xenófobos contra personas migrantes. No fue solo un estallido de tensión social, sino una secuencia alimentada deliberadamente por bulos, mensajes de odio y campañas coordinadas a través de redes sociales.

En pocos días, una agresión concreta se convirtió en una chispa capaz de prender un incendio alentado por vídeos falsos, imágenes descontextualizadas y convocatorias de “cacerías” contra personas migrantes. El resultado: catorce detenidos, barrios en estado de alarma y una comunidad dividida por el miedo y el señalamiento. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí?

El combustible de los bulos

VerificaRTVEun servicio público que actúa contra la desinformaciónha documentado cómo, tras la agresión, comenzaron a circular mensajes virales que distorsionaban los hechos. Uno de los vídeos más difundidos en redes mostraba una escena de violencia callejera —agentes de policía enfrentándose a jóvenes— como si fuera de Torre Pacheco. En realidad, era Torrevieja. Otro vídeo supuestamente vinculado con la agresión había sido grabado en Guadalajara (México) en 2021. Una fotografía de un hombre ensangrentado se atribuyó falsamente a una nueva agresión en Murcia, cuando en realidad se trataba de una caída accidental.

La desinformación no solo operó con imágenes. También lo hizo mediante mensajes manipulados, como un falso comunicado del ayuntamiento que vinculaba inmigración con criminalidad. Incluso se difundió una imagen con rostros de cinco jóvenes acusados sin pruebas, entre ellos un jugador local de fútbol sala. La víctima desmintió públicamente la acusación: “Él es mucho más alto y lleva barba”.

Estas falsedades no fueron meros errores. Responden a patrones reconocibles de intoxicación informativa y campañas de criminalización colectiva que han sido vistas antes en otras partes de España y Europa.

Una violencia ultra organizada

El componente más inquietante de este episodio no es solo la virulencia del discurso, sino su organización. Como ha explicado a VerificaRTVE el analista de redes Marcelino Madrigal, gran parte de los mensajes de odio partieron de canales de Telegram vinculados al grupo supremacista y fascista “Deport Them Now UE“, con presencia en varios países europeos. Esta organización no se limita a opinar: “Son los que incitan a estas cacerías. Es un grupo internacional que ha participado muy claramente”, advierte el experto.

Según Madrigal, estas redes no funcionan como espacios de debate, sino como centros de coordinación de acciones violentas: “No son grupos de generación de contenidos. Son literalmente grupos de coordinación, y en muchos casos muy fáciles de identificar”. El uso de vídeos generados con inteligencia artificial y bots automatizados se suma a la viralización directa por parte de personas con nombre y apellidos. “Lo que más preocupa es la gente que está pidiendo pegar a la gente”, alerta.

El 15 de julio, la Guardia Civil detuvo en Mataró (Barcelona) al presunto líder de esta organización en España, acusado de “ejercer labores de dirección dentro de este movimiento de carácter supremacista xenófobo”.

Plataformas sin control

La facilidad con la que estas campañas se propagan apunta a una responsabilidad estructural. Las plataformas digitales, especialmente aquellas con menos control como Telegram, pero también X (antes Twitter), Instagram y TikTok, permiten que los bulos se difundan sin apenas moderación. Los contenidos que incitan al odio o propagan mentiras, lejos de ser retirados, son amplificados por los algoritmos.

Madrigal es contundente al respecto: “No hay una moderación efectiva. Las plataformas no eliminan los mensajes falsos ni los que incitan al odio”. La combinación de falta de regulación, desinformación viral y polarización social crea el terreno adecuado para desencadenar una tormenta de odio colectivo. Se vivió también durante la DANA en Valencia.

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La convivencia, bajo ataque

Lo vivido en Torre Pacheco tiene precedentes que siguen un patrón casi idéntico: un hecho violento, bulos racistas en redes, señalamiento de personas migrantes y estallido de violencia social.

En 2023, en Mocejón (Toledo), el asesinato de un niño fue inmediatamente atribuido en redes a un menor migrante, sin pruebas. Días después se supo que el autor era un joven español. El desmentido no frenó la ola de odio. En Reino Unido, en julio de 2024, circularon mensajes falsos sobre el asesinato de tres menores en Southport. Se acusó a un solicitante de asilo, pero la policía confirmó que el autor era un joven galés. En ambos casos, como ahora, los bulos sembraron el terreno para disturbios xenófobos.

Torre Pacheco, con un 30% de población migrante, ha sido durante años ejemplo de convivencia intercultural. Pero esa convivencia no está garantizada si se permite que el odio se organice sin respuesta. El propio alcalde, Pedro Ángel Roca, lo dijo tras los primeros disturbios: “No tenemos que demostrar que estamos en contra de la violencia con más violencia”.

La afirmación de Roca contrasta con la dinámica dominante en redes, donde la lógica del linchamiento parece legitimarse en nombre de una supuesta justicia popular. Una justicia alimentada por mentiras, pero cuyas consecuencias son muy reales.

El acoso a periodistas: otro frente de la ofensiva desinformativa

Además de la propagación de bulos, un elemento cada vez más alarmante de esta estrategia es el acoso sistemático a periodistas que informan con rigor sobre el racismo, las violencias institucionales o la persecución a personas migrantes. Lo hemos visto también en Torre Pacheco. Y no son casos aislados: son parte de una ofensiva de desinformación que busca silenciar voces críticas y deformar la realidad.


Quienes denuncian el aumento de la violencia xenófoba o el papel de determinados actores políticos en la normalización del odio pagan un precio alto: el señalamiento público, los insultos, las amenazas, el hostigamiento y la criminalización en redes sociales. En esta lógica perversa, el periodista que informa se convierte en objetivo. El mensajero se transforma en enemigo.

Los ataques, alimentados desde cuentas oficiales de dirigentes de extrema derecha, son una forma de violencia política. Se presentan como una respuesta legítima en nombre de la libertad de expresión, pero en realidad constituyen una agresión al derecho a la información y un intento de amedrentar a quien cumple una función esencial en democracia.

No se puede justificar que se señale con nombre y apellidos a quienes simplemente hacen su trabajo: informar con honestidad, contrastar datos, mostrar lo que otros intentan ocultar. No se puede normalizar lo inaceptable. Defender la libertad de prensa y de quienes ejercen el periodismo es una responsabilidad colectiva.