Una Iglesia en salida es el camino que el cónclave está llamado a prolongar

Una Iglesia en salida es el camino que el cónclave está llamado a prolongar

Concluida la última despedida al papa Francisco, la Iglesia entra en una semana decisiva. Las reuniones de cardenales avanzan, y este lunes se ha anunciado la fecha del cónclave que deberá elegir al nuevo pontífice: el miércoles 7 de mayo. Y no partimos de cero. El Espíritu sopla, sí, pero también soplan las expectativas, las memorias y los clamores de un Pueblo de Dios que no es mudo ni neutral.

Desde Noticias Obreras queremos agradecer a todas las personas que, en estos días, han compartido sus palabras sentidas del legado de Francisco. Gracias a ellas hemos recogido un caudal inmenso de experiencias que nos confirman que su pontificado ha dejado una marca profunda que debe tener recorrido. Agradezco también a la Redacción que ha sostenido, con mucho esfuerzo y sensibilidad, la cobertura de un momento histórico.

El funeral de Francisco fue una celebración de dimensión universal. Pero su gesto final fue radicalmente evangélico: una cuarentena de personas humildes —sin hogar, migrantes, transgénero, presos… los “últimos”— le despidieron en las escalinatas de Santa María la Mayor, con una rosa blanca en la mano.

El cardenal Giovanni Battista Re lo dijo claro: Francisco fue “un Papa en medio de la gente”. Y su legado no puede ser enterrado bajo nostalgias ni restauraciones. En su apasionada y significativa homilía realizada en el entierro apuntó la perspectiva de su continuidad para el Papa que hay que elegir.

La Iglesia no puede permitirse un paso atrás. El sentir y reconocimiento global, las interminable cola de miles de personas para visitar la tumba de Francisco el primer día de apertura al público es elocuente: el Pueblo de Dios reconoce este pontificado de Francisco y quiere continuidad y profundización en los procesos iniciados.

Desde los márgenes —como el cartonero argentino Sergio Sánchez— hasta la propia Conferencia Episcopal Española, en boca de su presidente Luis Argüello y su vicepresidente José Cobo, el clamor es el mismo: continuar el cambio de época que Francisco ayudó a alumbrar. Avanzar para ofrecer una Iglesia profundamente samaritana.

El cardenal Reinhard Marx ha ido aún más lejos pronosticando que el cónclave durará pocos días. Y ha advertido que, pese a las resistencias de algunos sectores, “la gran mayoría del Pueblo de Dios no ve una Iglesia dividida”, una opinión que comparto. Lo que pide —con palabras que son también un programa— es un Papa “valiente, libre, creíble y profundamente radicado en el Evangelio, con una visión universal”. Todo lo demás —añade— “no es importante”.

Las reformas de Francisco —la sinodalidad y los temas pendientes de estudio, la opción preferencial por las personas empobrecidas, la apertura al diálogo, por citar algunos ejemplos…— son irreversibles. Defenderlas es un gesto de fidelidad al Evangelio vivo. Se trata de ser muy fieles a Jesucristo y de impulsar una Iglesia que no viva para sí misma, sino “en salida” y embarrada. Una primera etapa clave será la próxima asamblea eclesial sinodal prevista para 2028.

El cónclave no va a ser un ajuste de cuentas entre facciones ni en un intento de restaurar seguridades caducas –aunque lo pretenda una minoría–. La voz del Pueblo de Dios debe ser tenida en cuenta: ¡¡escuchen el clamor!!. Porque la Iglesia es el pueblo que camina hacia el reino y su justicia para “todos, todos, todos”.

El próximo Papa debe ser un servidor del Evangelio. Un pastor “con olor a oveja” capaz de seguir llevando la Iglesia al encuentro de las periferias existenciales, a seguir tendiendo puentes de fraternidad, siendo misericordiosa, y levantando la bandera esperanzada de la justicia social.