A las puertas del cónclave

A las puertas del cónclave
FOTO | Preparación del cónclave en la Capilla Sixtina. Vía Sala de Prensa de la Santa Sede
El cónclave de cardenales que ha de elegir al nuevo papa comienza este 7 de mayo, a las 16:30 (hora local), tras la celebración de la misa Pro Eligendo Pontifice a las 10:00 en la Basílica de San Pedro.

Dos semanas después de la muerte del papa Francisco, la Capilla Sixtina alojará a los 134 o 133 electores, dependiendo de si el cardenal Vinko Puljić, emérito de Sarajevo, convaleciente pero dado de alta podrá acudir finalmente, tras las renuncias por motivos de salud de Antonio Cañizares Llovera, arzobispo emérito de Valencia, y John Njue, arzobispo metropolitano emérito de Nairobi, Kenia.

En las congregaciones generales previas, abiertas a todos los 252 cardenales, independientemente de su edad han podido intercambiar informaciones, análisis, reflexiones y prioridades sobre la situación de la propia Iglesia y del mundo, además de valorar sus coincidencias y diferencias.

Congregaciones muy activas

Ha habido nueve de estas asambleas de purpurados hasta el domingo 4 de mayo y están previstas dos, una por la mañana y otra por la tarde, para el lunes 5. El último día antes de que se trasladen a la Capilla Sixtina habrá otra por la mañana, mientras que la de la tarde dependerá si lo juzgan necesario.

Además de los encuentros oficiales, de los que el equipo de comunicación de la Santa Sede ha informado con total transparencia, se han celebrado, como es habitual, otras reuniones informales y citas más discretas, que dan pábulo a todo tipo de especulaciones.

Independientemente de los movimientos extraoficiales, parece haber una voluntad mayoritaria entre los electores de no alargar en exceso el cónclave, para evitar una imagen de división interna. Una visión que no comparten los cardenales abiertamente críticos con el papa Francisco que no reparan en alentar actitudes cismáticas.

De los 134 cardenales electores actuales, la gran mayoría (108) han sido nombrados por Francisco, para ser exactos el 81%, el resto de los electores los crearon Benedicto XVI (21) y Juan Pablo II (4). De los 65 purpurados religiosos salesianos, jesuitas, padres blancos, franciscanos, oblatos, claretianos…), 33 participarán como electores en el cónclave.

Algunas voces pronostican un cónclave relativamente corto del que saldrá un papa que continúe la labor del papa Francisco, debido a la cantidad de purpurados creados durante su pontificado.

Otras, ante el gran número de electores, su dispersión geográfica y la escasa relación que existe entre ellos, muchos no han tenido tiempo de trabajar juntos, auguran lo contrario.

En busca del consenso

Para alcanzar el respaldo de los dos tercios, hace falta un alto grado de consenso. Las votaciones van decantando las posibilidades de los candidatos, hasta que se llega a unos pocos nombres que se destacan del resto. No menos importante es evitar las candidaturas de bloqueo que agrupan un importante,  más o menos constante número de votos, que siendo insuficientes para nombrar a un nuevo papa, impiden a otros sumar el respaldo necesario.

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Para evitar esta situación, san Juan Pablo II introdujo la posibilidad de que, tras un tiempo sin llegar al consenso, se aplicara la mayoría simple, pero Benedicto XVI restituyó la ley de los dos tercios. El papa Francisco decretó que después de 10 días sin ponerse de acuerdo, la elección debe restringirse a los dos candidatos que más apoyos hubieran conseguido hasta ese momento.

Las normas para elegir papa han cambiado a lo largo de la historia. Las primeras generaciones cristianas elegían a sus líderes y ministros en función de su prestigio y experiencia. La aclamación,  al menos el consentimiento de la comunidad, siguió siendo fundamental en la elección de obispos por mucho tiempo entre las comunidades cristianas.

En nuestra era, los pronósticos y vaticinios no se cumplen siempre, por más que resulte imposible acallarlos, entre otras razones, porque se utilizan también, como los rumores, para tratar de influir en la elección del papa o marcar su agenda futura. 

La lógica de Espíritu

La designación de un papa, sin ser tan “angelical” como se pretende, responde a otros criterios y procedimientos diferentes a los utilizados en las instituciones sociales, lo que no impide que se den también maquinaciones, intrigas y estrategias movidas por el ansia de poder. 

Evidentemente, no se puede ocultar que hay diferencias de pareces y hasta marcos conceptuales enfrentados, también en el seno de la Iglesia, constituida y regida por personas con sus mentalidades, vivencias y opciones propias. 

La tradición, sancionada por la enseñanza actual de la propia Iglesia, remite la designación a la acción del Espíritu Santo, introduciendo la experiencia de fe en el procedimiento y la dimensión religiosa en este trámite. Los cardenales invocan su inspiración, lo cual no garantiza por sí mismo que la elección sea perfecta. 

La escucha del signo de los tiempos, ese espíritu eterno inscrito en lo más hondo del corazón humano, se invoca para evitar que se impongan los egoísmos y las ambiciones y caiga en el olvido la centralidad de los pobres, a la hora de designar al sucesor de Pedro, al obispo de Roma, al “Siervo de los siervos de Dios”, título implantado y preferido por el antiguo prefecto de Roma convertido en papa, san Gregorio Magno (590 a 604) o al “Vicario de Cristo” como prefería Inocencio III (1198 a 1216) defensor de la supremacía papal e impulsor de la cuarta cruzada.