De nuevo aquí me tienes

De nuevo aquí me tienes
Foto | COP30.br
Cual golondrinas en primavera, cada año llega la Conferencia de las Partes (COP), el órgano supremo de toma de decisiones de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en su trigésima edición.

Tras unos años de despliegue de lujos y esplendores en países productores de hidrocarburos, en una convocatoria para tratar de un problema que genera pobreza y muerte, la COP30 se desarrollará en un contexto muy diferente: Belém, en la Amazonia brasileña. Del paisaje de las causas al de los efectos.

Su directora ejecutiva, la brasileña Ana Toni, ya ha avisado que «no será una cumbre en la que todo el mundo se aloje en hoteles cinco estrellas. (…) No iremos durante quince días a un lugar blindado de la vida real. Mostrar las dificultades reales, tanto en la selva amazónica como en Belém, nos inspirará para tomar decisiones más firmes. Sabemos que el cambio climático es el mayor acelerador de la pobreza y la desigualdad».

La convocatoria será del 10 al 21 de noviembre, pero, a la vista de lo que dan de sí estos eventos, cuyo trasiego de mandatarios y lobistas genera más emisiones que acuerdos efectivos (no hablemos del grado de cumplimiento…), más vale que espabilemos. La COP29 se centró en los aspectos financieros y se supone que en la de hogaño se trata de concretar.

Yo, en la estela de la COP, concretaré: la deuda externa es la losa que impide a esos países, llamados con tanto cinismo «en desarrollo», levantar cabeza. Según ONU Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en 2023, pagaron 847.000 M$ en intereses netos; en dos décadas su deuda externa se ha cuadruplicado, alcanzando los 11,4 billones [con b] de dólares, el 99% de sus ingresos por exportaciones. Aterrizando en la vida de la gente, significa que lo que se va a las arcas de los ricos países acreedores deja de invertirse en servicios básicos (educación, salud…), infraestructuras y acción climática. La propia UNCTAD calcula que actualmente 3.300 millones de personas viven en países que gastan más en el pago de la deuda que en salud o educación [inciso: cuando se critican las «ayudas» a los países del Sur, recordemos de dónde y adónde van los dineros, quién ayuda a quién].

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Quizás se trata no de hacer el bien sino de dejar de hacer el mal. Como reclamaba Joaquim Sempere en la entrevista publicada en el número anterior, «hay que abolirla completamente; esto solo ya les daría un respiro impresionante».

Todo ello en un contexto, más que curioso, escandaloso, obsceno, en el que quienes menos contribuyen a la crisis climática –estos países ahogados por la deuda– son quienes más la sufren y donde más iniciativas que ayudan a frenarlo, incluso a revertirlo, hay en marcha. A este respecto, recomiendo vivamente el capítulo 6 de Hope! (RTVEPlay).

¿Espabilar? Conocer, apoyar, comprometerse con quienes están poniendo en práctica acciones que combaten efectivamente el cambio climático, aquí, allá y acullá; minimizar nuestra huella ecológica; presionar a nuestros Gobiernos: participar en lo que nos incumbe.