“Ninguna frontera vale más que una vida”

“Ninguna frontera vale más que una vida”
El Círculo de Silencio en Huelva convocado por la Iglesia diocesana y entidades sociales mantiene viva la conciencia colectiva frente a la deshumanización y vulneración de derechos humanos en las fronteras

Este miércoles tuvo lugar un nuevo Círculo de Silencio en la ciudad de Huelva, una convocatoria habitual cada último miércoles de mes, promovida por el Secretariado Diocesano de Migraciones junto a diversas entidades sociales y eclesiales como la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Huelva Acoge, la Asociación Latinoamericana Huelva para todos y todas, Cáritas Diocesana y la Fundación Don Bosco.

En esta ocasión, el acto se celebró en el marco del Día Mundial de las Personas Refugiadas, con un fuerte componente de denuncia y memoria. Como señalaron los organizadores, se quiso recordar también “la tragedia del 24 de junio de 2022, donde se produjeron tantas víctimas en la valla de Melilla, donde los gobiernos de España y Marruecos vulneraron tantos derechos humanos de las personas que allí perecieron y de los que sobrevivieron sin que se les reconociera los mínimos derechos de atención y cuidados”.

“Millones de personas fueron forzadas a abandonar sus hogares”

El manifiesto leído durante el Círculo, titulado Refugiados: Un llamado a la humanidad y a la solidaridad, comenzó denunciando el contexto global de violencias estructurales que expulsan a millones de personas de sus lugares de origen. “En un mundo donde los conflictos se intensifican, la violencia se normaliza y los derechos humanos son pisoteados, más de 123 millones de personas fueron forzadas a abandonar sus hogares a finales de 2024”.

La mayoría de estas personas, como subraya el texto, son desplazadas dentro de sus propios países. Las que logran cruzar fronteras se encuentran con un panorama desolador. “Son recibidos principalmente por países vecinos de renta media y baja, mientras las naciones más ricas cierran sus puertas”.

Frente a los discursos que criminalizan a quienes huyen del horror, el manifiesto proclama que estas personas “no son una amenaza, sino víctimas de circunstancias que escapan a su control. Hoy, alzamos la voz para recordar que su derecho a una vida digna no es negociable”.

Llamamiento a gobiernos y ciudadanía

El texto plantea una exigencia a las autoridades públicas, resumida en cuatro compromisos concretos: “1. Protección efectiva: Cumplir con los convenios internacionales que garantizan el derecho al asilo, sin discriminación. 2. Corredores humanitarios: Vías seguras para evitar muertes en travesías desesperadas. 3. Inclusión real: Acceso a educación, trabajo y salud, porque ningún ser humano es ‘ilegal’. 4. Combatir las causas raíz: Resolver conflictos, desigualdades y crisis climáticas que generan desplazamientos”.

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Pero también interpela directamente a la sociedad, llamando a la empatía activa ya que “la responsabilidad no es solo de los Estados. Como sociedad, debemos: Rechazar la xenofobia: Los refugiados enriquecen culturas y economías. Su lucha es también la nuestra. Practicar la empatía: Detrás de cada número hay rostros, nombres y sueños. Exigir justicia: La indiferencia nos convierte en cómplices”.

En este sentido, las organizaciones convocantes reafirman que la acogida, la hospitalidad y la justicia son exigencias irrenunciables para cualquier sociedad que aspire a ser verdaderamente humana.

Melilla, herida abierta

Durante la realización del Círculo se mantuvo un sentido recuerdo de la tragedia ocurrida en la valla de Melilla, hace tres años, donde murieron al menos 23 personas y se denunció la omisión de auxilio por parte de las autoridades. “Hoy queremos traer a la memoria la fecha del 24 de junio de 2022, donde se produjeron tantas víctimas en la valla de Melilla, donde los gobiernos de España y Marruecos vulneraron tantos derechos humanos […] No podemos olvidar para no perder nuestros rasgos de humanidad”.

Este recuerdo es también una llamada a la reparación de la injusticia y a la conciencia. “Recordar nos ayuda a recomponer nuestra humanidad perdida cada vez que permitimos la vulneración de los derechos humanos”, subrayan en el texto.

Justicia, no caridad

El manifiesto finaliza con una afirmación rotunda. “Hoy honramos la resiliencia de quienes reconstruyen sus vidas lejos de casa. No pedimos caridad, sino justicia. Porque nadie elige nacer en guerra, y todos merecemos un lugar seguro”.

Y concluye con el grito compartido en muchas de las movilizaciones por los derechos de las personas migrantes y refugiadas: “¡Ningún ser humano es ilegal! ¡Ninguna frontera vale más que una vida!”.