Viernes Santo. Oración desde las cruces de hoy

Hoy, Señor Jesús,
te contemplamos colgado en la cruz,
el Hijo del Hombre aplastado por la injusticia,
el inocente condenado,
el que no se defendió,
el que amó hasta el final.
Y en tu cruz, Señor,
vemos reflejadas tantas otras:
las cruces del mundo migrante,
de quienes dejaron su tierra buscando un futuro,
y han encontrado soledad, muros, rechazo o explotación.
La cruz de las internas que cuidan sin descanso,
la cruz de los trabajadores que no llegan a fin de mes,
la cruz del obrero que se parte el lomo sin garantías,
la cruz de la mujer que limpia lo que otros ensucian
y no tiene ni papeles ni voz.
También ellos están crucificados, Señor.
Y tú estás con ellos.
En cada herida del cuerpo,
en cada noche sin dormir,
en cada hijo lejos,
en cada angustia sin respuesta,
tú estás allí,
como estuviste entre los dos malhechores,
como estuviste con María, tu madre,
y con Juan, el discípulo fiel.
Hoy recordamos que no estamos solos en nuestra cruz.
Que tú, Señor, has querido cargar con todo,
hasta con lo que no se nombra.
Y que al pie de cada cruz,
hay personas valientes que acompañan,
que lloran, que sostienen.
Y en ese amor silencioso también renace la vida.
El dolor de hoy no tiene la última palabra.
Ni la precariedad, ni la exclusión, ni el miedo.
Porque en la cruz florece la entrega
y se anuncia la resurrección que vendrá.
Aunque ahora solo haya silencio,
aunque el sepulcro parezca sellado,
la vida brotará.
Enséñanos, Señor, a no huir de las cruces.
A reconocer a los crucificados de nuestro tiempo,
a no pasar de largo,
a ponernos al pie, como María,
a amar allí donde parece no haber esperanza.
Y a dejarnos transformar por ese amor
que en el dolor no se rompe,
sino que se vuelve más fuerte.
Haznos, Señor, humildes testigos de tu cruz,
solidarios con quienes la cargan,
y sembradores de tu esperanza
en medio del mundo.
Amén.

Consiliario de la HOAC de Bilbao