Sí, Francisco, seguiremos soñando juntos

Sí, Francisco, seguiremos soñando juntos

A modo de carta

Con el corazón roto, con lágrimas en los ojos, te decimos Francisco que seguiremos soñando juntos, caminando y construyendo ese reino de Dios que es salvación y liberación, que nace en las periferias del mundo y de la propia historia, en esas personas que los libros de historia invisibilizan. Eso es lo que nos pedías continuamente, no te cansabas de repetirlo con paciencia, eras el viento suave y constante, y con la ternura que te caracterizaba, porque querías, como buen pastor y profeta, que trabajáramos por ese horizonte para construir un futuro mejor, que nadie se quedara fuera.

No querías que te admirábamos como un gran personaje, sino que tu vida fuera una pequeña luz para descubrir el mensaje de Jesús y hacerlo vida, como tú lo hacías siendo Papa en un ambiente que te presionaba, te coaccionaba, te chantajeaba y llegaba, incluso, a conspirar contra ti. Los poderes de parte de la Curia romana, los poderes de las élites te destetaban porque no vieron en ti un creyente que quería ser fiel a ese Dios del amor, de la paz, de la compasión y de la misericordia; no vieron en ti ese creyente cuya fidelidad al amor de Dios era abrazar al ser humano, aliviarle su sufrimiento, cuidar la casa común y transformar las causas de ese dolor humano e interpelar a los causantes de los que destruyen la vida humana y la naturaleza. Era esa élite cegada por el poder, la ambición, la codicia, la violencia y el odio. Tú no respondiste de la misma manera, siempre querías que descubrieran que nuestro Dios desea profundamente la fraternidad universal y la amistad social como expresión de un Dios misericordioso; rezabas por ellos y pedías por su conversión.

Viviste desde la sencillez, por eso, residías en Santa Marta y vestías con humildad y saludabas a quien pasaba a tu lado con una sonrisa y unos buenos días, sorprendías con tu cercanía, bondad y el trato de tú a tú y siempre pedías que rezáramos por ti para que no traicionaras la fidelidad al reino de Dios y para que las fuerzas no te fallaran. Aún recuerdo, cuando se te pedía más cambios dentro de la Iglesia y que se aceleraran otros cambios que estaban en marcha y tú dijiste: “No pedirme más cosas, no tengo más fuerzas”.

Tenemos grabado en nuestro corazón el Primer Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, el encuentro de las tres T: trabajo, techo y tierra. Todo el mundo te llamaba Francisco y cuando se daban cuenta, corregían y decían: “Bueno, el Santo Padre ha dicho…”. Nos dijeron que te llamaban Francisco porque así querías que te llamaran. Descubrimos un Papa que hablaba con toda la libertad y valentía a los poderosos y con toda la cercanía y ternura a los empobrecidos. Ese encuentro nos cambio la vida, me cambio la vida. Llegó a lo más profundo de nuestro ser. No olvidaremos nunca que te hicieras una foto con cada uno de los que participamos con nuestras indumentarias, nuestras reivindicaciones y nuestros símbolos y nos dijeras nos apoyaba y que esas fotos la difundiéramos para decir que el Papa estaba a nuestro lado. Yo llevaba la camiseta contra los desahucios en contra de la soberbia y la avaricia de las entidades financieras.

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Te queremos pedir perdón, porque nos dijiste que estábamos inmersos en una guerra mundial a trocitos, por zonas y no te creímos y hasta nos pareció descabellado. Nos pediste que trabajáramos por la paz, que lo pusiéramos en el centro de nuestro compromiso y no lo hicimos.

Podríamos decirte muchas más cosas, pero queremos terminar con un inmenso agradecimiento por tu vida, por un pontificado siendo un buen pastor, desde el profetismo y encarnado en la vida fuera de los muros del Vaticano, empezando por los últimos, en los que mueren en las guerras, en los que pasan hambre y sed, en los migrantes y refugiados, en las mujeres aplastadas y violentadas, en los ancianos que se les niega una vejez entrañable… Siempre al lado de los pobres, de los excluidos, de los vulnerables, pidiendo que tengan voz y que se respeten. sus derechos humanos, su dignidad, afirmando que eso ocurre porque vivimos en un sistema económico y político que mata.

Sí, Francisco, seguiremos soñando juntos, seguiremos haciendo “lío” como tú nos decías continuamente con ese rostro de pícaro. Seguiremos soñando, caminando y construyendo desde la esperanza, la libertad y la valentía que nos decías, porque Dios está al lado de los últimos. Nos pedías que no tuviéramos miedo porque el Dios de la vida está por encima de los que se consideran dueño del mundo.

Solo pedirte que reces ahora por nosotros, los creyentes, y que mandes buenas ondas a los no creyentes para revertir las guerras y el odio. Nos va a hacer mucha falta.

Te echaremos de menos.