Aromas, rumores y vecinas

Aromas, rumores y vecinas
Foto I Mafalda Ramos (unsplash)

Me llamo Dina y desde que me quedé viuda muy joven, vendo hierbas aromáticas en una plaza de Séforis. Estoy orgullosa de que mis hierbas –albahaca, cilantro, sándalo, romero, espliego…– sean las mejores del mercado y debo mi fama al apoyo de mis vecinas que me han ayudado siempre a salir adelante. Mi puestecillo de venta se ha convertido en un lugar en que compartimos confidencias, alegrías, penas y noticias.

A veces comentamos lo que hemos escuchado el sabat detrás de la celosía de la sinagoga: el rabino habla casi siempre para los hombres, pero cuando se dirige a nosotras nos recuerda que, como somos emotivas, irracionales, parlanchinas y débiles, tenemos que procurar ser discretas y sumisas. Dice que somos un peligro para los hombres y que podemos contaminarlos con nuestra impureza: por eso no nos está permitido participar en el culto y nos quedamos aparte en otro espacio del templo.

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