Recordando a Francisco en el Jubileo de los Trabajadores: Llamadas a organizar la esperanza

Recordando a Francisco en el Jubileo de los Trabajadores: Llamadas a organizar la esperanza

El Consejo Asesor de Pastoral del Trabajo de la CEE acabamos de regresar de Roma, donde hemos vivido una experiencia bonita y emotiva con motivo del Jubileo de los Trabajadores. Tras la muerte del papa Francisco, se suspendieron algunos actos, pero pudimos participar en otros fundamentales para comprender la importancia de que la Iglesia esté hoy profundamente involucrada en la lucha por el trabajo decente y en la urgencia de un cambio de sistema que impulse la humanización del mundo.

A modo de crónica, comparto algunos momentos especialmente significativos.

El primer día nos dirigimos a la basílica de San Pedro y realizamos la peregrinación hasta cruzar la Puerta Santa. Caminamos por la vía della Conciliazione junto a grupos de distintos países, rezando con nuestro obispo y reflexionando sobre María, las mujeres, el trabajo digno y la figura de Jesús obrero. Ante la Puerta Santa se leyó el manifiesto de Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), y al atravesarla recordamos tanto sufrimiento en el mundo del trabajo, así como tantas muertes causadas por la siniestralidad laboral. Presentamos estas realidades ante el altar, para pedir esperanza y consuelo. En el interior del templo, nos encontramos con Emilce Cuda y otros amigos que nos dieron una cálida bienvenida. Fue un encuentro entrañable en un lugar tan significativo.

El 1 de Mayo, nos unimos a la gran fiesta de los sindicatos. En medio de una multitud, disfrutamos de las actuaciones que, una tras otra, transmitían mensajes centrados en las reivindicaciones laborales y, en particular, en la seguridad en el trabajo, que era el lema central. Los datos que se compartieron sobre esta lacra resultaron impactantes.

Mientras recorríamos el enorme espacio del acto, vimos en las pantallas la intervención del papa Francisco. Nos llenó de alegría comprobar que, para los organizadores, sigue siendo importante su mensaje sobre el trabajo digno. Nos sentimos profundamente orgullosas del aplauso que la multitud le brindó. Entendimos que el magnetismo de Francisco, su comunicación sencilla y su ternura han encendido esperanza y ánimo en muchas trabajadoras y trabajadores que se sienten, gracias a él, protagonistas de sus vidas y sus luchas.

El día siguiente fue especialmente intenso. Por la mañana, visitamos el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral —supongo que ya conocéis la crónica que publicó Abraham Canales, director de Noticias Obreras—. Allí mantuvimos una interesante conversación con la hermana Alessandra Smerilli y con algunas personas de su equipo. Nos presentaron sus líneas de trabajo y los retos que afrontan. Nos sentimos parte de una misma tarea. Su labor, poco conocida, es sin embargo imprescindible para construir una Iglesia universal que se implique en aliviar el sufrimiento humano y en devolver la dignidad a tantas personas. Su testimonio nos iluminó sobre cómo colaborar en la construcción de la fraternidad desde la Iglesia. Les agradecimos sinceramente su acogida y, sobre todo, lo que hacen cada día. Nos comprometimos a compartir buenas prácticas que puedan reforzar esa dirección.

Con el tiempo justo para tomar un bocado, nos sumamos al encuentro convocado por las ACLI bajo el título: “El trabajo en el mundo, lugar de esperanza”. Participamos en diversos talleres en los que se compartieron experiencias y realidades de distintas partes del mundo, y que concluyeron con un debate entre representantes sindicales, la propia ACLI y el responsable del área social de la Conferencia Episcopal Italiana. Fue un diálogo amplio y rico en temas: el trabajo como medio de realización personal, la necesidad de proteger los derechos laborales frente al mercado, la crisis de la democracia, la seguridad, la salud, los salarios, la precariedad juvenil y femenina, la falta de vivienda asequible… Se subrayó la urgencia de un gran pacto social y de nuevas alianzas entre sindicatos y otras organizaciones para construir el bien común.

Los representantes de las ACLI y de la Conferencia Episcopal Italiana destacaron la aportación del magisterio de la Iglesia, recordando que el trabajo puede regenerar una nueva sociedad en la que la propiedad privada esté subordinada a las necesidades reales de las personas, y que urge buscar una convergencia entre todos. Como se afirmó al concluir: “Nadie se salva solo”. Nos contagiaron su pasión por animar al compromiso, y nos llamó la atención la fluidez de este diálogo entre sindicatos mayoritarios e Iglesia, algo que en España deberíamos procurar con mayor determinación. Antes de marcharnos, saludamos a los responsables de ACLI y quedamos emplazados para una futura visita a nuestro país.

El sábado visitamos la tumba de Francisco. La iglesia de Santa María estaba a rebosar, pero nos pareció un lugar de profunda paz. El espíritu de Francisco parecía revolotear allí, acompañando nuestras tareas y recordándonos su invitación a “hacer lío” en nuestros entornos. Al salir, en un edificio lateral, un gran cartel expresaba lo que todos sentíamos: Gracias, Francisco.

Cerramos el viaje con dos celebraciones eucarísticas. Una en San Pedro, donde impresionó la perfecta organización y los medios dispuestos para que todas las personas asistentes pudieran participar plenamente. Comulgar con fieles de tantas culturas y sensibilidades diferentes nos ayudó a experimentar la sinodalidad como camino sin retorno. Y finalizamos el domingo con las hermanas y hermanos de hermandades (HHT), compartiendo una eucaristía de envío a transformar el mundo, como dijo don Abilio. Así nos sentimos: llamadas a organizar la esperanza.