Mª Eugenia Torrealba, trabajadora migrante: «Superar juntos los obstáculos que hemos tenido que enfrentar, nos ha fortalecido»

Como muchas, hace ocho años –por decisión familiar– Mª Eugenia, junto a sus dos hijas, de 8 y 10 años, cruzó el charco desde su querida Caracas (Venezuela) «de la eterna primavera» y se trasladó a Córdoba, en España, donde ya estaba esperándolas su marido y padre de sus hijas, que había llegado un año antes huyendo de «la situación de inestabilidad política, social, económica e, incluso, amenazas de muerte y robo».
Aunque en su país ejercía como enfermera profesional, aquí en España ha trabajado en varios puestos precarios y ahora se dedica a la atención domiciliaria.
Mª Eugenia, ¿por qué salisteis de Venezuela?
Migrar no era el plan. Salimos de Venezuela huyendo de la situación complicada en nuestro país en todos los sentidos: social, político, económico… Mi marido recibió una amenaza de muerte y se vino antes. Yo también era activista política y miembro de la Iglesia católica. En mi parroquia varios sacerdotes y religiosas fueron amenazados con ir a la cárcel, si hablaban de libertad o de política –esto está prohibido–. Temimos que nos pasara algo. En lo económico, los sueldos de tres dólares no daban para vivir, con precios cada vez más altos. Hacía cola de dos días para lograr comprar algo de alimentos y a veces solo conseguía adquirir dos kilos de leche en polvo. La gente roba para comer, por la hambruna. Hay mucha inseguridad. Si llevabas un pollo por la calle tenías que esconderlo para que no te lo quitaran.
¿Qué echas más de menos de tu país?
Primero, el clima. En Caracas vivimos en la «eterna primavera». Pero también a mi familia, que quedó allá, a la Iglesia, su gente, sus paisajes… También poder ejercer mi profesión de enfermera. Allí trabajaba en el Hospital Universitario de Caracas, en Urgencias.
¿Cómo os han acogido en Córdoba?
Córdoba es una ciudad muy hermosa, tranquila y favorable para la crianza de mis hijas, que cuando llegaron tenían 8 y 10 años. Los cordobeses son gente solidaria, fraterna y muy acogedores.
En muchas empresas los salarios
son muy bajos, al igual que no son
claras las actividades de una auxiliar
de ayuda a domicilio, en muchas
ocasiones es una «todera»
¿Qué es lo mejor de estar en España?
La tranquilidad familiar, las oportunidades educativas. Poder viajar, conocer otras culturas, empatizar y poder ayudar a otras personas y comunidades. Pero, especialmente, el enriquecimiento cultural y educativo para toda la familia, para mis hijas y para nosotros. El haber superado juntos, como familia, los obstáculos que hemos tenido que enfrentar, nos ha fortalecido en la fe y en el amor.
¿Y lo peor?
Fundamentalmente la incertidumbre e inestabilidad laboral. Desde que llegué he tenido que ser polifacética, trabajar como camarera de piso, cocinera, ayudante de barra, ayuda domiciliaria, etc. Aun obteniendo la nacionalidad, no he podido tener la posibilidad de tener un contrato de trabajo digno. En muchas empresas los salarios son muy bajos, al igual que no son claras las actividades de una auxiliar de ayuda a domicilio, en muchas ocasiones es una «todera».
También, para muchas personas, conseguir un alquiler donde vivir con su familia y hasta hacer la compra se hace difícil. Cada día se encarecen los alimentos.
¿Sigues vinculada a la Iglesia, como en tu país?
Sí, colaboro en la catequesis de bautismo de la parroquia y en todo lo que puedo. Además, participo en la Delegación de Migraciones de la diócesis y estoy en un grupo de iniciación de la HOAC, que pronto, con el favor de Dios, daremos el paso a la militancia.
¿Cómo te sueñas en unos años?
Me sueño ejerciendo mi profesión. En estos años no he dejado de formarme. Obtuve el certificado de profesionalidad en ayuda domiciliaria, que también me ha dado una nueva perspectiva sobre mi trabajo de enfermera. He vuelto a pedir la homologación de mi titulación. La primera vez que lo hice me la denegaron, pero es posible que, ahora, con la nacionalidad, ya lo consiga. Todo este esfuerzo es también para dar ejemplo a nuestras hijas, que ahora ya tienen 16 y 18 años y tienen que decidir su futuro profesional. También sueño con un buen futuro para ellas y para mi marido y que Venezuela pueda ser libre de una vez. Que España pueda resurgir y ser más próspera. Y me veo sirviendo y colaborando en la Iglesia y en la HOAC. •
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Periodista.
Responsable de Comunicación de Cáritas Valencia.
Militante de la HOAC