León XIV ya ha elegido desarme al mundo

Han bastado los primeros discursos del nuevo Papa para dejar algo claro: León XIV no solo ha venido a administrar un pontificado, ha venido a interrumpir un sistema. El suyo no será un papado de cálculo diplomático. Tampoco de silencios estratégicos ni de neutralidades cómplices. En apenas unos días, el sucesor de Pedro ha pronunciado palabras que lo colocando como una de las pocas voces morales con autoridad real para confrontar el estado de guerra permanente que atraviesa el mundo.
“Nunca más la guerra”, ha gritado desde Roma, recordando los 80 años del final de la Segunda Guerra Mundial, con la fuerza de quien no apela a la nostalgia, sino al abismo actual: una tercera guerra mundial por partes, como lo había advertido ya el papa Francisco, y que el papa León XIV retoma no como análisis, sino como denuncia y alarma profética.
En sus primeras alocuciones públicas, León XIV ha sido constante, repetitivo, martillador con un mensaje que incomoda a los poderosos y también a muchos católicos: la paz no es una promesa ingenua, es una exigencia radical. Y sin desarme, no hay paz posible. No se puede sostener una civilización sobre la lógica del miedo y pretender hablar de justicia. No se puede invocar la seguridad mientras se multiplican los contratos armamentísticos.
Una paz desarmada y desarmante
Las palabras más desafiantes de León XIV no han sido sólo aquellas que suplican el fin de los combates. Lo que verdaderamente rompe el discurso global es su insistencia en una paz que sea “desarmada y desarmante”. Esta doble afirmación no es una imagen poética. Es una enmienda ética a la totalidad del sistema internacional, que sigue considerando las armas como garantía de estabilidad.
Cuando todos se arman, nadie está seguro. Es una sentencia demoledora contra la lógica del equilibrio del terror, esa que llevó al mundo a la Guerra Fría y que hoy vuelve a instalarse como si fuera sensatez política.
Pero León XIV no habla desde una moral abstracta. Su palabra se inscribe en la Doctrina Social de la Iglesia, que desde Pacem in Terris hasta Fratelli tutti ha desarrollado una línea clara: la guerra no es nunca una solución legítima. Es, en palabras de san Juan Pablo II, “una derrota de la humanidad”. Es, como escribió Juan XXIII, “una locura que destruye lo que no puede reconstruirse”. Es, como ha recordado Francisco, “el fracaso de la política y de la humanidad”.
La paz, en cambio, exige una arquitectura diferente: diálogo, justicia, desarrollo humano integral, protección del bien común, reconciliación con la verdad. Todo eso está en la Doctrina Social de la Iglesia. Pero la Doctrina no sirve de nada si no se proclama con claridad. Y León XIV ha decidido hacerlo desde el primer día.
Una denuncia concreta, una interpelación directa
El nuevo Papa no se ha quedado en generalidades. Ya ha pronunciado palabras fuertes sobre Ucrania, sobre Gaza, sobre India y Pakistán, sobre los prisioneros y los niños secuestrados, sobre los pueblos olvidados. Ha humanizado lo que el lenguaje político despersonaliza. Donde los gobiernos ven “equilibrios”, él ve cadáveres. Donde los medios hablan de “legítima defensa”, él señala al niño arrancado de su madre. Donde los diplomáticos hablan de “proporcionalidad”, él grita: “¡Cese inmediato del fuego!”
La diferencia es moral, pero también política. León XIV no le habla solo a los creyentes. Le habla al mundo. Y no lo hace desde una superioridad moral, sino desde una urgencia ética que no admite excusas.
Por eso molestará. Por eso ya hay quien lo acusará de ingenuo. Por eso se alzan las cejas en las cancillerías que prefieren un Papa callado o ambiguo. Pero León XIV ha elegido. No el camino de la neutralidad. Sino el de la verdad. Y la verdad es que el mundo camina hacia el colapso mientras aumenta su inversión en destrucción.
La paz no se negocia entre misiles
Hay un punto especialmente provocador en sus palabras: la paz no puede ser fruto de la amenaza. La disuasión nuclear no es ética. El chantaje militar no es diplomacia. La paz no se construye sobre arsenales, sino sobre justicia y fraternidad.
Esto no es un capricho teológico. Es el núcleo de la Doctrina Social de la Iglesia. Es el clamor de los pueblos. Es el sentido común del Evangelio. Pero el mundo lo ha olvidado. O peor: lo ha sustituido por una lógica técnica donde lo moral es irrelevante si no es rentable.
León XIV lo sabe. Y ha decidido no llamar. Por eso no ha esperado meses para pronunciarse. Lo ha hecho desde el primer momento. Y con un tono que no deja espacio para la ambigüedad.
¿Quién escuchará al papá?
La pregunta no es si el Papa será escuchado por las grandes potencias. Ellas tienen demasiados contratos firmados y demasiadas guerras por financiar. La pregunta es si los pueblos escucharán. Si los creyentes se dejarán sacudir. Si las comunidades cristianas volverán a proclamar la paz como exigencia, no como consuelo. Si las parroquias hablarán de desarme. Si los movimientos sociales se tomarán en serio su palabra.
Porque León XIV ha lanzado el mensaje. Ha señalado el camino. La Iglesia no puede ser neutral cuando el mundo se arma. No puede ser cómplice de los discursos que bendicen la violencia estructural. No puede quedarse en rezos mientras se bombardea la dignidad humana.
La Doctrina Social de la Iglesia no es un anexo. Es una brújula. Y León XIV la ha recuperado como hoja de ruta. Ha hablado como pastor, sí. Pero también como líder global. Como conciencia que interrumpe. Como voz que no se adapta. Como profeta que prefiere incomodar antes de fallar al Evangelio.
No se puede ser cristiano y justificar la guerra. No se puede seguir a Cristo y aplaudir el rearme. No se puede construir la paz sin desamar primero los discursos, los presupuestos y los corazones.
León XIV lo ha dejado claro. Ahora, la pregunta es: ¿quién tiene el coraje de escucharlo?

Impulsando el Evangelio. Comprometido con la Pastoral Penitenciaria. Activista en la Pastoral del Trabajo de Toledo, defendiendo dignidad y derechos laborales